CAMINO DE LA FELICIDAD
La felicidad es quimera inalcanzable para las almas dormidas, empeño inútil de añejos espíritus, aspiración frustrante de los desesperanzados, presea infecunda de los farsantes, ambición estéril de maliciosos y desengaño para codiciosos que pretenden comprarla en una taquilla, ignorando que la insolidaridad, el orgullo, la ambición y el desamor condenan a la infelicidad.
Tampoco basta el deseo de ser feliz para conseguir serlo, pues hay que remangarse y tirar de la felicidad hacia sí con fuerza de portor amarrado a maroma, porque no es dócil a mandatos ni supersticiones, por mucho que la presenten sonriente junto a deidades de diferente naturaleza y procedencia.
La felicidad no llega siempre vestida de novia, ni con un título académico en el bolsillo, ni con el certificado de nacimiento de la mano, ni con el primer beso enamorado, porque a veces se presenta inesperadamente tras un fracaso, un golpe de muerte, un abandono o entre lágrimas reconfortantes por el desgarro amoroso.
Pero es más fácil encontrar la felicidad en la indulgencia del perdón; en la renuncia a beneficio propio por el bienestar ajeno; en la lealtad a ideas y personas; en el encuentro enamorado; en el pan compartido; en la esperanzada entrega; en el viaje interior; y en el amor a la vida, que el más grande enamoramiento que tenemos, porque la muerte posterga todos los amores.