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FRAUDE Y CORRUPCIÓN

FRAUDE Y CORRUPCIÓN

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El último barómetro del CIS confirma el desprecio de los ciudadanos hacia la corrupción, los corruptores y corruptos, algo que no escandaliza tanto a la población como la impunidad de estos malhechores que amparan sus fechorías bajo el paraguas de la ley, escapándose a través de orificios legales, con ayuda de cómplices políticos, sumisas togas y compañeros de tropelías.

Los resultados del CIS sitúan el fraude y la corrupción en segundo lugar de las preocupaciones populares, viendo los ciudadanos con frustración que nada pueden hacer para rehabilitar la prisión de Alcatraz y encerrar en ella a los tramposos, rateros y ventajistas que han mentido y estafado con la vulgaridad de los carneros y la grosería de un rebuzno en el templo.

Las estadísticas informan desde las portadas de los periódicos que España ocupa el deshonroso segundo puesto en el ranking de países donde más crece la corrupción, por detrás de Siria, cabeza visible de la escalada estafadora, lo cual no favorece mucho a la cacareada marca España que desprestigian muchos cínicos que la patrocinan.

La corrupción se traduce en trampas, disfraces, escamoteos, mentiras, sobornos y miserias, que consolidan en las instituciones y en el cuerpo social una detestable impunidad derivada de los tribunales de justicia, permitiendo escapar a los indeseables con apelaciones a tribunales superiores o inaceptables indultos gubernamentales.

Campa el fraude y la corrupción libremente por los vertederos institucionales, proclamando verdades que son mentiras, estafas disfrazadas de errores, regalos a cambio de favores, nepotismo hermanado con servilismo, nombramientos innombrables, asesorías de la nada, adjudicaciones trocadas en propinas, sobornos enladrillados, votos a cambio de favores, desequilibradas sentencias judiciales, contaminación politiquera y extraño maridaje de escaños y reclinatorios.

SI WERT FUERA ESTUDIANTE

SI WERT FUERA ESTUDIANTE

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Contra viento sociales,  tempestades parlamentarias, mareas de profesores, desplantes de alumnos, pañueladas de padres, empujones de periodistas, barricadas de sindicatos, y quejas de costureras, churreros y aguaderas, el menistro Wert multiplica gratuitamente la crispación en un país muy crispado por los recortes, proponiendo una ley innecesaria, inoportuna e inadecuada, aprovechando que él se encuentra fuera del sistema educativo y no va a sufrir las consecuencias de su norma.

La mínima calificación obtenida por el menistro Wert en el barómetro del CIS con una nota de 1,76, permite asegurar que si el pilarista José Ignacio fuera alumno de Secundaria sería desviado hacia profesiones laborales alejadas de la Universidad y no podría estudiar la carrera de Derecho que cursó al abandonar el pilarismo.

Si Wert fuera estudiante, no pasaría ninguna de las selecciones que él mismo exige superar a los alumnos de 8, 11, 15 y 17 años, porque la puntuación de 1,76 que ha obtenido en el  examen social de los ciudadanos, no permite otra opción.

Si Wert fuera estudiante, carecería de amigos en el colegio porque no querrían jugar con él los compañeros en el recreo, le harían poco caso los profesores y los padres no le invitarían a fiestas de cumpleaños de sus colegas.

Si Wert fuera estudiante, iría solo a las manifestaciones convocadas por él mismo a favor de su ley, siendo despreciado por esquirol, disuelto con gases lacrimógenos por policías-padres y abucheado por los peatones.

Si Wert fuera estudiante, sus progenitores se avergonzarían del 1,76 obtenido por su hijo en la reválida ciudadana que él ha rescatado del pozo negro antieducativo con la propuesta de una evaluación sancionadora, selectiva y segregadora.

Si Wert fuera estudiante, no querría ser itinerado a los trece años hacia caminos profesionales que siendo adolescente rechazó y pediría las oportunidades de futuro que ahora niega a los jóvenes que sufrirán en las aulas su ley educativa, inspirada en fueros españoles y palomas espirituales.