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Etiqueta: cofrades

DISCUTAMOS MÁS

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En algunas tertulias formadas por cofrades sabelotodo que pululan por radiobasuras y telestercoleros, se bronquea mucho y se discute poco, porque en esos muladares  vuelan los excrementos verbales contra las pantallas, salpicando de mierda a ciertos vecinos complacidos con las salpicaduras.

Se vitupera, se miente, se insulta y se descalifican personas e instituciones, con argumentos que no son tales, en medio de ruidosas broncas sostenidas a bocinazo limpio por los tertulianos y sin atender al adversario, en vez de examinar atentamente una materia, contender y alegar razones justificadas y distintas al oponente.

En este país sobran broncas y faltan discusiones.

No sabemos si es por la radiación solar o a causa de los vientos sureños, pero en esos albañales se discute poco, si por tal se entiende la exposición moderada de ideas, la honradez de los argumentos, la cortesía en el turno de palabra, el respeto a otras opiniones, la objetividad de los juicios, la ausencia de dogmatismo, el cotejo de doctrinas y la aceptación de errores.

En las zahúrdas citadas y en otros vertederos por mencionar, no se discute, se bronquea. Es decir, se imponen criterios, se adoctrina a los oyentes, se vocifera sin sentido, se interrumpe al oponente y se transforma la sentina foral en una jaula de grillos donde el griterío perfora los tímpanos y los argumentos espantan al menos común de todos los sentidos.

Los telebasureros deben saber que la discusión persuade y la bronca impone. La discusión gana adeptos y la bronca los espanta. La discusión respeta y la bronca escarnece. La discusión calma y la bronca altera. La discusión escucha y la bronca oye. La discusión libera y la bronca encadena.  Todo ello porque la discusión es elegante y la bronca grosera. La discusión humilde y la bronca soberbia. La discusión sabia y la bronca ignorante.

Son muchos los que van por el mundo de bronca en bronca, dando tortazos a las personas que señalan los patrones que les pagan los serviles servicios que prestan estos mercenarios.

LÁGRIMAS DE COFRADES

LÁGRIMAS DE COFRADES

La bendición del cielo que la lluvia derrama sobre los campos se torna en maldición para los cofrades que no pueden exhibir por las calles las imágenes que adoran, para hacer realidad el dicho de que nunca llueve a gusto de todos. Pero, claro, el Señor debía tener en cuenta la devoción de sus fieles y el deseo de adorar las imágenes que le representan, retrasando unos días esa agua bendita para dejar contentos a todos.

No sé si los cofrades se habrán ocupado de hacer rogativas inversas para contener los chubascos o han confiado en su Cristo más de lo debido, pensando que Él iba a hacer algo sin que nadie se lo pidiera, utilizando su poder infinito y su eterna bondad. Lo cierto es que un año más han rodado desconsoladas lágrimas por las mejillas de costaleros y devotos.

Un ignorante me ha preguntado si en las procesiones se adora la madera, porque en cierta ocasión le contaron que al robar la imagen de la Virgen de la Peña de Francia se hizo otra parecida, y al descubrirse luego en un pozo los restos de la “auténtica”, se introdujeron éstos en la nueva para que la imagen mantuviera el sobrenatural poder de la anterior. No lo sé, respondí.

Pero sí debe saber este inculto, que Salzillo, Juan de Juni, Berruguete o Benlliure basaron sus creaciones en modelos reales de la época y reprodujeron sus rasgos fielmente, con la misma fidelidad que podrían hacerlo hoy los actuales escultores con alguna meretriz, una folclórica o cualquier presidiario. Es el agua bendita que sale de la bola agujereada del hisopo la que produce el milagro de transformar la figura tallada de un ídolo mundano en venerable imagen milagrosa, capaz de enajenar y emocionar a los devotos que mantienen una fe tradicional más estable que la del entrañable lechero del violinista en el tejado.

Pidamos a don Anselmo, el párroco de Churriego, que saque a pasear sus imágenes y eleve rogativas al cielo para que el hombre del tiempo cambie las borrascas por anticiclones con el fin de que sean lágrimas devotas emocionadas de alegría las que viertan los cofrades, y no de dolor y desconsuelo al verse privados de pasear por las calles las imágenes que veneran.

EXPLICACIÓN Y GRATITUD

EXPLICACIÓN Y GRATITUD

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EXPLICACIÓN Y GRATITUD

A veces lo necesario toma carácter urgente, desplazando el orden establecido a la papelera para dar paso a explicaciones requeridas por el amigo que se da por aludido, sin tener razones para ello.

Tenía ya escrita la entrada de hoy, Sábado Santo, cuando recibo el correo de un amigo en mi dirección de gmail, diciéndome que en la entrada del Miércoles Santo titulada “Imagenofobia” no se encuentra incluido en el grupo de ¿creyentes? aludido por mí en el texto, y debo contestarle desde este cuaderno para hacer pública mi solicitud de perdón y darle explicaciones.

Por supuesto, Santiago, que tú no estás entre los católicos que pretendía censurar y caricaturizar en mi bitácora, como tampoco están en ese grupo: Casaldáliga, sor Raquel Díaz de Cerio, Hélder Cámara, Casimiro, la madre Teresa, el padre Ferrer, nuestro querido Ángel, y tantos y tantos católicos, así Católicos, con mayúsculas, para distinguirlos de los católicos de escaparate y bisutería.

A éstos últimos quería referirme en la nota que inserté ese día. A los que patrocinan un Dios mercader y vengativo, satisfecho con el dolor de sus fieles. A los que promueven un Dios que exige renunciar a la condición de hombre, que castiga la sexualidad y antepone la castidad al amor. A los que apadrinan un Dios complacido con quienes van a misa y siguen robando, calumniando y corrompiendo, mientras toleran inmóviles la miseria que pasa por delante de su puerta. A los cofrades que se disfrazan y exhiben en las procesiones legitimando un Dios que bendice la hipocresía y la falta de compromiso evangélico de sus vidas. A los que pretenden salvaguardar actitudes contrarias a la fe que dicen profesar creyendo en un Dios que acepta a su lado a quienes pasan por la vida ocupados solamente en su enriquecimiento y lucro personal. A los políticos que utilizan el espectáculo procesional como bandera para mostrar públicamente una fe en valores evangélicos que no practican.

A estos sepulcros blanqueados me refería en mis reflexiones, Santiago. No a los que como tú comprometen su fe cada día por la felicidad de los demás, aunque seáis muy pocos los católicos que esto hacéis en la ciudad, incluyendo a los profesionales de la virtud que bendicen a los miles que acuden a las iglesias dándose golpes de pecho en vez de golpear la pobreza, miseria, desprecio y abandono que sufren muchos de sus hermanos, hijos también del Dios que aparentan venerar.

Gracias por tu compromiso, Santiago, por tu ejemplo, por tu testimonio y por tu amistad.