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LAUREL

LAUREL

Versodiario  15 :

Escabeche con laurel,                                                                                                                           y en asados y sofritos.                                                                                                                         Y de palmas los detritos                                                                                                                     para cruces  en la piel

LAUREL

Esta mañana, viniendo hacia casa, me encontré a una amiga católica de viejo cuño, con quien detuve mis pasos para oírle expresar su decepción porque había ido a la iglesia como buena creyente en busca de alguna rama de laurel para condimentar con sus hojas los exquisitos guisos que elabora, y ya no quedaba ni rastro de lauro en el templo porque los feligreses se había arrojado sobre los ramales como las moscas a la miel.

Pensaba yo hasta ese momento que al templo y a “la borriquilla” se iba para conmemorar la llegada de Jesús a Jerusalén para iniciar su clavario – en voz de Martínez Soria – a lomos de un borrico, pero no, estaba equivocado.

La primera de mis dudas fue aclarada con la utilidad descrita, porque eso explicaba que las ramas de olivo con que recibieron sus fieles a Jesucristo en el monte del mismo nombre, se cambiaran por ramas de laurel, más prácticas y útiles para los fieles en siglos posteriores al evento.

Conocida la utilidad de las aromáticas hojas facilitadas por este árbol de las Lauráceas, para condimentos y preparaciones farmacéuticas, me faltaba saber el empleo que podría darse a las amarillentas palmas empleadas también para dar la bienvenida al Maestro, que en mi juventud la fe colgaba durante meses en los balcones.

La única respuesta que me han dado es que esas palmas van directamente a la pira para que sus restos sean utilizados el Miércoles de Ceniza del próximo año, cuando el sumo sacerdote dibuje, con los residuos ya bendecidos, santificados y glorificados, una cruz en la frente de los feligreses, advirtiendo a los creyentes sobre la brevedad de la vida (Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás);  solicitando el perdón al Altísimo (Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida); o animándoles a la conversión para evitarles una eternidad calentita en las flamígeras calderas de don Pedro Botero (Arrepiéntete y cree en el Evangelio)

Me falta sólo entender el empeño de la Iglesia en proclamar el gesto de pobreza exhibido por el Señor ese día, entrando en Jerusalén montado sobre una humildísima borriquilla, cuando el resto del personal fue a recibirlo a pie por carecer de animales, carruajes o porteadores que los llevaran.