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FELIZ CUMPLEAÑOS, MAESTRO

FELIZ CUMPLEAÑOS, MAESTRO

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Emilio_Lledó

Hoy cumple ochenta y ocho años un pensador clásico español con mente universal, que ha paseado su sabiduría por todo el mundo desde varias universidades, sin renunciar al sevillano barrio trianero que le vio nacer y corretear por sus calles en la infancia, antes de formarse en Madrid y Heidelberg, ejercer el magisterio en La Laguna y Barcelona, sentarse en la Real Academia Española, recoger el Premio Nacional de las Letras Españolas y sentarse en el ovetense teatro Campoamor para recibir el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades.

Don Emilio Lledó es hoy el paradigma del intelectual moderno, comprometido con la sociedad, crítico con el poder, dialogante, erudito sin fisura, sincero por encima de toda componenda, maestro de maestros, trabajador incansable, perseverante en su empeño, independiente de juicio, creativo, respetuoso, polémico, reflexivo, autocrítico y de una integridad moral acorazada.

Es la voz que clama en el desierto, por mucho que el nuevo rey se empeñe en decirle a los políticos, financieros, empresarios, jueces y pueblo que presten atención a sus palabras y atiendan los consejos de este hombre sabio y honesto, que va por el mundo con el romanticismo de un caballero andante.

Para Lledó los libros son la memoria, porque los seres humanos somos fundamentalmente memoria y lenguaje, de forma que si no tuviéramos memoria, no sabríamos quiénes somos individualmente ni colectivamente, por lo que recomienda leer y dialogar en las páginas con los escritores, como le enseñó en Vicálvaro su maestro don Francisco.

Tal vez por eso mantenga sobre su la mesa de estudio la kantiana frase de que “el ser humano es lo que la educación hace de él”, pues somos, nos formamos, nos deformamos y nos transformamos por medio de la educación, estando obligados los gobiernos a mimar la educación como antídoto de todos los problemas sociales, aceptando que la política debe ser, según el texto clásico, “lo más arquitectónico, lo más interesante de la vida social”, porque organiza, armoniza y orienta los distintos deseos e ideas de los seres humanos, debiendo ser el político un hombre decente y justo que se entrega a los demás.

Pensando así, es fácil comprender que don Emilio les exija decencia a los políticos.

REPRESENTATIVIDAD

REPRESENTATIVIDAD

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De todas las acepciones que tiene la voz “representar”, ponemos atención en la que define este verbo como la acción de sustituir a alguien, hacer sus veces o desempeñar su función en el lugar que corresponda, sea éste institucional o privado. Es así, que lo fundamental de la democracia es la representatividad, es decir, que el pueblo elige a quienes van a representarle y defender sus intereses.

Las urnas dan poder a los elegidos en las votaciones y otorgan legítima representatividad democrática, pero no conceden sabiduría a los elegidos, ni les impermeabilizan contra el error, ni garantizan la representatividad moral que exigen los electores a sus representantes, algo de mayor estima, valor y mérito que la suplantación legal.

Cuando los representantes populares pierden la legitimidad moral, quedan inhabilitados para el ejercicio de la función pública por mucho que apelen al resultado electoral, porque el pueblo no tolera el quebranto de sus intereses amparándose en la legalidad formal de las urnas, si la representatividad moral va por los despachos oficiales con la pata quebrada.

Deben saber los representantes ciudadanos que las papeletas electorales no son el antídoto universal que contrarresta el envenenamiento popular ante la injusticia social, ni el bálsamo de fierabrás que alivia el dolor por la falta de solidaridad, ni es poción mágica que consuela las mentiras institucionales, por mucho que los políticos se empeñen en apelar a la legítima representatividad de las urnas, cuando la representatividad moral ha huido por la gatera.

ANTÍDOTO CULTURAL

ANTÍDOTO CULTURAL

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La cultura es el mejor antídoto contra los males que afligen a la sociedad, y el más eficaz tratamiento para evitar manipulaciones mentales, salvar epidemias ideológicas, superar contaminaciones integristas y ver con claridad el camino en medio del bosque informativo que nos rodea, amenazando con anular nuestra personalidad, mutilando criterios propios y haciendo de nosotros polichinelas en manos de los usurpadores.

La cultura es como un fósil que debemos rescatar del olvido y regar cada día para que reverdezca, progrese, crezca, nos dé sombra y proteja de las mentiras institucionales que caen como chuzos de punta sobre la ignorancia, evitando también el naufragio de la erudición en la adversidad, embravecida por desgraciados vientos y tempestades obsesivas que anulan la capacidad de discernir.

La cultura ni se compra, ni se vende, ni se alquila, ni se presta, ni se hereda. Tampoco se encuentra en páginas sobradas de datos, ni en legajos cargados de información o archivos enquistados de historia muerta. La cultura se alimenta en soledad con reflexión personal y crecimiento interno, manteniendo la mente en calma y el espíritu despierto, porque forma parte de nosotros mismos, nos define, da vida, impulsa y libera.

Es la cultura esencia que aromatiza el conocimiento. Cortafríos de la torpeza. Despertador de manipulaciones. Detectora de mentiras. Perfume sanador de ventanillas comerciales enquistadas de codicia. Caudal de sangre renovada que canaliza flujos de libertad. Brebaje que volatiliza el analfabetismo. Néctar del espíritu que alimenta la civilidad. Elixir que destila redención. Y ambrosía que libera de la ignorancia.