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COMIENZO COLONIZADOR

COMIENZO COLONIZADOR

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El 25 de septiembre de 1493, salió Cristóbal Colón desde Cádiz en su segundo viaje al nuevo mundo, con una flota de 17 barcos, 5 naos y 12 carabelas, albergando en ellas una tripulación de 1.500 navegantes, formada por artesanos, soldados y campesinos, a quienes se sumaron clérigos y herméticos arcones para almacenar el oro, porque el segundo viaje de Cristóbal tenía como objetivo la colonización ideológica y la esquilmación de riquezas.

Al llegar a las islas caribeñas, Colón se llevó el primer varapalo de los indígenas, pues no quedaba rastro del Fuerte Navidad construido en La Española con los restos de la carabela Santa María, ni hálito de vida de los 39 hombres que allí dejó para proteger al cacique Guacanagari de los caníbales, a cambio de un cofre lleno de oro, sin que los conquistadores entendieran que los nativos querían seguir en taparrabos con su cultura, creencias y tradiciones.

A partir de ese momento, la rapiña y los cristazos brillaron con su presencia, y el enriquecimiento de Colón fue imparable por ser nombrado almirante y virrey de los paisajes descubiertos, con derecho a recibir la décima parte de las riquezas en todas las conquistas que raalizara en aquel el territorio otorgado por bula del valenciano papa Alejandro VI para su colonización.

Tierras alejadas del japonés Cipango donde creyó fondear Colón, pensando haber seguido la ruta hacia el oeste para demostrar que la Tierra podía rodearse en barco, muriendo años después sin saber que en medio del océano estaba América entre Europa y Asia, ignorando además que Cipango quedaba a 15.000 km hacia occidente.

DESCUBRIMIENTOS DE LOS CONQUISTADOS

DESCUBRIMIENTOS DE LOS CONQUISTADOS

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Hace hoy 521 años que tres navíos españoles al mando del navegante Cristobal Colón llegaron a la isla bahanameña de Guanahaní, descubriendo que estaban donde no pensaban y convenciendo a los indígenas que no estaban donde ellos pensaban, a golpes de leyes, cristazos y latigazos.

Efectivamente, el descubrimiento de América permitió descubrir a los descubiertos, que no eran lo que consideraban que eran, ni sabían lo que creían saber, ni tenían lo que imaginaban tener, ni estaban donde sospechaban, ni les gobernaba el rey que obedecían, ni adoraban dioses verdaderos, siendo pecadores en pecado sin haber cometido pecado, que debían someterse a un Dios, un rey y una ley, desconocidos para ellos.

Los descubridores españoles descubrieron el nuevo mundo, pero los nacidos en ese mundo nuevo aprendieron con la llegada de los conquistadores lo que nunca sospecharon. Fue tan así, que los aborígenes propietarios de aquellas tierras, descubrieron con la llegada de los explotadores que no eran nativos, sino indios de una India en paradero desconocido.

Los nacidos en montañas y valles conquistados, descubrieron que debían sumisión, respeto y obediencia a un lejano rey que se había adueñado de sus propiedades.

Los conquistados descubrieron que no habitaban la “madre tierra”, ni la “cuna de los vientos”,  sino un territorio llamado América.

Los oriundos descubrieron las ropas, el calzado y la pólvora, dándose cuenta que estaban desnudos, descalzos y desarmados ante los arcabuces reales.

Los indígenas descubrieron que vivían en pecado, mereciendo por ello penitencias terrenales, torturas inquisitoriales y eternas llamas infernales.

Muchos originarios del nuevo mundo descubrieron el dolor de ser quemados vivos por adorar el sol y otros dioses ancestrales que les habían protegido durante siglos de todos los males, con los mismos beneficios que los cristianos habían recibido de su Dios, empeñados en seducir a los desconfiados a cristazo limpio.