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PIANOS BAR

PIANOS BAR

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Unknown

Billy Wilder, Baxter, Rick y Sam, me han llevado al misterioso país de la nostalgia, invitándome a una copa en su cafe-cantante junto a las notas melancólicas del piano, cediéndome de madrugada su apartamento para compartir una noche de amor furtivo con la dama seductora que consolaba reprimidas turbaciones en años de agitación juvenil.

Apenas quedan pianos-bar, o si se prefiere cafés-cantantes o cafés-musicales, por nuestra geografía, como recuerdo de una época pasada que congregaba en ellos tipologías sociales de la más variada condición y procedencia, al abrigo de las frías noches invernales, en largas sesiones que se prolongaban hasta el amanecer.

La penumbra del ambiente daba a estos lugares un aire melancólico, con ribetes de inquietante misterio para las señoras de orden y rosario, donde la burguesía daba rienda suelta al trasiego de licores y consumo de tabaco americano, mientras el pianista-cantante lanzaba al aire intoxicado de humo, boleros y peticiones de los enamorados que ocupaban las mesas apartadas, protegidas por la oscuridad de los rincones.

En ocasiones, el piano se dejaba acompañar por una tímida batería, algún saxo con sordina y poco más, para arrullar a los clientes que negociaban operaciones mercantiles, estimular a los seductores pretendientes de compañías pasajeras y adormecer las borracheras que con dignidad llevaban quienes habían libado excesivo alcohol.

Sin tema de conversación concreto, se divagaba en torno a los veladores con daiquiri y cócteles martini en la mano, alternando decisiones del Gobierno, murmuraciones de comadres y resultados de la jornada futbolística, mientras se enlazaban experiencias personales con inquietudes sociales, sórdido rumor de fondo a las teclas del piano.

Nunca faltaba algún espontáneo dispuesto a acompañar con su voz al cantante, ni parejas que renunciaran a estrecharse en un baile con ritmo lento, ni el animador espontáneo que ponía nota de color para levantar el ánimo adormecido de los más rezagados, que apuraban las últimas copas llevadas a las mesas por ojerosos camareros.

ORDEN Y CONTRAORDEN: ¿…….?

ORDEN Y CONTRAORDEN: ¿…….?

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Entre los interrogantes que aparecen en el título de este artículo sólo cabe una palabra: desorden. Es decir, caos, desconcierto, parálisis y confusión. Ese estado de ánimo acompaña a los subordinados siempre que un jefe se dice y luego se  desdice de lo que ha dicho; o afirma algo y poco después lo contrario; es decir, da una orden  y luego la opuesta.

Esta desorientación la sufrí en carne propia hace muchos años, unido a la bronca que me llevé del capitán de la batería, cuando estaba haciendo las  prácticas de milicias en Palma, al ocurrírseme dar una orden a los artilleros por la tarde y a la mañana siguiente pedirles que olvidaran lo mandado el día anterior.

“Orden y contraorden, ¡desorden!”,  me gritó furioso el capitán Rosell, al comprobar que unos soldados habían cumplido el primer mandato y otros el segundo. Lógico resultado a mi torpeza.

La enseñanza fue clara: me prometí no volver a cometer más veces en mi vida semejante error, consciente que tal situación puede generar brotes de esquizofrenia en quienes sufren dichas contradicciones.

Pero este grave trastorno no parece importarle demasiado al Gobierno y para muestra de ello bastan cuatro botones, entre todos los que lleva en su haber. En 2007 suprimió el impuesto de patrimonio, que ahora recupera, para tirarlo de nuevo a la papelera  en un plazo máximo de dos años, en que de nuevo desaparecerá tal impuesto. Bien.

Durante muchos, pero que muchos años, tuvimos limitado el velocímetro de nuestro coche a 120 km/h hasta que a un iluminado del Gobierno se le ocurrió cambiar miles – sí, miles – de señales de tráfico obligándonos a circular a velocidad inferior a 110 km/h durante unos meses, para recambiar de nuevo los mismos miles de señales a su estado original, ante el desconcierto general. Bien por el chico.

Cuando pensábamos que el paroxismo ciudadano había llegado a su límite, viene otro visionario ¡socialista! con una reforma laboral, cuya vida no pasará de unos meses, justificando la continuidad de los contratos basura diciendo que peor sería que los trabajadores se quedaran preñados o que no tuvieran techo en sus casas, devolviéndonos a los orígenes de la lucha obrera.

Por si esto fuera poco, en los últimos días la cosa ha mejorado bastante porque las contradicciones son simultáneas en el tiempo. Así mientras Pepiño afirma que no se pagará a las Comunidades que lo recauden, la compensación por el Impuesto de Patrimonio; la superministra Salgado dice que de eso nada, dejándonos a los ciudadanos boquiabiertos ante tanta coordinación y claridad de ideas, como sucedió entre presidente y candidato con motivo de la inaceptable reforma constitucional.

Desordenar la mente de los vecinos con tanto acierto obliga a pensar en una estrategia premeditada, pues no cabe tanta torpeza por metro cuadrado sin sospechar una segunda verdad para regocijo de los populares, que sin hacer absolutamente nada ni elevar propuesta alguna, cada día recogen más paladas de votos en Génova, mientras algunos pensamos radicalizar el voto en las urnas.