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CEREMONIAS ALTERNATIVAS

CEREMONIAS ALTERNATIVAS

El pasado sábado tuvieron lugar dos vigilias en la capital del reino, con diferentes intenciones cada una. La primera, católica, en el aeródromo de Cuatro Vientos donde los fieles pidieron por la conversión de los laicos y el aumento de vocaciones sacerdotales; y la otra, laica, en la Plaza de Oriente, donde se planificaron acciones solidarias para reducir el desempleo, evitar la especulación, luchar contra la corrupción política y pedir el compromiso testimonial de la Iglesia jerárquica con los parados, el hambre y la pobreza.

Las dos vigilias nos invitan a reflexionar, más allá de la anécdota concreta, en algunos aspectos de la situación laico-religiosa que estamos viviendo en el país, sin más intención que evitar discriminaciones anacrónicas y promover la igualdad entre los ciudadanos.

La vigilia al viento fue convocada por una confesión religiosa y la segunda por un movimiento ciudadano. El Estado laico facilitó el espacio, el escenario, los servicios y la infraestructura donde los católicos pasaron la noche rezando. En cambio, los laicos no recibieron ayuda alguna del Estado aconfesional que facilitara su congregación, reflexiones y debate.

La aparente simpleza de estos hechos nos obliga a remangar las esperanzas y poner manos a la obra para conseguir una inversión en las actitudes del Estado, de manera que éste disponga espacios, facilite recursos y preste servicios a distintas celebraciones laicas, especialmente a tres de ellas. Me estoy refiriendo a la venida al mundo de nuevos ciudadanos, a la unión matrimonial de parejas y a las despedidas de los muertos.

Las confesiones religiosas, con tantos siglos de dominación, tiene bien resuelto el problema, especialmente la religión católica que con los bautizos acogen en su seno a los nuevos miembros de la iglesia; con las liturgias matrimoniales bendicen uniones eternas de parejas heterosexuales; y con las ceremonias funerarias despiden a sus muertos cuando suben al cielo.

Curiosamente, los laicos carecen de estas oportunidades, pareciendo razonable y urgente que el Estado aconfesional ponga a disposición de los ciudadanos espacios dignos y servicios adecuados para que éstos reciban a sus hijos, contraigan matrimonios y despidan a sus muertos.

Es más, incluso debería ofrecer diferentes protocolos ceremoniales para que los protagonistas pudieran optar por el que más les complaciera, sin excluir la iniciativa privada y la imaginación personal, para que cada cual celebrar esos acontecimientos como mejor convenga a los interesados.