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LÁGRIMAS DE COFRADES

LÁGRIMAS DE COFRADES

La bendición del cielo que la lluvia derrama sobre los campos se torna en maldición para los cofrades que no pueden exhibir por las calles las imágenes que adoran, para hacer realidad el dicho de que nunca llueve a gusto de todos. Pero, claro, el Señor debía tener en cuenta la devoción de sus fieles y el deseo de adorar las imágenes que le representan, retrasando unos días esa agua bendita para dejar contentos a todos.

No sé si los cofrades se habrán ocupado de hacer rogativas inversas para contener los chubascos o han confiado en su Cristo más de lo debido, pensando que Él iba a hacer algo sin que nadie se lo pidiera, utilizando su poder infinito y su eterna bondad. Lo cierto es que un año más han rodado desconsoladas lágrimas por las mejillas de costaleros y devotos.

Un ignorante me ha preguntado si en las procesiones se adora la madera, porque en cierta ocasión le contaron que al robar la imagen de la Virgen de la Peña de Francia se hizo otra parecida, y al descubrirse luego en un pozo los restos de la “auténtica”, se introdujeron éstos en la nueva para que la imagen mantuviera el sobrenatural poder de la anterior. No lo sé, respondí.

Pero sí debe saber este inculto, que Salzillo, Juan de Juni, Berruguete o Benlliure basaron sus creaciones en modelos reales de la época y reprodujeron sus rasgos fielmente, con la misma fidelidad que podrían hacerlo hoy los actuales escultores con alguna meretriz, una folclórica o cualquier presidiario. Es el agua bendita que sale de la bola agujereada del hisopo la que produce el milagro de transformar la figura tallada de un ídolo mundano en venerable imagen milagrosa, capaz de enajenar y emocionar a los devotos que mantienen una fe tradicional más estable que la del entrañable lechero del violinista en el tejado.

Pidamos a don Anselmo, el párroco de Churriego, que saque a pasear sus imágenes y eleve rogativas al cielo para que el hombre del tiempo cambie las borrascas por anticiclones con el fin de que sean lágrimas devotas emocionadas de alegría las que viertan los cofrades, y no de dolor y desconsuelo al verse privados de pasear por las calles las imágenes que veneran.