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DESEMPLEO Y SUBSISTENCIA

DESEMPLEO Y SUBSISTENCIA

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Hay quienes dicen que el paro genera delincuencia, cuando en realidad lo que aumenta la criminalidad es la necesidad de subsistencia, por mucho que los provocadores de la crisis se empeñen en llamar delito a la obligación vital de comer, exigida por el instinto natural de supervivencia.

Es el hambre, la explotación laboral, los humillantes salarios, la usura bancaria, el despido libre, la estafa financiera, el abuso especulativo, la impunidad de los estafadores, los recortes vitales y la pérdida de derechos fundamentales, lo que ha convertido el delito en justificación de redención delictiva.

Los códigos legales se han convertido en armas arrojadizas contra la miseria que lleva al hurto de alimentos o robo de dinero para adquirirlos, inundando las calles de personas desfavorecidas que deambulan por los contenedores de basura, en busca de algún desperdicio con que engañar el hambre que atenaza su honradez.

Es el engaño masivo de las participaciones preferentes lo que lleva a la rebeldía social de los damnificados por las trampas urdidas en despachos especulativos, aprovechando vilmente la ignorancia y confianza de los clientes en sus consejeros bancarios.

Son las leyes trasnochadas, descompensadas e injustas las que llevan a los ciudadanos desahuciados a rebelarse contra ellas, ante la sordera política y la indiferencia de los depredadores, que comparten con ellos mantel en los banquetes.

Es la obligación legal impositiva de mantener embriones indeseados en los vientres, lo que mueve a la rebelión de la sociedad ante la infeliz vida que espera a padres y descendientes con mutilaciones mentales.

Pero los explotadores del hambre han de tener cuidado porque la desesperación de los ciudadanos que no tienen nada que perder, puede llegar a transformar los suicidios en homicidios, llevándose con ellos a mejor vida a los responsables de su tragedia.

JUSTICIA HUMANA EN TIEMPO DE REDENCIÓN DIVINA

JUSTICIA HUMANA EN TIEMPO DE REDENCIÓN DIVINA

La dimensión social de leyes punitivas más cercanas a la del Talión que a la idea moral de corrección del delito, exige pedir unos códigos legales más regenerativos y pedagógicos que ayuden a la reinserción social del delincuente.

Las rendijas legales por las que se escapan tantos transgresores de guante blanco, corbata de seda y camisa almidonada, apremia a solicitar una justicia más ciega de la que se pasea con una flor en la solapa por los pasillos de algunos juzgados.

Las condiciones en las cuales se hacinan los detenidos preventivos en los sótanos hormigonados de los calabozos, a la espera de prestar declaración ante sus señorías, fuerza a pedir otras condiciones de retención.

Y la condena que sufren los presos de guante negro y navaja oxidada en las cárceles, obliga a detener los pasos en vísperas de la redención cristiana e implorar la salvación de los condenados por una justicia impersonal y abstracta, que socializa la condena sin tener en cuenta la individualidad del sujeto y la responsabilidad que la propia sociedad tiene en la comisión del delito.

No puede castigarse a un culpable si otros delincuentes eluden la pena quitándole la venda a la justicia, porque en tal caso es preferible la impunidad a la ley del embudo.

No pueden dictarse códigos sociales de justicia con imposición de duras penas, sin inspiración regeneradora, aplicadas a quienes más necesitan protección y ayuda, cuando la  sociedad los deja al pairo de la vida, exigiéndole cumplir sus reglas en condiciones de extrema supervivencia.

Los delitos son creación política, pero el fin de las leyes debe ser la corrección del delincuente y no su eliminación o aislamiento forzado sin posibilidad de redención, y si el Estado sanciona al ciudadano debe ser con la única intención de mejorarlo. Por eso, el delincuente tiene derecho a exigir educación y protección a la sociedad, pues la determinación del hombre hacia el delito no puede eliminar la responsabilidad de la sociedad en recuperarlo para el trabajo y la vida común.

Todo esto tiene poco que ver con el mundo real de la justicia, pero en tiempo litúrgico de redención pecadora, bueno es pedir a la sociedad medidas preventivas, tutelares y regeneradoras de quienes sufren el calvario de una pena carcelaria sin esperanza en la resurrección que mañana exonera a los cristianos de los pecados cometidos contra su Dios, por conculcar la ley divina.