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NUEVOS RICOS

NUEVOS RICOS

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El dinero fácil que la bonanza económica puso en manos de banqueros y especuladores sin escrúpulos, ha sembrado el país de nuevos ricos a quienes les falta el pedigrí, la prudencia, el talento y la experiencia de quienes heredan fortunas con solera guardadas en cofres blindados bajo una palmera. En esto e diferencian los clásicos millonarios de los nuevos ricos que ostentan poderío económico con tan grosero estilo trilero que indultan socialmente a los históricos ladrones de guante blanco.

¡Qué afán tienen los nuevos ricos en dar la nota! ¡Qué manía de exhibir los objetos robados a la puerta de casa! No es discreción lo que les falta, sino cerebro. No andan escasos de prudencia, sino de sustancia gris. No adolecen de criterio, sino de neuronas. Les ciega tanto la ambición que van tropezándose por la calle con sus propios errores.

¡Roba y calla, coño!, habría que decirles. Pero no pueden hacerlo. Tienen la necesidad patológica de exponer en el escaparate público sus tesoros, y esto es algo que no tiene remedio porque la sabiduría no se compra en ninguna taquilla. Ni el honor, la dignidad, el respeto, la discreción o la templanza.

Sólo pueden comprar con el dinero que afanan, cosas de poco valor aunque deban pagar muchos euros por ellas: coches de lujo, vinos de solera, licores exóticos, joyas de exposición, ropas exclusivas y obras de arte que utilizan como papel higiénico. Ignorancia en suma. Esa es la característica fundamental que define a estos nuevos ricos, aunque pretendan aderezarla con poses de escaparate.

Nuevos ricos horneados en pelotazos de los años ochenta; cocidos en la burbuja tecnológica de los noventa; o fraguados morteros inmobiliarios, pero cada uno de ellos con sus caprichos. Camacho, el mago de Gescartera, tenía como oficio coleccionar ropa. Javier de la Rosa mostraba su preferencia por los yates. Mario Conde metió la mano en la caja para comprar fincas donde cazar ingenuos de pacotilla. El dinero que tenían los de Afinsa y Forum en el álbum lo emplearon para comprar coches y barcos. Y el vulgarón de Roca se emborrachaba con Petrus de dos mil euros en la bañera, mientras abrillantaba con antiarrugas la varita mágica de las recalificaciones urbanas.

CHORICETES

CHORICETES

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Que Salamanca es tierra de buen chorizo y mejor jamón lo saben quienes vienen a vernos para cargar la mochila con tripas de cerdo rellenas de carne cruda picada, adobada con pimentón y curada al humo, que hacen las delicias de familiares y amigos, cuando les invitan en su casa a merendar.

Pero este enfundado alimento no llama nuestra atención, dedicada hoy a los choricetes, un nuevo fiambre elaborado con carne humana que urge embutir entre barrotes, ya que tales embuchados no son comestibles por faltarles una curación y solera, imposible de obtener en templados microclimas.

No intentéis cortar unas rodajas de estos choricetes porque están blanditos de moral y son incomestibles. Que no han madurado éticamente, vamos, y por eso acabarán en la basura. Carne de segunda clase, barata, que sólo puede conservarse sin problemas en una celda a la temperatura ambiente.

Estos choricetes carecen de prudencia, talento y discreción, porque van sobrados de chulería, cinismo y desvergüenza. Trileros políticos que han comenzado a proliferar como champiñones otoñales, uniéndose como gremio medieval en la ACHU (Asociación de Choricetes Unidos) con el fin de defender su rateromomio de intromisiones ciudadanas, que no judiciales, porque la ley  decidirá algún día reunir todas las manzanas podridas en un solo cesto, levantando su índice para indicarles el camino más corto hacia el reposo duradero, que muchos desearían perpetuo.

¿Será cierto que hay choricetes por localizar en ese santuario de corrupción donde se cambian contratos, convenios y concesiones por bolsas de dinero y regalos de diferentes colores, formas, precios y tamaños? Es seguro que los choricetes conocidos no son los únicos ni los últimos que conoceremos. En despachos amurallados de muchas ciudades puede haber cómplices que con su silencio permiten que la bola de nieve engorde hasta echar abajo el caseto donde se brinda con cava, vino y horchata por la amistad y el intercambio.

¡Qué afán tienen los choricetes en dar la nota! ¡Qué manía de exhibir la prepotencia hasta en la puerta de los juzgados! No es discreción lo que les falta, sino cerebro. No andan escasos de prudencia, sino de sustancia gris. No adolecen de criterio, sino de neuronas. Les ciega tanto la soberbia que van tropezándose por la calle con sus propios errores y cayendo torpemente en las trampas que ponen a los demás.

¡Tomad y callad, coño!, les dicen los beneficiarios de sus favores. Pero ellos no lo hacen. Tienen necesidad patológica de poner en evidencia sus chorizadas, y eso ya no hay quien lo borre. Muestran en público los regalos recibidos, y esto es algo que no tiene remedio.  Caen en trampas judiciales y eso les condena, porque lo evidente no necesita demostración alguna. Algunos niegan cínicamente las chorizadas y esto nadie lo olvida. Pero otros mienten al pueblo que les da su confianza en las urnas y estamos a la espera de respuesta.