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AMIGOS, PINTAN BASTOS

AMIGOS, PINTAN BASTOS

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Los elogios que ha merecido el Gobierno por su dominio del lenguaje para no decir lo que quería decir, diciendo lo que nadie quería oír, se han venido abajo con el Proyecto de Presupuestos Generales donde lanza un mensaje directo a policías y “enemigos”, como fueron calificados los manifestantes por el jefe superior de la policía valenciana, Antonio Moreno.

El arte dialéctico del Gobierno ha perdido su gracia en las cuentas del Estado, dando a los policías antidisturbios la orden de “garrotazo limpio y tente tieso”, reservando para los “enemigos” una amenaza impropia de la época, diciéndoles “temblad, temblad, malditos”.

Agradecemos la claridad de las palabras gubernamentales, aunque los presupuestos no digan ni palabra, dejando que los números hablen por ellas, multiplicando por 18,8 la cantidad destinada a material antidisturbios, que pasa de 173.620 € en 2012 a 3.260.000 € para el año que viene.

Pintan bastos, amigos, para los “enemigos” del sistema en el inmediato futuro, porque los manifestantes están pelados y no tienen dinero para comprar máscaras de protección respiratoria contra los gases lacrimógenos que les esperan, ni chalecos antibalas, ni cascos de protección contra los garrotazos, ni escudos contra los pelotazos que doblarán sus costillas.

Bien pertrechados los policías con las nuevas dotaciones de material que van a comprarles los esquilmadores para que los protejan, sólo cabe esperar que los guardianes del orden no permitan que las órdenes políticas los conviertan en enemigos del pueblo al que pertenecen. No olvidemos que quienes golpean no son los policías, sino quienes dan las órdenes, excluyendo el ensañamiento ejercido por el pequeño grupo de descerebrados que denigran a la mayoría de miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.

ES OTRO EL PROBLEMA

ES OTRO EL PROBLEMA

No cabe duda que pintan bastos en la economía, en la política, en el trabajo y, especialmente, en la policía. No cabe duda que quienes tienen la responsabilidad de dar una solución no la encuentran. No cabe duda que la inocente mayoría silenciosa soporta todo el peso de la crisis. No cabe duda que muchos parados pasan hambre. Pero ese no es el problema.

El problema no es que disminuyan las ventas de vehículos para el pueblo, sino que aumenten exponencialmente las compras de coches de lujo.

El problema no es que las arcas públicas estén secas, sino que quienes las han vaciado mantengan llenos los bolsillos.

El problema no es que debamos apretarnos el cinturón, sino que quienes nos dicen los agujeros que debemos acortar, usan tirantes.

El problema no es que los alumnos de la enseñanza pública reciban clases en una nevera, sino que los hijos de quienes apagan la luz vayan en manga corta.

El problema no es que la sanidad pública utilice parches Sor Virginia, sino que quienes envían enfermos a ellas, reservan habitaciones en la Clínica Ruber.

El problema no es que se rebajen los sueldos, sino que los políticos reciban dietas, complementos y salarios muy superiores al común de los ciudadanos.

El problema no es el despilfarro que se ha hecho de dinero público para satisfacer caprichos políticos, sino la impunidad de sus autores.

El problema no es que España ocupe un puesto destacado en el ranking de la corrupción, sino la falta de ejemplo moral y compromiso ético de los políticos.

El problema no es que aumenten los impuestos para mejorar los servicios públicos, sino el empleo que se da al dinero recaudado por el fisco.

El problema no es que falte dinero en las arcas públicas, sino el imparable aumento del fraude fiscal y el descanso de capitales el paraísos fiscales.

El problema, en fin, no es otro que la incompetencia de los dirigentes, la impunidad de los políticos, las gateras de las ley, el cinismo institucional, la falta real de participación, la politización de la justicia,… En definitiva, la caricatura democrática con que se viste el sistema, tan lejana de la soberanía popular y el gobierno ciudadano.