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NEGRA INTRAHISTORIA VIAJERA

NEGRA INTRAHISTORIA VIAJERA

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Muchos acontecimientos difundidos sobre ciertos aspectos relacionados con experiencias humanas, no cuentan la realidad escondida en renglones ocultos de las páginas de la vida, que permanecen inexistentes para quienes no han tenido oportunidad de ver la cara oculta de los hechos que se esconden en el reverso del incompleto relato divulgado.

Tal es el caso de los viajes turísticos a otras tierras, mares y cielos alejados del lugar de origen, ofrecidos en seductores folletos publicitarios de agencias, donde se muestran personas felices sonriendo con mar de fondo acompañado de placenteras estampas exclusivas, paradisíacas playas, obras de arte, edificios singulares, exóticas comidas, lujosas estancias y guías-acompañantes eruditos y protectores.

Pero esa realidad esconde otra verdad protagonizada por gamberros impertinentes que molestan a los viajeros, exceso de comida abandonada en los platos camino del basurero, noctámbulos ebrios perturbando el descanso ajeno, pugna por conseguir el metro cuadrado de playa y codazos recibidos sin miramiento en la captura del rancho-buffet, para satisfacer incontrolable gula depredadora y despilfarradora.

Tales brochazos propinados por el ruidoso, minoritario e incontrolable grupo de vándalos apátridas infiltrados en rutas y hoteles, embadurnan el rostro justo, amable y necesario de la socialización lograda de bienes reservados tradicionalmente a una clase social privilegiada, no mereciendo estos descerebrados disfrutar de tal conquista, aunque tengan dinero para conseguir la entrada a un espacio inmerecido por ellos.

A la pesimista intrahistoria viajera protagonizada por tales berzas indocumentados, cabe añadir los escandalosos precios de la hostialería turística, las colas interminables de acceso a espacios singulares, los timadores de guante blanco que asedian sin reparo, las cansinas esperas para innumerables controles, el incumplimiento de programas o los abusivos cambios de moneda, por citar algunas caras ocultas que los optimistas desinformados censuran a quienes las denuncian, llamándoles pesimistas amargados, y permitiendo con su silencio la impunidad de tales hechos, sin que los depredadores del bienestar, los abusadores del ocio y los explotadores de la necesidad, reciban el castigo que merecen.

GRATUIDAD DEL INSULTO

GRATUIDAD DEL INSULTO

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No sé si carecemos de leyes que sancionen las ofensas, insultos, calumnias y difamaciones públicas; ignoro si los vilipendiados no ponen las denuncias correspondientes; o si los jueces permiten que los ultrajes queden impunes dictando sentencias absolutorias o blandas para los injuriadores, por considerar los agravios como asuntos menores, pero en este país sale muy barato insultar públicamente y denigrar injustamente la dignidad de las personas.

“Difama, que algo queda”, dicen los dominadores de las vejaciones, conscientes que las degradaciones personales que propinan a sus adversarios, calan en el inconsciente colectivo y provocan un rechazo del sujeto escarnecido, aunque lo afirmado no se ajuste a la realidad, permitiendo que el engaño tome carta de veracidad.

Goebbels, el gran propagandista de la Alemania nazi afirmaba que una mentira mil veces repetida llega a convertirse con el tiempo en una verdad indiscutida, olvidándose que esa situación solo se hace realidad en mentes captas, fácilmente manipulables por la publicidad embaucadora de quienes lavan cerebros blancos carentes de sustancia gris.

No me refiero solamente a los insultos verbales, también deben sancionarse a las personas que realicen gestos de burla, mofa o desprecio hacia aquellos ciudadanos que los reciben, como es el caso de los “cortes de mangas”, los “calvos”, las “cornamentas” o las «peinetas».

Los insultos públicos gozan de una impunidad insultante que sirve de regocijo a los desaprensivos y falsarios que ejercen tan detestable oficio en las ondas, pantallas, redes sociales y páginas de periódicos, sin que la sociedad reaccione en un Estado de Derecho, que más parece de deshecho por consentir oprobios detestables que merecen castigos ejemplares.

HABLADURÍAS DE ALCAHUETES

HABLADURÍAS DE ALCAHUETES

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Es un deporte nacional opinar otras personas, criticar a quienes no están presentes, reprobar el comportamiento de algunos vecinos, censurar a determinados compañeros de trabajo, juzgar a ciertos desconocidos y murmurar sobre los amigos, cuando los receptores de la murmuración están ausentes.

Esto es, porque domina en las relaciones humanas la cautela de guardar opiniones negativas sobre otras personas en el ámbito familiar o en las cercanas amistades del opinador, absteniéndose este de comentar al individuo objeto de sus descalificaciones las críticas que hace públicas sin rubor en los reducidos ámbitos ya citados.

Curiosamente, se añade a esto una componente de cinismo descarado que asombra a los testigos de la escena, cuando presencian amables saludos y abrazos del censor a la persona previamente criticada, como todos habremos tenido ocasión de comprobar alguna vez, con asombro, decepción y en silencio.

Cobardes habladurías – sean ciertas o falsas – de alcahuetes, sin otra finalidad que dañar la imagen y el honor de quien sufre tales puñaladas por la espalda, trucadas en sonrisas cuando el receptor de los oprobios esta presente, que denigran a la persona que practica tan detestable juego, sin recibir a cambio de las alcahueterías el castigo social que merece por sus malintencionados juicios de valor.

Si lo murmurado es cierto la corrección fraternal es obligatoria y debe saberlo el protagonista de las críticas para tener opción a enmendar actitudes o posibles errores cometidos. Pero si lo chascarrilleado es falso, hay que denunciar al calumniador ante quien sufre el inmerecido oprobio del farsante.

TRADUCCIÓN Y CASTIGO

TRADUCCIÓN Y CASTIGO

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En pleno Renacimiento y estando la Inquisición en lo más alto de la columna político-religiosa, se le ocurrió a Fray Luis de León contravenir las órdenes del poderoso tribunal católico, traduciendo al castellano el bíblico Cantar de los Cantares, libro de imposible lectura para creyentes incultos, cuyo arriesgado texto despertaba en su prima especial curiosidad, capaz de promover en el alma un singular empeño por conocer el contenido del texto.

La tenaz insistencia de la monja y sus lógicos argumentos, acabaron por convencer al fraile Luis, quien lo tradujo en la primavera de 1561 sabiendo el riesgo que representaba para él semejante atrevimiento, porque los libros sagrados sostenedores de la doctrina estaban a disposición de los fieles, para no ser comprendidos por ellos y así evitar interpretaciones sesgadas de los mensajes divinos contenidos en sus páginas.

Inquisidores y obispos entendían que Dios no había inspirado a los profetas las sagradas escrituras para que fueran entendidas por los files, en ellos encontraran consuelo al dolor, aliviaran los trabajos diarios, sirvieran de luminaria en las tinieblas de la vida y remediaran las llagas que el pecado dejaba en sus almas.

Esa fue la voluntad de Dios, nunca respetada por las autoridades eclesiásticas para evitar que los ignorantes creyentes pudieran leer los mensajes divinos, pues en opinión de los prelados las gentes eran toscas, incapaces de alcanzar las riquezas de las Escrituras, ni interpretarlas adecuadamente, pudiendo con su incultura contravenir el mensaje y la voluntad de Dios.

Fray Luis de León fue procesado por ello y condenado a cinco años de cárcel en una celda inquisidora donde sufrió castigo, desprecio, dilaciones injustificadas y trato degradante por el grave delito cometido ante quienes predicaban amor al prójimo, amenazándole a la puerta de la libertad con nuevos castigos si mantenía su empeño libertario.

CASTIGO A LOS APLAUSEROS

CASTIGO A LOS APLAUSEROS

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A la nueva Ley de Seguridad Ciudadana le sobran inclementes condenas a ciudadanos que van detrás de las pancartas pidiendo trabajo, justicia, sanidad y educación, por una parte, y le faltan por otra, severos castigos para los cómplices de corruptos que aplauden a estos a las puertas de los juzgados, los vitorean por la calle, minimizan sus abusos y piden su indulto en la Moncloa.

El articulado de esta Ley debe incorporar la identificación policial, detención y aporreamiento de los aplauseros, entendiendo que se trata de mercenarios comprados para el vasallaje o cómplices de las fechorías realizadas por los condenados aplaudidos, pues los sinvergüenzas solo pueden ser apoyados por mesnaderos ocasionales y asalariados que se han beneficiado de sus corruptelas.

De no ser esto así, habitaríamos en un país aquejado por una grave enfermedad mental incurable, porque solo la esquizofrenia social y el masoquismo personal puede llevar a los ciudadanos a vitorear públicamente a quienes han dilapidado su dinero, impagado lo que ellos pagan, metido mano en la hucha común, practicado nepotismo o abusado del amiguismo con descarado cinismo, en perjuicio de los trisómicos sociales que les aplauden.

Quienes piden el indulto del condenado Fabra no pueden ser otros que los beneficiados de sus corruptelas o los bipolares. Los que aplauden a Messi al ser condenado por defraudador son mercenarios o imbéciles esféricos que pagan con su escaso salario los servicios públicos que el jugador disfruta sin pagar la cuota que le corresponde. Los charangueros que acompañan al trombonero Baltar por las calles de Orense, forzosamente han de ser algunos de los cientos que enchufó en la Diputación. Y los firmantes de la petición de indulto para el “minutero” Chema del Nido son los que mucho tienen que agradecerle.

Cuesta entender que ciudadanos demócratas con cariotipo sin alteraciones cromosómicas, sean palmeros de sinvergüenzas que les han despreciado con sus trampas, empobrecido con sus corruptelas, humillado con abusos de poder y engañado con falsas promesas en los procesos electorales, por lo que todos los cómplices y beneficiados aplauseros deben pasar por los banquillos.

INMIGRANTES

INMIGRANTES

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Una vez más, madrugan conmigo los inmigrantes, al ser ellos la parte más débil de esta sociedad enferma, porque al riesgo físico de disparos, concertinas y ahogamientos, suman el alejamiento familiar, la explotación laboral, el abandono de las costumbres, la indefensión legal, el desabrigo cultural, y, en muchos casos, sufren paro, desprecio, xenofobia y desamparo en la tierra prometida.

Sólo quienes hemos pasado muchos años en diferentes países como emigrantes, -aunque fuera de lujo-, podemos imaginar lo que supone para un trabajador inmigrante desvalido, el desarraigo de su tierra por razones de subsistencia, que sobrevive en un país con diferente idioma, costumbres, leyes y creencias.

Los países del norte que explotan las materias primas del sur, obligan a los sureños a exiliarse al norte donde son tratados como galeotes, comprada su hambre por tres denarios de hojalata, hipotecada su vida con despreciables servidumbres y doblegada su alma con amenazadoras deportaciones.

España, que envía a sus hijos al mundo negándoles aquí el futuro, se hace la estrecha con los trabajadores que recibe, se engalla con los inmigrantes, endurece la ley, retira tarjetas sanitarias, acuchilla las entradas y los hacina como apestados en dependencias infrahumanas hasta deportarlos a la hambruna de donde proceden, si antes no se han perdido en cárceles o vendiendo su cuerpo por las esquinas.

EN MANOS DE LAS «OBRERAS»

EN MANOS DE LAS «OBRERAS»

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Einstein proclamaba a los cuatro vientos que su único mérito intelectual era haber mantenido la curiosidad durante toda su vida, hasta desentrañar el más profundo misterio de la Física. Pero no quedó ahí su afán de curioseo por todo cuanto rodeaba a este sabio, pues don Alberto se ocupó también de curiosear entre los paneles de las colmenas para llegar a la conclusión de que las abejas eran necesarias para la vida.

Es decir, que sin estos antófilos no es posible la existencia y los seres humanos apenas sobreviviríamos cuatro años si desaparecieran las abejas “obreras” de la faz de la tierra, porque tales insectos “amantes de las flores”, son los máximos responsables de la polinización animal.

La cadena natural sigue una secuencia de mortal desenlace para la raza humana, pues sin abejas la polinización no es posible; sin polinización no hay plantas; y sin plantas no hay animales. Es decir, que gracias a esos fabricante de miel y polen que van de de flor en flor, nosotros podemos ir por el mundo.

Pero las cosas pueden complicarse porque nos estamos cargando la reserva de abejas que necesitamos para vivir, a golpe de pesticidas en los campos de frutales, implantando bosques industriales en sustitución de la vegetación natural, realizando cultivos de exportación que homogeneizan la flora, empleando venenos contaminantes y aumentando cosechas con fertilizantes químicos.

El exterminio de abejas que dará al traste con la raza humana, según predijo Einstein, no se debe a un castigo divino, ni a plaga enviada por Yavé o venganza del ángel caído, sino a las acciones humanas que aumentan el cerdito de ahorro de los productores, oxidando las huchas de los consumidores.