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ANIVERSARIO REPUBLICANO

ANIVERSARIO REPUBLICANO

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Hace hoy ochenta y tres años que Unamuno proclamó la Segunda República Española en la Casa del Pueblo de la Federación Obrera salmantina, y más tarde desde el balcón del Ayuntamiento, recibiendo vítores y ovaciones de los miles de ciudadanos que abarrotaban el ágora charra, antes de ser nombrado alcalde honorario perpetuo del Concejo salmantino.

En el aniversario de la República, conviene recordar que ésta no tuvo rabo, ni piel de exclusivo color rojo, ni apestaba a azufre recién quemado, ni fue dañina para la salud, ni estuvo contaminada de maldad, ni traicionó nada, ni estafó a nadie, ni tuvo cuernos de macho cabrío, ni topó contra los derechos ciudadanos, ni arañó dignidades nacionales.

Fue la República estímulo cultural, manantial de intelectualidad, fuente de creatividad y esperanza de conquistas sociales, que cristalizaron en la reducción del analfabetismo, el fomento de la participación, la mejora sanitaria, el desarrollo industrial y la consagración de libertades.

Con la Segunda República se revivió en el país un nuevo Siglo de Oro, acumulando escritores, pensadores, músicos, científicos y artistas de reconocida talla mundial, que promocionaron en el mundo la marca España con una fiabilidad muy superior a la pretendida en estos tiempos de impunidad y corruptelas.

Trajo la Segunda República el sufragio universal, las Cortes unicamerales, los jurados populares, la reducción del centralismo, los derechos laborales, la legalización del divorcio, la verdadera aconfesionalidad del Estado y la protección de familias, ancianos, enfermos y niños.

Eso fue la República, y no otra cosa como tratan de hacernos creer los cortesanos a quienes aspiramos a organizar el Estado con una autoridad elegida por nosotros, eliminando privilegios hereditarios propios de tribus perdidas y desvalidas, incapaces de moderarse porque la cultura les falta y les sobra inmadurez.

UN SORTEO IMPIDIÓ QUE UNAMUNO FUERA CONCEJAL

UN SORTEO IMPIDIÓ QUE UNAMUNO FUERA CONCEJAL

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El empate a votos que se ha producido en diferentes localidades entre el Partido Popular y el PSOE, ha obligado a dirimir tan excepcional equilibrio de fuerzas con un sorteo, para decidir qué lista ocuparía la alcaldía. Tal situación obliga a bucear en hemerotecas del siglo XIX para sacar a la luz una exclusiva mundial, desconocida y merecedora de reflexión, en estos días previos a la constitución de los nuevos ayuntamientos.

El domingo 12 de mayo de 1895 los ciudadanos de Salamanca fueron a las urnas para elegir concejales del municipio, siendo más votados los que figuran en el primer recorte del periódico, donde puede verse la militancia política de cada uno de ellos, figurando Miguel de Unamuno como candidato al concejo por los socialistas. Noticia que fue publicada en el diario local “La Información”, correspondiente al lunes 13 de mayo:

Realizado el escrutinio de las papeletas, resultaron igualados a 173 votos el abogado conservador Sandalio Esteban y el catedrático socialista Miguel de Unamuno, por lo que tuvo que reunirse el consistorio el viernes 17 de mayo para decidir por sorteo quién de los dos ocuparía la concejalía, con el resultado que el mismo periódico publicó al día siguiente, anunciando que don Miguel de Unamuno quedaba fuera del Ayuntamiento salmantino.

Hasta aquí la noticia. Pero conviene reflexionar sobre un aspecto que puede haber pasado desapercibido a quienes no hayan leído atentamente la misma: los votos se daban a las personas concretas, no a listas cerradas elaboradas por los partidos. Es decir, que ya a finales del siglo XIX la población tenía satisfecha una de las aspiraciones que hoy parece imposible de lograr, aunque sean millones los ciudadanos que demandan listas abiertas, en las que se pueda votar a los candidatos individualmente para el Congreso y Concejo, y no a los partidos que cierran las listas, obligando a muchos con ello a rechazar una partitocracia que pudo ser afortunada en la transición, pero que hoy no convence a nadie.

 

LISTAS ABIERTAS

LISTAS ABIERTAS

Versodiario 8 :

Dadnos la oportunidad                                                                                                                        de elegir representantes,                                                                                                                  sin proponernos en listas                                                                                                                  vuestros fieles militantes

LISTAS ABIERTAS

A primera vista, en democracia somos los ciudadanos quienes decidimos los representantes que a nuestro juicio merecen sentarse en el concejo o en los distintos parlamentos, pero no es así. Se vota a los partidos, no a las personas, olvidando que son éstas las que hacen posibles los cambios y el progreso. Pero quienes deciden los ediles y congresistas en nombre del pueblo son los partidos políticos, presentando listas cerradas y bloqueadas, por riguroso orden de codazos, según establece la ley para las elecciones al Congreso, sedes autonómicas y concejos.

Sistema de listas cerradas que no tuvo sentido siquiera a finales de los años setenta cuando se estableció para fortalecer los partidos políticos, después de su larga travesía de cuarenta años por el desierto. Pero hoy habría que dar opción a los ciudadanos de escoger nominalmente a sus representantes, con un sistema que permitiera a los sufridores votantes elegir los candidatos que le recomendara su buen sentido.

No hablo de listas abiertas convencionales – tan cerradas como las que así se llaman -, que dejan en manos de los partidos la selección de aspirantes, en una grosera maniobra intelectual de manejo político, que niega a los ciudadanos la verdadera soberanía que se mantiene en poder los partidos, al ser éstos quienes deciden los candidatos. Relación de poder descendente, cuando deberían ser los votantes protagonistas de listas realmente abiertas en las que pudiera figurar cualquier ciudadano, por quimérico que esto parezca.

Las listas abiertas a que me refiero pondrían la partitocracia en su sitio y a los partitócratas en remojo; implicarían a los representantes elegidos con sus electores; las órdenes del jefe se sustituirían por los deseos populares; se limpiarían las instituciones de personas no deseables por los ciudadanos; estimularían la presencia de votantes en las urnas; desaparecerían las luchas internas por ocupar puestos de salida; corresponsabilizarían a los electores en la gestión que hicieran los elegidos; y los procesados, corruptos, enviciados, tramposos y embusteros, tendrían su espacio en el fango pestilente de pozos residuales abandonados en islas desiertas.