Se debate hoy en el Congreso, – con inusitada urgencia -, la reforma constitucional que pondrá límite al déficit público, sin que los españoles hayamos recibido explicaciones convincentes ni se hayan arbitrado otras medidas que reducirían los gastos del Estado a la mínima expresión, respetando a los más desfavorecidos. Sí, porque serán éstos los sufridores de los recortes sociales que se avecinan, por mucho que el candidato socialista se empeñe en proclamar a los cuatro vientos, – cruzando los dedos -, que el Estado del bienestar se mantendrá intocable poniendo ese techo al despilfarro.
Al hilo del teatral debate que tendrá lugar en la Cámara, la socialista Elena Valenciano, Diputada en Cortes Generales de España y coordinadora de campaña de Rubalcaba, justifica el escamoteo de la consulta popular afirmando que necesitamos pertrecharnos con esa medida para salvarnos del hundimiento y que “como es urgente la reforma, el referéndum no cabe”. ¡Toma ya!
¿A qué se debe la urgencia, señora? ¿Cómo justificar un cambio constitucional con esta premura? ¿Por qué se modifica la Constitución a espaldas del pueblo? ¿Qué ha sucedido en los últimos días para obligarnos a abrir un melón tan delicado? ¿No sería más sencillo comenzar diciendo que los apretones de Merkel han provocado el “reformazo” y que Trichet nos ha impuesto el cambio? ¿Por qué los socialistas siguen empeñados en vernos con pantalones cortos? ¿Cuándo se darán cuenta los dirigentes de ambos partidos que somos un pueblo maduro, despierto e inteligente, al que no lograrán engañar con subterfugios, ocultaciones, engaños y procedimientos antirreglamentarios, por mucho que se empeñen en ello?
Por otro lado, la exsenadora en Cortes Generales de España y pluriempleada María Dolores, actualmente Presidenta de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, Secretaria General del Partido Popular, Presidenta del Partido popular de Castilla -La Mancha y Diputada en las Cortes de Castilla-La Mancha, conocida por disfrutar dos sueldos, dos indemnizaciones y un complemento que le permiten llevarse mensualmente más de 25.000 euros de vellón, sin contar los privilegios adicionales, las dietas y otras cosas menores, por hacer lo que hace.
Pues bien, esta listísima ciudadana justifica, – o mejor, no justifica -, la reforma constitucional por tratarse de algo que “comprenden todas las familias españolas porque no se pueda gastar más de lo que se tiene”.
Razonamiento perfecto si no fuera porque se queda a medias, ocultando una segunda verdad que desacredita sus palabras. Efectivamente, toda familia comprende que no puede gastar más de lo que gana si quiere evitarse problemas, pero es más cierto que si el padre se nutre en restaurantes de quince tenedores mientras el resto de la familia no come o se alimenta con patatas hervidas, es probable que se rebelen contra él. Si es la madre quien viaja en coche de lujo mientras los demás caminan con zapatillas de esparto, probablemente incendiarían el coche. O si el hijo despilfarra en juergas, cruceros y orgías el dinero de sus padres, mientras éstos van pidiendo por las esquinas, fácilmente lo echarían de casa.
No quiero hacer demagogia barata diciendo que con las decenas de miles de euros que se lleva mensualmente Cospedal de las arcas públicas viven muchas, pero que muchas, familias al mes. Pero sí afirmo que reduciendo los sueldos de los políticos, eliminando las dietas, suprimiendo los coches oficiales, reduciendo los guardaespaldas, anulando las tarjetas de oro, descartando las pensiones vitalicias, erradicando la corrupción política, obligando a devolver a los Ayuntamientos el dinero robado, evitando gastos multimillonarios en aeropuertos inútiles, reunificando ministerios, liquidando las subvenciones a partidos y sindicatos, disminuyendo el número de asesores y acabando con los chupópteros, la cosa iría mucho mejor.
Y si a esto se añade la erradicación del fraude fiscal, el aumento de tasas impositivas a los que no saben qué hacer con el dinero, la reduciendo el gasto militar y la eliminación de exenciones a loterías, premios, sorteos y apuestas, entre otras muchas cosas, quedaría resuelto el problema.
¿Por qué no se hace cuanto aquí se dice, si con ello no habría déficit, ni sería necesario modificar la Constitución, ni peligraría el Estado del bienestar?
Habría que preguntárselo a las señoras Valenciano y Cospedal, sabiendo que nos hablarían de la pesca del cangrejo en los cerros de Úbeda o de la veda de mariposas en la Antártida.