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RÉGIMEN COLEGIAL EN EL RENACIMIENTO SALMANTINO

RÉGIMEN COLEGIAL EN EL RENACIMIENTO SALMANTINO

Colegio de Calatrava 1896_thumb[2]

El retorno a las aulas tras las vacaciones navideñas, cuando a Salamanca regresan los estudiantes foráneos para ocupar los Colegios Mayores de la ciudad, nos da pie a recordar cómo era el régimen interno de tales centros en época renacentista de máximo esplendor del Estudio salmantino.

Los Colegios Mayores gozaban entonces de gran prestigio y reconocimiento en la población y entre los propios estudiantes, pues fueron concebidos para educar hombres bien nacidos y virtuosos, a los que se exigía delicada cortesía, refinada urbanidad, capacidad de sufrimiento, demostrada piedad, humilde obediencia, probada castidad, firme voluntad, mucho trabajo y asentada modestia.

En principio se construyeron para ayudar a los estudiantes procedentes de familias humildes que demostraran capacidad intelectual para el estudio y un espíritu disciplinado, con objeto de evitar que se perdieran talentos útiles al reino sólo por falta de recursos económicos.

Los colegios estaban ocupados por becarios, familiares, criados, capellanes, personal de servicio y los llamados porcionistas que iban sólo a recibir lecciones y a comer, pero que dormían siempre en casa de sus padres. El horario de los internos era duro, pero más flexible que en los conventos.

En los Colegios no se podía practicar ningún tipo de juegos, ni recibir visitas de mujeres, ni tener disputas entre ellos, ni gozar de diversiones frívolas y mundanas, porque la banalidad no tenía cabida estatutaria en estos centros, aunque la realidad fuera muy distinta a lo reglamentado.

Durante el curso se levantaban a las seis de la mañana, para ir directamente a la capilla a celebrar la misa, antes de tomar la primera colación que precedía a las clases de Prima. A las diez tenían la segunda colación a base de verduras, carnes, pescados en salazón y quesos, después de la cual se les concedía una hora de descanso. Transcurrido este tiempo, pasaban al estudio o a la biblioteca donde realizaban las lecturas y trabajos encomendados por los profesores, antes de la tercera colación que tenía lugar a las cinco de la tarde, casi siempre a base de cocido o legumbres calientes. Después pasaban al estudio comunitario hasta el momento de matar velas que coincidía con las diez o las once de la noche.

EL ARTE

EL ARTE

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No existe manifestación más deleitosa de la actividad humana que supere la visión personal que hace un artista sobre algo real o imaginario, utilizando pinceles, pentagramas, diccionarios, tutús, obturadores, cámaras y cinceles, como recursos plásticos que dan vida al arte que duerme en su alma.

El placer que produce y el bienestar que genera, es lo que hace del arte objeto necesario y colación obligatoria para alimentar el espíritu, en medio de una sociedad ocupada en nutrir el cuerpo y amamantar cuentas corrientes, sin percibir que tales pitanzas no avituallan la felicidad que buscan donde no se encuentra.

Al arte sólo se llega a través de lo inaprensible, invisible e indivisible, conjugando en soledad armonías estéticas, ignorando los rostros de quienes las comparten con los artistas y desconociendo su paradero, pero sabiendo que en esa hermandad anónima se produce el encuentro de las almas gemelas.

Pero el arte tiene sentido, orientación, cauce y ruta marcada por el ingenio a golpe de trabajo, inspiración, imaginación y creatividad consciente, que traduce la intención del artista en formas, arpegios, colores y páginas, capaces de parar el tiempo en los relojes y dilatar de asombro las pupilas.

Consigue el arte dar forma a todo lo que carece de ella, materializando ideas, condensando imágenes oníricas, cristalizando percepciones y haciendo posible el milagro de la vida que duerme en la imaginación, sin propósito de renacimiento hasta que el creador pone su aliento sobre lo imperceptible.

Gran virtud del arte es la donación generosa de su inocencia, sin pedir a cambio más que eslabones compartidos para formar cadena de esperanza y redimirnos del tedio y la decepción que campa por sus respetos en una sociedad calcinada en el codicioso horno materialista.