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Etiqueta: cobardía

ME DUELE GRECIA

ME DUELE GRECIA

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HEALING

A veces no basta con gritar más alto para acallar el ronquido del hambre, ni desempolvar pesadillas en la sombra da respuestas a los interrogantes que deja la miseria en paredes y pancartas, cuando la duda garabatea palabras inasequibles al libro sagrado y el pentagrama social entona consignas inaudibles para los depredadores.

La paz de los tratados evita resplandores de bombas en las noches negras de la barbarie, es cierto. Pero es más verdad que la sinrazón de la mortal guerra fría extermina sin pólvora almas inocentes mostrando los colmillos tras la sonrisa de hiena, sin disparar con plomo a cuerpos anémicos condenados a muerte por una ambición amparada en pacíficas leyes exterminadoras.

Los suicidios griegos a los pies de Atenea no son fruto inexplicable del azar, sino cumplimiento de mandatos dictados por quienes contemplan desde su olimpo la mortuoria secuencia de vidas abandonadas, inaccesibles a las páginas de periódicos y pantallas televisivas en un intento de evitar contagio de la epidemia fúnebre que se expande entre sus gloriosas piedras.

Pero callar es cobardía y mirar para otro lado, apocamiento, cuando la sangre del prójimo grita rebeldía contra al látigo financiero que fustiga inclemente la espalda dolorida de un pueblo que pide limosna para sobrevivir, ante la indiferencia de los vecinos del sur que esperan mansamente su turno a la puerta, resignados al inmerecido destino que les espera.

MIEDO

MIEDO

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Es el miedo profunda caverna que se hace cada vez más tenebrosa cuanto más se penetra en ella por el camino empedrado de la cobardía, llegando a perderse en el silencio las huellas del redentor sendero que conduce a la luz, pues la oscuridad que alimenta el miedo es mayor que la esperanza en la resurrección.

El miedo forma parte esencial de la raza humana, es un componente básico de su estructura vital y acompaña al ser humano desde que el primer homínido apareció sobre la Tierra azarosamente, permaneciendo milenios hermanado a su constitución personal, inseparable y afiliado a él como el grano de trigo a la espiga.

El ser humano tiene miedo a toda novedad impredecible que escape a su control y dependa de voluntades ajenas. Por eso teme a la nada, a lo invisible, a lo desconocido, a la muerte, a la soledad, al sufrimiento, a la enfermedad, al paro, al castigo y a perder amores, amigos o salud.

Pero conviene saber que el poder otorgado por su primogenitura, puede ser derrotado con la entereza del valor, la intrepidez del arrojo y el denuedo del coraje, porque el miedo no es invencible, y sale huyendo por la gatera cuando la osadía entra por la ventana. Eso explica el renombre de los héroes que sometieron el miedo al atrevimiento para vencer la resignación y el triunfo inevitable del pueblo que arrinconó temores colectivos alentando revoluciones que han cambiado el rumbo de la historia

Pero el invento de dioses a quien adorar y ofrecer sacrificios para eliminar el miedo a la contingencia humana, ha multiplicado la turbación que pretendía evitarse, porque se ha extendido el temor a los propios dioses que fabricamos para liberarnos de él, siendo la muerte la gran liberadora de todos nuestros miedos.

23 – F

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Bueno

Los convocantes de las manifestaciones que hoy van a celebrarse nos piden que acudamos a ellas para luchar contra el paro y la corrupción, con la misma fuerza que rechazamos hace hoy 32 años los vesánicos disparos que hicieron al techo del Congreso algunos tricornios enajenados, entre los miles de mentes sanas que forman tan prestigioso cuerpo de seguridad del Estado.

Años convulsos aquellos en que los etarras y las luchas ucedistas internas despertaron el ánimo de algunos salvapatrias herederos directos del franquismo, como puede suceder ahora con demagogos populistas que brotasen en tierra indignada, regados por la cobardía política de quienes someten la voluntad popular a la ambición de los consejos de administración de las entidades financieras y no miran de frente la corrupción política.

Con los pies en el suelo, pisando el fango y sin apelar al catastrofismo, vemos que se está formando un peligroso cóctel social de consecuencias imprevisibles donde se mezclan gotas de incompetencia política, con chorritos de injusticia social, cucharadas de corrupción y litros de cinismo, junto a cisternas de indignación ciudadana y paro laboral, que pueden ser preludio de inevitable desobediencia civil por parte de las fuerzas del orden, los sanitarios, jueces, funcionarios, honrados militantes políticos, bomberos, profesores, cerrajeros y gente de buen vivir.

Hace 32 años nos sublevamos contra el esperpento golpista protagonizado por un puñado de visionarios, y hoy levantamos hoces y guadañas de indignación contra el abuso, desprecio y ruina que sufren los inocentes de la tragedia, mientras los causantes de ella se pasean por la cubierta de barcos que navegan a toda vela por encima de la miseria rumbo a paraísos financieros, sin percibir los tijeretazos sociales y sacrificios que reciben injustamente quienes no provocaron el naufragio.