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JUSTICIA Y DERECHO EN UNAMUNO

JUSTICIA Y DERECHO EN UNAMUNO

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Conferencia ayer en el Colegio de Abogados, con Unamuno en la solapa por bandera, para decirle a juristas, amigos y asistentes que don Miguel no vio en el horizonte más justicia que el perdón, porque el castigo envilece los veredictos de culpabilidad.

Militar en el krausismo, compartir la ideas de Ganivet y ser amigo de Dorado Montero no podía acabar más que en un hombre defensor de justicia indultora. Eso pensaba Unamuno cuando defendía con fe ciega la vocación correctora de las sentencias que lleva al compromiso ético, alejándose de la condición sancionadora.

Bien es verdad que hablaba de un concepto moral y pedagógico, alejado de toda consideración jurídica para un hombre como Unamuno que desacreditaba el Código Penal, pariente de la Ley del Talión, al olvidarse de rehabilitar al ofensor. Solicitaba este sentidor abolir las penas como sufrimiento impuesto al delincuente para hacerle expiar su delito, y sustituirlas por medidas de carácter preventivo y tutelar.

Unamuno, Montero, Maldonado y Giner consideraban a los delincuentes como débiles y desdichados que necesitaban más protección que castigo, por lo que el tratamiento de la delincuencia debía ser un caso particular de la tutela que debe otorgarse a los desvalidos, para rehabilitarlos socialmente.

Acepta don Miguel con gusto que se le llame antinomista, es decir, enemigo de una ley externa, inflexible, sancionadora, impuesta y dura, porque era partidario de una ley de inspiración moral, ética, correctora, mística, viva e interna que tuviera su origen en la propia conciencia del sujeto. Tal vez por eso repudia la pena eterna del infierno y las condenas impuestas fríamente por los jueces, distantes, sociales y objetivas.

No sólo de pan, – decía Unamuno -, sino de justicia, vive el hombre, pues los problemas de pan no son sino problemas de justicia, y es preferible un desorden justo que un orden injusto. La Justicia es algo más hondo y más grande que el Derecho porque donde hay justicia hay verdad, hay libertad, se pueden proclamar las verdades a todos los vientos y darle a cada uno lo que corresponde. Si amamos la verdad, debemos amar la justicia, porque justicia y verdad son todo uno.

Todo ello no le evitó tener siete pleitos con la justicia, dos como testigo y cinco como imputado. Ser condenado a dieciséis años de cárcel por cantarle al rey Alfonso y a Cristina las cuarenta. Y recibir sanciones económicas, para acabar finalmente deportado a Fuerteventura por el Directorio de Primo de Rivera y Martínez Anido, por delito de opinión, al tiempo que le suspendían de empleo y sueldo, desposeyéndole de la cátedra, el vicerrectorado y el decanato, cargos para los que fue democráticamente elegido por sus compañeros de claustro universitario.

ADVERTENCIA

ADVERTENCIA

Que nadie se llame a engaño. Los ciudadanos que deseen mantener hoy día el equilibrio emocional necesario para sobrevivir en la jungla que habitamos por culpa de los de siempre, deben mantener un estado de alerta permanente porque a la primera de cambio pueden verse enfangados en intereses ajenos,  ser cómplices de rentables mentiras para quienes las promueven y sufrir idénticas manipulaciones a los muñecos de un guiñol, por quienes dominan los medios de comunicación, verdaderos creadores de opinión en aquellos que no están suficientemente despiertos.

Saber leer un periódico con objetividad y criterio personal. Asistir a una conferencia con la mente prevenida por lo que pueda llegar a nuestros oídos. Participar en una tertulia con sordina a palabras necias y opiniones ajenas tomadas de terceros. Ver un noticiero televisivo con filtro inteligente de imagen y sonido. Y poner un velo a toda la bazofia dispersa en páginas de periódicos, emisoras de radio y pantallas televisivas, es una exigencia de nuestro tiempo para todo el que quiera ser dueño de sus propios juicios, sentimientos y opiniones.

Estad alerta amigos porque el depredador social no descansa en su insaciable búsqueda del incauto, el crédulo o el imbécil para llevarlo a su redil y obtener de él cuanto ambiciona para satisfacer su ambición de poder y dinero. Seductor de mentes ingenuas, siempre con el ojo en el punto de mira sobre las piezas desprevenidas para cazarlas al menor descuido de éstas.