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Etiqueta: Calderón de la Barca

DESOBEDIENCIA DEBIDA

DESOBEDIENCIA DEBIDA

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Los funcionarios civiles y militares alegan “obediencia debida” para limpiar sus culpas al cometer actos ilegales, con el fin de quedar exonerados de responsabilidades por su mal comportamiento, evitar condenas judiciales y librarse de sanciones disciplinarias al cometer delitos, por acatamiento de órdenes superiores.

Igualmente, aunque los códigos civiles y militares no lo contemplen, existe una “desobediencia debida” recogida en el código de justicia moral, que exime de responsabilidades a los ciudadanos en el ejercicio de este derecho moral, cuando se niegan a cumplir órdenes superiores que contravengan su conciencia y la ética social dominante.

Contraviniendo los versos de Calderón de la Barca, en este momento y aquí la más principal hazaña no es obedecer disciplinadamente todo mandato de la autoridad, sino aquellas órdenes que no atenten contra la dignidad humana, el respeto ciudadano, la libertad común y la ética colectiva.

A la autoridad se debe obediencia, pero siempre que sus dictados se correspondan con lo establecido en la moral ciudadana y no perjudiquen injustamente a los afectados por instrucciones arbitrariamente dictadas, gratuitamente establecidas y sin explicaciones humanamente comprensibles por el cerebro humano que sustenta la razón de los seres vivos que la tienen.

El propio Gandhi decía que «cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecerla”, porque el acatamiento a la autoridad tiene un límite y no excluye la crítica a los decretos inconvenientes y el rechazo a órdenes abusivas, quedando autorizados al incumplimiento de las mismas.

También Santo Tomás de Aquino dijo que la promulgación de una ley no es su sola publicación, sino su justificación, explicación y buen sentido, porque a nadie que tenga conciencia de sus actos y de la ley, se le puede pedir que obedezca ciegamente al que mande, por el solo hecho de que lo diga el que manda.

LIBERTINO CALDERÓN

LIBERTINO CALDERÓN

Calderón

Se cumplen hoy 333 años de la muerte en Madrid de don Pedro Calderón de la Barca que fue ciudadano ilustre, dramaturgo, bachiller, militar, viajero, caballero de la Orden de Santiago, sacerdote, capellán mayor, secretario del duque de Alba, activo cortesano, personaje influyente, protegido del rey Felipe IV y soldado herido en guerra.

Pero también fue Calderón de la Barca un ciudadano juerguista, vecino pendenciero, jugador embebido, noctámbulo libertino y gamberro de mucho cuidado, aunque en los retratos aparezca tan formalito con sobria cara, generoso mostacho, afilada perilla, abundante melena, hábito franciscano y cruz en el pecho.

Todo ello le llevó a la penuria en los últimos años de su vida, pidiendo es su testamento un entierro austero, barato y descubierto por si mereciese satisfacer en parte las públicas vanidades de su malgastada vida. Fue enterrado seis veces en diferentes lugares hasta que sus restos se perdieron en 1936 porque el párroco de la madrileña iglesia de San Pedro Apóstol murió sin revelar donde los escondió en plena contienda incivil.

Este longevo dramaturgo universal y protagonista de nuestro dorado siglo, se batió de joven a espada, sedujo varias damas, consumió la mitad de la herencia de su padre en tabernas y prostíbulos, perdiendo la otra mitad en juegos de naipes y apuestas de azar, tardando años en complacer el deseo paternal de hacerse sacerdote, cuando las fuerzas no le daban para más.

Pasó por la cárcel acusado de homicidio, tuvo enfrentamientos con Lope de Vega y su vida fue un sueño como la gran obra de teatro que nos dejó haciéndose Segismundo encarcelado en una vida contradictoria, dejándonos como legado 110 comedias, 80 autos sacramentales, muchas loas, numerosos entremeses, obras menores y piezas ocasionales.