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COMIENZO COLONIZADOR

COMIENZO COLONIZADOR

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El 25 de septiembre de 1493, salió Cristóbal Colón desde Cádiz en su segundo viaje al nuevo mundo, con una flota de 17 barcos, 5 naos y 12 carabelas, albergando en ellas una tripulación de 1.500 navegantes, formada por artesanos, soldados y campesinos, a quienes se sumaron clérigos y herméticos arcones para almacenar el oro, porque el segundo viaje de Cristóbal tenía como objetivo la colonización ideológica y la esquilmación de riquezas.

Al llegar a las islas caribeñas, Colón se llevó el primer varapalo de los indígenas, pues no quedaba rastro del Fuerte Navidad construido en La Española con los restos de la carabela Santa María, ni hálito de vida de los 39 hombres que allí dejó para proteger al cacique Guacanagari de los caníbales, a cambio de un cofre lleno de oro, sin que los conquistadores entendieran que los nativos querían seguir en taparrabos con su cultura, creencias y tradiciones.

A partir de ese momento, la rapiña y los cristazos brillaron con su presencia, y el enriquecimiento de Colón fue imparable por ser nombrado almirante y virrey de los paisajes descubiertos, con derecho a recibir la décima parte de las riquezas en todas las conquistas que raalizara en aquel el territorio otorgado por bula del valenciano papa Alejandro VI para su colonización.

Tierras alejadas del japonés Cipango donde creyó fondear Colón, pensando haber seguido la ruta hacia el oeste para demostrar que la Tierra podía rodearse en barco, muriendo años después sin saber que en medio del océano estaba América entre Europa y Asia, ignorando además que Cipango quedaba a 15.000 km hacia occidente.

INSECTOS CONTRA EL HAMBRE

INSECTOS CONTRA EL HAMBRE

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Según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los humanos que pasan hambre en el tercer mundo pueden aliviar la desnutrición comiendo insectos de todo tipo, con el mismo placer que los habitantes del primer mundo devoramos centollos, ostras vivas y percebes.

Aconseja esto la FAO a los insectívoros humanos porque en el año 2030 no podrán alimentarse los 9.000 millones de personas que habrá en la Tierra junto a otros tantos animales, dado que la agricultura no permitirá su expansión, se vaciará la despensa marina y el agua potable será un bien muy escaso.

Los argumentos empleados por José Graziano da Silva y sus muchachos para sugerir el consumo de esos animalitos, es que los insectos tienen tantas proteínas como la carne, abundan en la naturaleza y es barata la producción. Además, su gran valor nutritivo y elevado contenido en grasas, vitaminas, fibras y minerales, los capacita para elaborar piensos.

Pregonadas las virtudes de la ingesta de insectos para mitigar la hambruna en el mundo, nos falta saber si la autora del informe que recomienda comer esos bichos se alimenta de ellos y comparte mantel con los dos millones de personas hambrientas en Asia y África que consumen 1.900 especies de insectos para engañar el estómago.

Nos hubiera gustado más que Eva Muller denunciara los millones de toneladas de alimentos que van diariamente a los estercoleros en el primer mundo. Nos gustaría que la FAO disparara sus misiles contra el gasto mundial en armamento para matarnos entre nosotros, porque si esos miles de millones de dólares se emplearan en alimentos, todos los terrícolas comeríamos platos calientes cada día. Nos gustaría abolir la explotación del tercer mundo, el abuso y la esquilmación de su riqueza natural.

Mientras esto llega, sugerimos al restaurante romano de la Viale delle Terme di Caracalla, donde comen a diario los miembros de la FAO, que sustituya la actual carta de menús por otra a base de escarabajos crujientes en lecho fluido de orugas de ciénaga, chinches de jergón salteados con patas caramelizadas de tarántula, foie micuit de cigarras salvajes con quenelle de piojos y sabroso deep de cochinillas con cuerpos de libélulas salpicados de moscas de corral.