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Etiqueta: Arabia Saudí

HAGIOGRAFÍA REAL TELEVISIVA

HAGIOGRAFÍA REAL TELEVISIVA

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Las fanfarrias cortesanas trompetean y aplauden el estreno de la miniserie televisiva sobre la vida del sucesor del Caudillo, el exrey don Juan Carlos de Borbón y Borbón y Borbón y Borbón, para que no quede ninguna duda de que es Borbón de pura cepa histórica por los cuatro costados de su vida, aunque solo se nos haya permitido ver uno de ellos falseado de ternura, bondad, entrega, sacrificio, generosidad y patriotismo.

Que nadie se haga ilusiones sobre esta hagiografía, camuflada en biografía, porque es más de lo mismo que venimos viendo y oyendo desde que Franco lo ungió con su dedo, para que Juan Carlos permaneciera santificado en los altares sociopolíticos, protegido por los vasallos beneficiados de su cetro, quedando aforado ante la ley para demostrar que la justicia es igual para todos, como teatralizó en el discurso navideño.

Garantizo que en el guión de la serie escrito por Mercero-hijo no ha intervenido el coronel de Estado mayor Amadeo Martínez Inglés, ni el agente del CESID Ramón Francisco Arnau de la Nuez, más conocido por “El araña”, ni las féminas que compartieron lecho con él, ni los banqueros que conocen su millonaria fortuna, ni sus presuntos hijos ilegítimos, ni los contables de Arabia Saudí, ni Urdangarín, ni el “elefante blanco”, ni su “profesional” esposa.

Los responsables de la serie dan una nueva pátina a su ennegrecida vida familiar y pública plena de silencios y ocultas cacerías, viajes, negocios, delincuentes amigos que han pasado por chirona, cortesanos pesebreros y temerosos periodistas que han ocultado su vida privada, sin tener en cuenta que esta pertenece al pueblo, quedando reservada al monarca solamente su vida íntima.

INMIGRANTES

INMIGRANTES

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Una vez más, madrugan conmigo los inmigrantes, al ser ellos la parte más débil de esta sociedad enferma, porque al riesgo físico de disparos, concertinas y ahogamientos, suman el alejamiento familiar, la explotación laboral, el abandono de las costumbres, la indefensión legal, el desabrigo cultural, y, en muchos casos, sufren paro, desprecio, xenofobia y desamparo en la tierra prometida.

Sólo quienes hemos pasado muchos años en diferentes países como emigrantes, -aunque fuera de lujo-, podemos imaginar lo que supone para un trabajador inmigrante desvalido, el desarraigo de su tierra por razones de subsistencia, que sobrevive en un país con diferente idioma, costumbres, leyes y creencias.

Los países del norte que explotan las materias primas del sur, obligan a los sureños a exiliarse al norte donde son tratados como galeotes, comprada su hambre por tres denarios de hojalata, hipotecada su vida con despreciables servidumbres y doblegada su alma con amenazadoras deportaciones.

España, que envía a sus hijos al mundo negándoles aquí el futuro, se hace la estrecha con los trabajadores que recibe, se engalla con los inmigrantes, endurece la ley, retira tarjetas sanitarias, acuchilla las entradas y los hacina como apestados en dependencias infrahumanas hasta deportarlos a la hambruna de donde proceden, si antes no se han perdido en cárceles o vendiendo su cuerpo por las esquinas.