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PACIENCIA

PACIENCIA

Paciencia es lo que necesitamos los españoles que deseamos ver en la trena a quienes se están salvando de ella huyendo “del nido” y corriendo entre las “matas” junto al «baracaldés», protegidos por fiscales que sólo ponen atención en ladrones de gallinas y descuideros hambrientos, sin mirar a los despachos donde llenan de dinero bolsas de basura los capos de guante blanco.

Ahí está Núñez, el expresidente del Barça, condenado a seis años de prisión por el caso «Hacienda», paseándose tranquilamente por las calles catalanas.  Del Nido, presidente del Sevilla y condenado a siete años y medio de cárcel por el caso de las «Minutas», poniéndose moreno con rayos UVA. Y el ínclito señor Matas tomándole el pelo a propios y extraños durmiendo en su palacete, sin cumplir la sentencia que le ha condenado a seis años de cárcel por corrupción en el caso «Palma Arena». Todo ello por orden, obra y gracia de los fiscales, para dejar bien patente lo que ya es de dominio público, por muy ceremonial que se pusiera el monarca en el discurso navideño.

Resignacion, amigos, y paciencia, mucha paciencia. Y cuando hablo de paciencia no me refiero a ese pequeño bollo redondo, hecho con harina, huevo, almendra y azúcar y cocido en el horno, como se cuecen las corruptelas en fogones institucionales. Me refiero a la capacidad para soportarlo todo, sin alterarnos. A esperar sin esperanza lo que tanto esperamos. Hablo de la paciencia que necesitaremos para compartir las aceras con quienes han atropellado la justicia en los pasos de peatones, con la ayuda de fiscales dispuestos a esperar cien años a que se resuelvan estratégicos recursos interpuestos por quienes no están dispuestos a oír cerrojos a sus espaldas.

Basta con entreabrir una rendija el sentido profético, para ver en palcos balompédicos a los condenados. Basta sintonizar cualquiera el dial para enrojecer de vergüenza con las noticias fiscales que llegan. Y basta oír pacientemente los ruidos fiscalizadores, para tener muchas opciones a ganar un certamen de novela corta.

Existe el deseo estéril de ver anuladas las leyes relativistas en el ámbito fiscal, moviendo las pretensiones a velocidades superiores a la de la luz y condensando el tiempo de espera en un punto para satisfacer a tiempo nuestros deseos.

Los ciudadanos de a pie, es decir, casi todos, no debemos caer en la trampa de precipitarnos con el desasosiego patológico que pueden provocarnos decisiones fiscales que permiten a condenados a varios años de prisión pasearse sonrientes por las alfombras recurriendo sentencias, mientras otros se pasan esos años en prisión por robar un lapicero.

Razones habrá para ello, pero esto es difícil de comprender para los legos en cuestiones legales, que pagamos el sueldo a los fiscales.