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URGE UN CAMBIO

URGE UN CAMBIO

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Resulta curioso que el secretario de Organización socialista pida un PSOE fuerte que tanto necesita el país, cuando son ellos mismos quienes lo han debilitado en el gobierno, y siguen debilitándolo en la oposición con EREs, sucias conquistas de alcaldías y luchas internas de poder.

Repetir de nuevo lo que ya he dicho en voz alta varias veces desde que Felipe González ejemplificó con su retirada lo que muchos debían hacer, no significa encender chimeneas con árboles caídos, sino confirmar la veracidad de las predicciones realizadas. Por eso es bueno pedir una vez más a los políticos socialistas, que la palabras cambio, dimisión, relevo y autocrítica, sean incluidas en su manual de cabecera.

Una izquierda que predica la igualdad de oportunidades tiene que dar paso a otros en su cúpula dirigente, porque nadie es imprescindible en ningún trabajo y menos en política, como demostró el propio PSOE el 28 de octubre de 1982.

Una izquierda que ha ironizado siempre y ridiculizado en todos los foros a quienes pasaron la vida viajando en un coche oficial, no puede seguir negándose a ver su propia imagen en ese espejo.

Una izquierda que presume de histórica honradez, ejemplar ideario, solidez interna y sobrada cualificación de los militantes, tiene que mostrar a la sociedad sus nuevos dirigentes, si los tiene.

Una izquierda sin debate ideológico, cerrada a la discusión, desoyendo las críticas, despreciando a los disidentes y faltando al compromiso real con el ideario que propugna, está condenada a peregrinar por el desierto.

Una izquierda que no crece ni obtiene la confianza ciudadana en la actual situación de trampas, engaños, recortes y corrupción del Partido Popular, debe sentarse a pensar en ello, actuar en consecuencia y cortar por lo sano para erradicar la metástasis interna.

Una izquierda que no renueva sus líderes, que vive enquistada en la concha sin reflejos ni movilidad alguna, que se enrosca en su desgracia lamiéndose las heridas de la derrota y que mira para otro lado cuando tiene la enfermedad dentro, no encontrará jamás tratamiento a sus males ni redención a su desgracia.

Los socialistas perdieron con excesiva rotundidad las últimas elecciones y no remontan porque sus dirigentes continúan justificado lo sucedido con imaginarias convergencias astrales y ensoñaciones límbicas, cuando la realidad apunta en otra dirección. Tal vez por eso llevan meses caminando hacia la nada, más pendientes de ellos mismos que de los demás, afectados de una sordera política que les impide oír el grito desesperado de las urnas y las voces desencantadas de propios y extraños.

Los resultados de las encuestas son los que son y no los que a ciertos dirigentes les gustaría que fueran. Esa es la respuesta del pueblo y no otra, por mucho que algunos se nieguen a sacar conclusiones reales y asumir consecuencias. Ese es el origen de la decepción sufrida por millones de ciudadanos que demandan nuevos líderes capaces de ilusionarlos con un programa verdaderamente socialista que devuelva el color rojo a la decolorada rosa.

VOCES ESPERANZADORAS

VOCES ESPERANZADORAS

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Por fin, la tozudez de los hechos intenta abrirse camino en la hipertrofia mental de la tesorera europea, a quien los expertos alemanes del Instituto de Macroeconomía y Estudios Coyunturales le han gritado en plenas narices que su empeño en salir de la crisis a base de la austeridad mortífera que ha impuesto, no ha dado los resultados esperados, calificando de fracaso la obsesión de la cancillera.

El presidente del Instituto, Gustav Horn, ha pedido a Merkel un cambio radical para salir del túnel, ya que la política de ahorro económico ha incrementado el número de países en recesión y multiplicado la deuda, porque los “asesores económicos” de la señora se olvidaron de valorar los efectos negativos de la austeridad impuesta por la jefa, a toque de corneta.

Ahora falta que el Banco Central Europeo no se conforme con aceptar la compra ilimitada de deuda pública, que la señora Merkel se quite los tapones de los oídos y que el Gobierno español mire para la evasión de capitales, el fraude fiscal y la poca carga impositiva que pagan las grandes fortunas y los millonarios que se escapan por las rendijas legales. Vías de escape urgentes de tapar con el mismo cemento armado que tiene el rostro de los evasores de capitales que se aprovechan de los servicios públicos que pagamos los demás.

LA GENERACIÓN DEL CAMBIO

LA GENERACIÓN DEL CAMBIO

No pretendo robarle a Suárez mérito alguno, ni negarle a muchos políticos de aquel tiempo sus esfuerzos por devolvernos la democracia que nos fue brutalmente arrebatada en 1936. Tampoco voy a reprocharles que hicieran el trabajo a medias, porque lo suyo hubiera sido restaurar la república derrocada por las armas, enviando a la papelera la Ley de Sucesión impuesta por Franco, que tan bien le vino a su sucesor, incondicional y fiel acompañante en palcos, desfiles, plazas de orientes, pardos, pazos e inauguraciones. Pero, al parecer, necesitábamos alguien que nos moderara en aquellos momentos, y ahí sigue inviolable y constitucionalmente irresponsable, protegido por sus colaboradores y medios de comunicación, con blindajes que para ellos quisieran los amigos suyos que han pasado por la trena.

Decía que no era mi intención dejar de aplaudir a Suárez y a los demás, pero quiero reivindicar el compromiso que tuvimos los ciudadanos de mi generación en promover un cambio político imposible de llevar a cabo, si el pueblo no hubiera empujado con fuerza a políticos y periodistas, apostando valientemente por la democracia perdida y poniendo contra las cuerdas a los ultramontanos defensores del régimen franquista.

A los españoles de toda nacionalidad que hicimos posible el cambio se nos pueden reprochar muchas cosas, pero no vamos a tolerar que se nos retire el honor de haber sido los motores de la transición española, la piqueta anónima que echó abajo las estructuras de hormigón armado levantadas por el dictador y la tijera que cortó las ligaduras de todo lo que Franco había pretendido dejar atado y bien atado.

Fue nuestra generación quien abrió de par en par las puertas a una democracia que en nada se parece hoy a la que entonces soñábamos. Fuimos nosotros quienes la hicimos posible con una generosidad, desprendimiento, honradez y tolerancia, ahora desterradas de la vida pública.

Llevamos con orgullo haber sido la generación del cambio, pero lamentamos que muchos de aquellos románticos que compartieron con nosotros sueños de redención, se hayan despojado de la utopía para nutrir sus cuentas corrientes con el sudor de los demás.

Criticábamos el nepotismo y nos duele que los desertores de quimeras hayan hecho del amiguismo oficio y de la corrupción bandera, desterrando la solidaridad al rincón más profundo del olvido.

A los que corrimos delante de los grises, dormimos fuera de casa, hicimos pintadas de madrugada, formamos piquetes y mantuvimos luchas obreras implicando a toda la familia en ello, nos hiere ver a liberados sindicales pisar despachos enmoquetados y  pasearse por la ciudad con sombreros de ala ancha y cachimba en la boca.

Conozco parlamentarios de la transición que sacrificaron parte de su patrimonio para servir a los vecinos, como penoso contraste con los actuales representantes del pueblo que han acumulado rentas millonarias en el sillón según ellos mismos han declarado.

Convertido ya el servicio a la sociedad en beneficio propio, la palabra solidaridad no ha vuelto a ser escrita en el diario de sesiones, pasando a ser la igualdad de oportunidades una simple leyenda en los libros de texto y la exigencia de una democracia real motivo de desprecio en boca de algunos políticos y de burla en determinados medios de comunicación.

Te aquellos luchadores, se mantienen muchos amnésicos en los sillones, otros cambiaron  de chaqueta y proyecto, algunos decepcionados siguen peleando en la tribuna pública ante la sordera general y la mayoría se ha retirado  a los cuarteles de invierno manteniendo intacto el ideario que defendieron, negando voto y saludo a los defraudadores.