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Etiqueta: democrática

INQUICENSORES

INQUICENSORES

Opinar en voz alta tiene el peligro de ser escuchado por capitidisminuidos inquicensores, herederos directos de intolerantes actitudes inquisitoriales mezcladas con espuelas censoras dictatoriales, pretendiendo llevarnos a las más casposa sociedad represiva de tiempos indeseables, donde la condena podía llegar no por lo que se decía, sino por lo que el inquisidor pensaba que se decía, aunque no se afirmara lo que el caciquillo opinaba que se decía.

Por denuncia de ensoberbecidos, frustrados, envidiosos y rencorosos colegas del claustro, Fray Luis de León fue condenado a prisión durante cinco años, hasta demostrarse que la malévola lectura hecha por los denunciantes sobre la traducción realizada por el agustino del Cantar de los Cantares para su prima, nada tenía que ver con lo que el fraile pensaba.

Siglos después, refería Unamuno en sus críticas a los inquisidorcillos políticos, que las normas impuestas por ellos eran desdichados preceptos, origen de abusos y secuela de arbitrariedades, para satisfacer los caprichos de un poder apoyado en el miedo colectivo, donde se manejaban las voluntades de sumisos fiscales sometidos al patrón.

Aplicando funestos criterios derivados de semejante estatuto legal, fueron cerrados periódicos y condenadas personas por delito de opinión, en muchos casos no por lo que decían sino por aquello que los déspotas suponían que decían, recordando el caso de un capitán del ejército que dijo autoritariamente a un soldado:

– Se está usted riendo de mí.

– No, mi capitán.

– No, por fuera, pero sí por dentro, que yo lo veo.

– No, mi capitán.

– ¡Cómo que no! Queda usted arrestado.

El macartismo no es buen camino a seguir en una sociedad plural, libre y democrática, por mucho que el añejo reaccionarismo se empeñe el volver a lejanas épocas rancias, ya condenadas por la historia y desterradas de la sociedad por ciudadanos que aspiran a vivir en libertad.

BORGES EN CAMPAÑA

BORGES EN CAMPAÑA

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Fue Borges muy criticado por una frase pronunciada en desafortunado momento, pues Videla acababa de dar un puñetazo a la mesa llevándose por delante la democracia argentina y llenando la historia de dolientes desaparecidos que Ernesto Sábato hizo público con Raúl Alfonsín, pidiendo que «Nunca más» se repitiera tan brutal exterminio.

Respetemos a los políticos e indultemos a Borges, entendiendo que sus palabras pretendían condenar las actitudes antidemocráticas de los politiqueros, cuando dijo aquello de que “la democracia es un abuso de la estadística”, en la entrevista realizada en 1976 por Bernardo Neustadt, tres meses después del golpe militar de Videla en Argentina, que derrocó a Estela Martínez de Perón.

Seamos generosos con Jorge Luis y consideremos estas palabras como otra de sus grandes ironías, dirigida en este caso a los electoreros, al continuar diciendo: “ La mayoría de la gente no entiende de política y se dejan embaucar por una secta de sinvergüenzas, que son los políticos nacionales. Estos señores que van desparramando su retrato, haciendo promesas, a veces amenazas, sobornando, en suma. Para mí ser político es uno de los oficios más tristes del ser humano. Esto no lo digo contra ningún político en particular. Digo en general, que una persona que trate de hacerse popular a todos parece singularmente no tener vergüenza. El político en sí no me inspira ningún respeto”.

ESPEJISMO POLÍTICO

ESPEJISMO POLÍTICO

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espejismo

Las ilusiones ópticas producidas por los espejismos físicos debidas a reflexiones totales de luz cuando esta atraviesa capas de aire de diferente densidad, provocan que los objetos lejanos den una imagen invertida como si se reflejasen en el agua sobre la llanura del desierto, engañando a nuestros sentidos.

Pues bien, el debate sobre el estado de la nación ha puesto de manifiesto la crisis de espejismo que sufre el moisés libertador, merecedor de un despertador electoral que lo expulse del paraíso en que vive, ajeno a la realidad de la calle, desconocida para él en su onírico mundo de ilusiones mentales, contemplando ficticias imágenes, similares a las que aparecen en los desiertos, aparentando ver oasis alentadores en los resecos pedregales.

Esta grave crisis sensorial le ha llevado a percibir realidades inexistentes sin que nadie consiga despertarlo del feliz sueño donde descansa, percibiendo realidades diferentes a las que contemplamos y sufrimos el resto de los mortales, lejanas a la recuperación que produce un vaso de agua fresca en el siroco sahariano.

El gran prestidigitador distorsiona tanto la realidad que pretende hacer creíble lo imposible, presentando imágenes virtuales de paraísos inexistentes fruto de su calenturienta imaginación y mostrando ficticias realidades para embaucar la voluntad de los desprevenidos y confundir la percepción de los ingenuos.

Ilusiones mental que le lleva a conclusiones erróneas por carecer de lentes divergentes para separar la realidad de la ficción, favoreciendo la necesaria conversión política paulina que necesita en su ciego galopar al destierro ciudadano en las urnas.

De nuevo “tiene que llover” sobre la piel de toro para alejar de las tribunas al líder político menos valorado en las encuestas, por hacer lo contrario de lo prometido en una estafa electoral sin precedentes, agotando la paciencia colectiva con su desprecio a la inteligencia ciudadana, harta ya de groseras mentiras y privilegios inmerecidos de los hablamentarios.

REPRESENTATIVIDAD

REPRESENTATIVIDAD

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De todas las acepciones que tiene la voz “representar”, ponemos atención en la que define este verbo como la acción de sustituir a alguien, hacer sus veces o desempeñar su función en el lugar que corresponda, sea éste institucional o privado. Es así, que lo fundamental de la democracia es la representatividad, es decir, que el pueblo elige a quienes van a representarle y defender sus intereses.

Las urnas dan poder a los elegidos en las votaciones y otorgan legítima representatividad democrática, pero no conceden sabiduría a los elegidos, ni les impermeabilizan contra el error, ni garantizan la representatividad moral que exigen los electores a sus representantes, algo de mayor estima, valor y mérito que la suplantación legal.

Cuando los representantes populares pierden la legitimidad moral, quedan inhabilitados para el ejercicio de la función pública por mucho que apelen al resultado electoral, porque el pueblo no tolera el quebranto de sus intereses amparándose en la legalidad formal de las urnas, si la representatividad moral va por los despachos oficiales con la pata quebrada.

Deben saber los representantes ciudadanos que las papeletas electorales no son el antídoto universal que contrarresta el envenenamiento popular ante la injusticia social, ni el bálsamo de fierabrás que alivia el dolor por la falta de solidaridad, ni es poción mágica que consuela las mentiras institucionales, por mucho que los políticos se empeñen en apelar a la legítima representatividad de las urnas, cuando la representatividad moral ha huido por la gatera.

VOTAR Y OPINAR

VOTAR Y OPINAR

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Votar en unas elecciones democráticas consiste en otorgar la confianza a un candidato presentado a representar al pueblo, es decir, expresar de forma secreta la preferencia de cada cual mediante una papeleta electoral introducida en la urna. Además, opinar, consiste en expresar el parecer personal sobre algo cuestionable, sin certera evidencia.

Por otro lado, voces sabias y democráticas aseguran sin vacilar que una grandeza democrática consiste en dar el mismo valor a cada uno de los votos emitidos por los ciudadanos, de manera que cada votante puede optar libremente por entregar su papeleta al candidato que prefiera. Dicho esto, vamos con el juego.

Si polemizan los políticos en campaña electoral, ¿por qué no vamos a discutir civilizadamente los ciudadanos sobre aspectos electorales dignos de reflexión? Abramos, pues, la polémica, con el único animo de animar el debate, agitando pilares democráticos y provocando réplicas intelectuales que nos enriquecerán a todos.

La democracia otorga  libertad de opinión a todos los ciudadanos para que cada uno diga lo que quiera sin ofender al prójimo, lo cual permite opinar a todos los vecinos, permitiéndome decir que el voto no es más que una opinión personal e intransferible, traducida en papeleta electoral que se introduce en una urna a través de una rendija, para decir de forma anónima quién debe ocupar el cargo político que se somete a votación, siendo emitido el veredicto de acuerdo con la opinión subjetiva del votante.

Hasta aquí todos conformes, pero demos paso a la polémica admitiendo que todos los votos tienen el mismo valor, pero negando que todas las opiniones valgan lo mismo y deban ser tenidas en cuenta de igual forma, ya que la inteligencia y el nivel de conocimientos de los opinadores determina el valor y mérito de los veredictos pronunciados sobre la cuestión objeto de consideración.

Vale que todos los ciudadanos tenemos derecho a opinar sobre lo que nos apetezca, pero no todas las opiniones tienen el mismo valor, ni deben ser tenidas en cuenta de igual forma, porque los conocimientos, la experiencia, el talento de las personas y su personalidad, determinan el valor de las opiniones y el respeto que merecen, aunque algunas no merezcan ningún respeto porque quienes lo merecen son las personas, no las opiniones, por mucho que aspiren a ser respetables.

Es decir, si aceptamos que el voto es una forma de opinar, y que las opiniones no tienen el mismo valor, es difícil aceptar que los votos otorgados por los diferentes ciudadanos valgan lo mismo, concluyendo que las elecciones democráticas son un fraude de imposible solución.

Queda abierto el debate y el desacuerdo. ¿Quién toma la palabra?