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Etiqueta: amnistía

JORNADA ELECTORAL

JORNADA ELECTORAL

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Hoy es jornada electoral donde los indecisos tendrán que tomar finalmente una decisión, que puede ser votar a un partido, abstenerse o votar en blanco, tras pasar el día de ayer reflexionando en ejercicio espiritual político para clarificar el voto, mientras los afiliados y simpatizantes de los partidos aplaudían y vitoreaban a sus líderes, coreando sus consignas, sabiendo que “podemos” ganar porque “vamos” a “hacer que pase” con este “valor seguro” y siempre “por España”.

Bien, pues un “ciudadano en blanco” amigo mío, lleva días tratando de convencerme sobre la opción que él va a tomar, siguiendo el lúcido camino abierto por Saramago en el ensayo que dio continuidad a su trabajo sobre la ceguera, como necesario gesto revolucionario en el momento actual.

Alguien apreciado por mí, me pidió ser interventor en una mesa de su partido, olvidando que no soy hombre de partido, porque estoy tan entero y libre como Unamuno, sin disposición a dar la cara por nadie si ello me obliga a perder el certificado de orejisano que he mantenido durante toda mi vida, fortalecido por la independencia que da la experiencia en la vida.

Una carta impersonal que han depositado en mi buzón postal, me pide que vote al partido político que me la envía, sin tener en cuenta a qué persona han dirigido la misiva, porque de saberlo se habría ahorrado el esfuerzo de enviarla y lo inútil de su petición, pues su aspiración es tan estéril como el trabajo de los peces por levantar el vuelo como las aves.

También han llegado a mi correo electrónico mensajes de amigos pidiéndome que vote el partido de su confianza, garantizándome que pasearé feliz por el nuevo jardín social que plantará su partido, tras haberlo descuidado durante tantos años sin darle ni gota de riego, ni nutriente alguno.

Un compañero de antiguas luchas sindicales, cuando los sindicalistos estaban por llegar a las secciones sindicales, me propone ayudar con mi voto a un partido que fue lo que nunca volvió a ser desde su aparición en los carteles publicitarios de la nueva pseudocracia, recuperada con la muerte del dictador.

Finalmente, ha pegado un martillazo en mi mente pretendiendo segar a golpes de hoz mi voluntad un colega, recordándome viejas coincidencias ideológicas partidistas de olvidados tiempos de abrazos pro amnistía, hoy extinguidas en la memoria por la realidad de los hechos.

Simplemente, amigos, me acercaré a primera hora de la mañana a la urna de mi colegio electoral, con la decepción política el alma, la frustración social a flor de piel y la esperanza desesperanzada en el futuro; pero, eso sí, con la personal convicción intacta y la indudable seguridad de que mi voto irá a la cesta de la única opción entre las posibles que a mi juicio merece llevárselo.

NO CABE RESIGNACIÓN

NO CABE RESIGNACIÓN

Lo único que justifica la brutalidad de una guerra son las consecuencias que se derivan de ella. Me refiero a que el hambre, la miseria y la ruina, son consecuencias lógicas de una guerra. Detestables, sí; pero secuelas inevitables de la repugnante dialéctica irracional y exterminadora de la guerra.

Pero la pobreza que ahoga hoy el alma de millones de ciudadanos no es consecuencia de una guerra, sino del abuso, incompetencia, avaricia, insolidaridad y engaño, del selecto grupo de privilegiados que sobrevuela por encima de la desdicha colectiva.

Trágico desequilibrio en la balanza de bienestar social que exige corrección inmediata poniendo en el plato menos favorecido el peso de la fuerza que da la unidad de todos los que apenas tienen un mendrugo que llevarse a la boca, mientras los responsables de la quiebra siguen brindando con Moet Chandon en la cubierta de los barcos de recreo.

No cabe impunidad para los culpables de la tragedia por mucho que quieran convencernos de la necesidad de arruinarnos cada día más, mientras ellos están al abrigo de la intemperie, sin oír el castañeo de la necesidad.

No cabe el olvido para los despilfarradores del erario público que han gastado nuestro dinero en obras faraónicas multimillonarias, sin pies ni cabeza, para satisfacer una enfermiza megalomanía.

No cabe el indulto para quienes han metido mano en la caja común, llevándose en bolsas de plástico lo que a otros pertenece, por mucho que sus mercenarios pretendan inmolarse ante ellos por un plato de lentejas.

No cabe la amnistía fiscal para los defraudadores que toman piña colada en paraísos fiscales, mientras sus vecinos hacen cola en las agencias tributarias para sufragar los servicios públicos que aprovechan los estafadores.

Urge un nuevo proceso de Nuremberg donde veamos sentados en el banquillo a banqueros insaciables en su voracidad, a especuladores sin escrúpulos, a ladrones de guante blanco y a políticos inmovilizados con sueldos milenarios, que miran con envidia a los usureros que niegan el pan y la sal a quienes no tienen siquiera un terrón de azúcar para endulzar sus pesares.

¿AMNISTÍA FISCAL? NO, GRACIAS

¿AMNISTÍA FISCAL? NO, GRACIAS

No queremos el olvido legal de delitos fiscales cometidos por millonarios de este país ni que se extinga de un plumazo su responsabilidad social y penal. Queremos justicia.

No queremos oscuras negociaciones con los evasores a la luz de la luna bajo una palmera en paraísos fiscales, con una piña colada en la mano y en la otra el capital hurtado a los ciudadanos. Queremos justicia.

No queremos ver florecer brotes verdes con violadas hojas de quinientos euros en las Agencias Tributarias, procedentes de falsos techos, dobles paredes, sociedades fantasmas y cajas blindadas. Queremos justicia.

No queremos aliviar la crisis del pueblo con la miseria de explotadores, la codicia de especuladores, el abuso de constructores, la mentira de estafadores y la ventaja de chantajistas. Queremos justicia.

Queremos que la justicia mantenga firme la espada, nivelada la balanza y los ojos vendados, para los administradores de la misma sigan su ejemplo y no les tiemble el pulso, contaminen las puñetas o asomen la vista por encima de la venda ante un título nobiliario, un sillón presidencial, un escaño o una abultada cuenta corriente.

Queremos que la insolidaridad y el engaño de unos cuantos privilegiados sociales que se reparten el 83 % de la tarta nacional, pase remando en galeras el tiempo que decida la justicia, porque estremece pensar que quienes han defraudado a los vecinos y se han aprovechado de los servicios que los demás han pagado con sus impuestos, puedan beneficiarse de una amnistía que no merecen.

Queremos que la Comunidad Europea ayude a todos los países miembros a resolver el problema de una manera muy económica, sencilla y eficaz: intercambiando el color de los billetes de 500 y 200 euros, declarando ilegales los que ahora duermen en cajas fuertes y paraísos fiscales, un sueño que no merecen.