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Etiqueta: bienestar

¿ QUÉ PODEMOS HACER HOY ?

¿ QUÉ PODEMOS HACER HOY ?

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La madrugada que abre la jornada es buen momento para responder a interrogantes pocas veces formulados sobre lo que haremos durante el día que comienza, sin otro afán de alimentar el buen entendimiento, cumplir deseos ocultos que no salen a la luz y satisfacernos en el bienestar ajeno.

Instante al borde del día, cuando se desperezan los primeros minutos de las veinticuatro horas que nos esperan, donde a los afanes cotidianos cabe añadir una actitud favorable a la felicidad ajena en beneficio de nuestro propio bienestar, porque todo aquello que liga y conviene reporta satisfacción y paz.

¿Qué haremos, pues, hoy para que nuestra familia mantenga la unión y fuerza que permita alcanzar las metas comunes de felicidad que ambicionamos?

¿Qué haremos hoy para que nuestro vecino sonría en el rellano de la escalera, cuando ambos salimos hacia el trabajo de cada cual?

¿Qué haremos hoy para fomentar el buen entendimiento con los discrepantes, poniendo de nuestra parte la empatía necesaria para el acuerdo?

¿Qué haremos hoy por el amigo desempleado, por el que come solo una vez al día, por el que nadie habla con él y por el que los demás critican?

¿Qué haremos hoy para ayudar al compañero de trabajo que comparte con nosotros el oficio que alimenta a las familias de ambos?

¿Qué haremos hoy para hacer más liviana la carga del amigo que sufre a nuestro lado sin decir palabra, ni queja, ni pedir ayuda?

Si algo hacemos en beneficio de las personas que con nosotros conviven, será más feliz el día, inolvidable el recuerdo de la jornada, nuestro bienestar recompensa y recibiremos el afecto que deseamos de quienes la vida ha dispuesto que caminen a nuestro lado para llegar juntos a la estación término.

DÉFICITS PARA SALVAR EL DÉFICIT

DÉFICITS PARA SALVAR EL DÉFICIT

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Preocupa a los políticos de todos los colores que nuestro déficit público esté por encima del 7 % del Producto Interior Bruto, lo que representa unos 73.000 millones de euros que se están pretendiendo enjugar aumentando otros déficits vitales más importantes que el de las macrocuentas del Estado, con grave deterioro de la convivencia social y el bienestar ciudadano.

No es bueno para el país reducir el déficit económico aumentando el déficit juvenil que expulsa del país a nuestros jóvenes, porque en ellos está el futuro que ahora desprecian quienes cierran con el cemento armado de su cara dura la salida del túnel, mostrando una irresponsabilidad histórica que merece la condenación a eterna a galeras.

No es bueno para el país reducir el déficit público transformando en morgues los hospitales, abriendo escuelas en barracones, dotando los juzgados con lapiceros sin punta o poniendo esterillas en el suelo para los discapacitados, sino persiguiendo el fraude fiscal, anulando la Sicav, evitando los refugios de pisos vacíos, devolviendo las autonomías uniprovinciales a su lugar de origen, eliminando senadores, reduciendo miles de concejales y suprimiendo las subvenciones a partidos, patronal, sindicatos y fundaciones.

Con eso bastaría para superar todos los déficits económicos imaginables, pero no se hace nada en esa dirección, pudiendo hacerlo todo, lo cual obliga a pensar en segundas intenciones ocultas a los ciudadanos que están pagando las cuentas de los platos rotos por quienes sonríen en la cubierta de los barcos con una piña colada en la mano, mientras en la bodega sudan sangre los inocentes remeros.

TODO POR UNA LENTEJA

TODO POR UNA LENTEJA

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Entre las aleccionadoras historias que describe la Biblia, recordamos hoy el pasaje del Génesis en el cual la ambición material de Esaú le lleva a vender la primogenitura a su hermano Jacob por un simple plato de lentejas, engañando a su padre Isaac por añadidura.

Relato bíblico que hoy está más presente que nunca en nuestra sociedad, pero con menos legumbres, y cambiando primogenitura por dignidad, ya que basta con ofrecer una sola lenteja al inmoral conseguidor, para que este ponga su honor a los pies del peticionario y conceda el beneficio solicitado.

Por una miserable lens culinaris pueden hoy obtenerse favores a cambio de valores que nunca se vendieron en taquilla alguna, sin percibir la degradación ética del intercambio, porque el verdadero problema que tenemos en España no es económico, ni social, ni laboral, sino ético, por la falta de honradez y ausencia de dignidad que campea por instituciones públicas, sindicatos, redacciones de periódicos, programas televisivos y gremios profesionales.

La deuda pública, el engaño de las preferentes, la quiebra de las huchas de ahorro, los inhumanos desahucios y la decapitación del estado del bienestar, tienen su origen en la falta de higiene mental, urbanidad moral, conciencia social, honestidad personal y decencia política.

Los ciudadanos estamos soportando la tiranía de los florentinos, con una elegancia, resignación, pulcritud y educación, que envalentona a los groseros gestores que van desparramando el serrín de sus cabezas y el polvo de sus venas, por las instituciones públicas, sin percibir el riesgo de incendio que corren como un polizonte se infiltre en ellas con un bidón de gasolina en la mano.

ASIMETRÍAS SOCIALES

ASIMETRÍAS SOCIALES

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La desigualdad es un problema social histórico, generado por las diferentes posibilidades de acceso que tienen las personas a los recursos materiales, económicos, sociales, sanitarios y culturales, por razones de diversa índole, que concluye en un trato desigual y discriminatorio, con notables ventajas para los favorecidos y graves perjuicios para los desafortunados.

Tal situación lleva a la explotación de los oprimidos por parte de una selecta minoría de opresores que concluye con la exclusión social de los primeros y la hegemonía de los segundos, fraccionándose la sociedad en dos grupos antagónicos de diferente composición y militancia, con desiguales oportunidades en la justicia, educación, trabajo, sanidad y bienestar.

La antropología revela que las sociedades paleolíticas eran igualitarias, salvo en tareas diferenciadoras por razones de sexo y edad, no existiendo más disimilitudes adicionales hasta que las especializaciones del neolítico provocaron las primeras asimetrías sociales en el acceso a los bienes naturales, algo que se complicó en las sociedades preestatales, donde se reforzaron y consolidaron las desigualdades sociales entre los seres humanos.

La discriminación derivada de la creciente desigualdad, conduce a obstáculos de la clase dirigente a los dirigidos, para que estos no puedan acceder al privilegiado lugar que ocupan los directores, ni gozar de los mismos beneficios y favores acumulados por la minoría poderosa que tiene reservado el derecho de admisión.

Será difícil desterrar algunas desigualdades, porque la herencia biológica condiciona las alternativas y el cariotipo de cada cual decreta ocasionalmente el futuro. Pero la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades son irrenunciables para las personas, sea cual fuere su condición, estado, sexo, raza, profesión, edad o capacidad económica, porque todos los hombres hemos sido creados iguales, como proclamaba la Declaración de Independencia de los Estados Unidos del norte.

OCIO

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El ocio es ocupación divertida, sosegada y placentera, que se lleva por delante el tiempo que dejan libre los afanes y trabajos de cada día, siendo para los jubilados un espacio en continua expansión, como le sucede al universo, aunque más perecedero, frágil, contingente y caprichoso que él.

Se diferencia el ocio del tiempo libre en que no deja tiempo libre para dedicarlo a la nada, ni permite la quietud mental, ni autoriza buscar musarañas por las paredes, ni consiente la espera de santos advenimientos con los brazos cruzados, impidiendo así que haya parados en el territorio del ocio.

Ocupación sin remunerar, esfuerzo gratuito, oficio sin derechos laborales, empleo imaginativo, quehacer sin contrato de trabajo y tarea que no demanda exámenes previos para acceder a ella, ni limita el número de asociados, ni exige certificados de buena conducta, excluyendo de sus filas solo a los gandules.

El ocio libera de órdenes externas, mandatos superiores, caprichos del patrón, compromisos laborales y exigencias profesionales, obligándonos a decidir sobre nuestra actividad, a ocupar la mente, dar trabajo a las manos, mover las piernas o agitar los brazos, para crecer interiormente, porque ocio, cultura y bienestar, van de la mano.

Engullidos por la voracidad de la vida, el ocio se reduce a un punto de luz al final del túnel enladrillado con afanes cotidianos que solo permite expansiones tímidas de la voluntad propia para satisfacer todo aquello que se anhela hacer, sin posibilidad de ejecutarlo plenamente y saliendo de nosotros mismos al interior que nos pertenece.

No hay mejor momento para el ocio, ni más extenso espacio para él, ni más tiempo en los relojes para complacer deseos personales impedidos por tareas ajenas a la propia voluntad, como los jubilosos años de jubilación, cuando se ha entregado todo lo que podía darse a la sociedad que sustenta el retiro.

GOBERNAR

GOBERNAR

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Gobernar no es tanto imponer y mandar, como guiar y llevar al pueblo de la mano hacia un futuro mejor, después que éste haya depositado su confianza en los vecinos que se ofrecen a dirigir sus vidas, presumiendo de tener la brújula que conduce a la prosperidad, el bienestar y la paz, con entendimiento, cordura y generosidad.

Gobernar es servir a la verdad evitando engaños masivos, falsas promesas, respuestas inoportunas, guiños cómplices, frases prefabricadas, órdenes de mando, consignas inaceptables, filas prietas y decisiones interesadas a favor de cuentas corrientes propias.

Gobernar exige cautela, imaginación, prudencia, verdad, sabiduría, transparencia, humildad, talento, respeto y una gran vocación de servicio público que pide renuncia a beneficios propios y sacrificio personal, compensado con el afecto de los gobernados, la gratitud de los vecinos, el reconocimiento de la historia y la presencia duradera en la memoria colectiva del pueblo y las generaciones futuras.

Gobernar es avanzar manteniendo lo que deba conservarse; promover una sociedad justa donde cada cual reciba aquello que le corresponde; proteger la salud, mejorar la educación, preservar la libertad y evitar el desempleo a golpes de crecimiento.

Para gobernar no se necesita carisma, ni buena imagen artificial, ni poses en bandolera, ni aplausos enlatados, ni seriedad de porcelana, ni secretismo oficial, ni paternalismo popular, ni sonrisas de conejo, ni demagogia populista, ni plantas trepadoras, ni peldaños humanos para pisar a los demás en el ascenso.

JUSTICIA, BIENESTAR Y PAZ

JUSTICIA, BIENESTAR Y PAZ

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El superjefe de la justicia española ha dicho en la homilía dominical pronunciada ayer con motivo de celebrarse el 200 aniversario del alto Tribunal que preside, que desea “una sociedad de justicia, de bienestar y de paz que sea el reino del futuro”. Yo también lo deseo, sabiendo que será difícil llegar a ella con personajes como el predicador de tal anhelo.

Yo también deseo una sociedad de justicia donde la ética y la ley vayan de la mano, sin que ésta última abra rendijas por donde puedan escaparse quienes abusan de inmorales principios éticos y religiosos no contemplados en las leyes, haciendo del sillón negocio con los “amiguitos del alma” como hizo el valenciano o de su toga un sayo con íntimos guardaespaldas, como hace el malagueño.

Yo también deseo una sociedad de bienestar, pero de bienestar para todos los ciudadanos, no sólo para aquellos que tienen el privilegio de gastar fondos públicos a su antojo en lujosos hoteles y selectas zonas de recreo, sin necesidad de dar cuentas a nadie, porque la ley abre una vía de agua por donde se destila la impunidad de los beneficiados.

Yo también deseo una sociedad en paz, donde reine la solidaridad, y el sacrificio por la supervivencia del vecino sea norma de conducta, por lejos que éste viva de nosotros. Una sociedad donde los golpes de pecho en las iglesias sean un símbolo real de compromiso por la liberación de la pobreza y no el somnífero que adormece preceptos evangélicos y pervierte la doctrina que dicen practicar quienes dan ejemplo de compromiso anticristiano.