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MATANZA

MATANZA

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Un año más, mi buen amigo Poli me ha invitado a su matanza doméstica en la que pasaron a mejor vida seis marranos cebados por él con bellota y piensos compuestos para alegrar la mesa de los aficionados al chorizo, salchichón, jamón y lomo, cuando el tiempo de maduración cumpla sus plazos y si la “mosca” no prepara alguna en los perniles ibéricos.

No ha cambiado en un año el ritual ni los protagonistas de la matanza, siendo previsible que se prolongue la ceremonia en generaciones futuras, porque este año la presencia de hijos/as, nietos/as, sobrinos/as y vecinos/as, ha duplicado en número a los que hace un año pasamos el mismo frío tempranero del que este año nos ha destemplado el cuerpo.

Pero ahí ha estado el aguardientes y las perrunillas, roscos, probadura, farinato, morcilla y otros vegetarianos frutos de huerta para aliviar nuestro colesterol, en medio de la hambruna que estamos pasando en estas fechas, donde las amas de casa son insaciables en saciarnos el hambre sin reparar en las básculas.

Garfio en la papada, disparo comprimido del émbolo en la cabeza, sangrado del animal, chamuscado, acanalado y despiece, es el orden cumplido por los veinte ayudantes del matarife que han elaborado alimentos de subsistencia en la postguerra, junto a las gallinas, gallos, huevos y lechugas.

Trabajo cooperativo sin instrucciones previas, en el que cada cual sabía qué debe hacer en cada momento, salvo imprevistos como evitar la caída de los cuartos carnales cuando pasaban a la mesa despiezadora, o el aviso a las mujeres para que limpiaran los intestinos donde embuchar el mondongo.

¡Ah, me olvidaba! Una de las marranas estaba preñada de varios gazapos cuya medida corporal apenas llegaba a los diez centímetros.

GOLPE DE SUERTE

GOLPE DE SUERTE

Después de pasar tres días dando golpes a una bola de golf en los campos de La Valmuza, Zarapicos y Villamayor, compitiendo en el Gran Premio Aesgolf Ciudad de Salamanca, un golpe de suerte final me ha permitido ganar y llevarme una copa de plata y un jamón de bellota. No está mal.

Me refiero que no está mal por el jamón, claro. Pieza nutritiva que degustaré con la familia y amigos cuando regrese de mi periplo gallego, porque ahora tengo unos días comprometidos con dos nuevas conferencias en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca y en el Foro Faro de Vigo.

Golpe a golpe (sin verso a verso) he pasado tres jornadas soleadas y felices con otros tantos “golfos” capitaneados por mi hermano Benito, que tuvo la generosidad de invitarme a disfrutar de la adicción que tengo por este deporte, comparable a la que me produce escribir en la bitácora, concluir un nuevo libro, releer las desventuras de don Alonso Quijano o los avatares de la familia Buendía y darle el toque final a un cuadro.

Pero si la fortuna me hubiera abandonado me tocaría pagar la invitación a jamón y no podría lucir trofeo. Por eso quiero agradecerle a esta señora su compañía durante las tres jornadas. Si para triunfar en la vida es de gran ayuda recibir la sonrisa de la suerte; para ganar un torneo de golf, es imprescindible su presencia. No sólo por la fortuna que pueda acompañar al ganador, sino por la mala suerte que hayan podido tener quienes le siguen en la lista.

Tal vez, si la caprichosa bola no hubiera seguido el camino del hoyo en un golpe afortunado a sesenta metros de distancia, ni yo tendría trofeo ni podría dar cuenta de un jamón de bellota rodeado de buena gente y acompañado de una botella de vino de Ribera de Duero.

Estáis invitados.