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PROCESO DE NÚREMBERG

PROCESO DE NÚREMBERG

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Mientras los medios de comunicación recuerdan que hace hoy tres años los populares arrasaron en las urnas,  setenta y ocho años que murió el líder falangista José Antonio y treinta y nueve años que el generalísimo Franco dejó pacíficamente su vida en una habitación del pazífico hospital madrileño para irse a descansar al católico valle de los muertos junto a miles de caídos en la contienda bélica ganada por él, yo prefiero recordar que un día como hoy de 1945 comenzó en la ciudad alemana de Núremberg el juicio a los nazis vencidos en la segunda gran barbarie mundial.

Diecisiete naciones acordaron procesar y juzgar a veintiún representantes del Tercer Reich responsables de la muerte de millones de ciudadanos, con la ausencia del jefe Hitler que decidió irse de este mundo por la puerta de atrás pegándose un tiro en la misma cabeza donde brotaron sus maléficas ideas, desparramando los sesos por distintas partes del planeta, sin que los terrícolas hayan escarmentado, y sigan a tiro limpio unos contra otros, en distintas partes del satélite solar.

El resultado final de nueve meses de interrogatorios y testimonios, fue que once de los acusados marcharon en fila india camino del patíbulo, siete durmieron durante años en la cárcel y tres de ellos pudieron seguir paseando libremente por las calles alemanas, arrastrando su mala conciencia.

Pero la noticia más sorprendente que ahora percibimos con perspectiva histórica, no fueron las sentencias judiciales, sino que el genocida Stalin fuera el promotor del juicio, en contra de la opinión de Churchill y Roosevelt que optaban por fusilar a todos los criminales nazis de forma directa e inmediata.

Nuremberg fue lugar elegido por exclusión de los demás, pues era el único palacio de Justicia alemán que reunía las condiciones para el juicio tras la contienda, ya que todos los demás estaban en ruinas o inhabilitados para albergar semejante juicio.

INOCENTE MATA HARI

INOCENTE MATA HARI

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Cuarenta y un años tenía la hija del sombrerero Adam Zelle cuando fusilaron su cuerpo doce soldados parisinos la madrugada del 15 de octubre de 1917, en plena guerra mundial, sin permitir a la hipotética espía Mata Hari defenderse de acusaciones sin pruebas, que hoy serían rechazadas en los tribunales de justicia.

Solo cuatro disparos perforaron su cuerpo, siendo uno de ellos el que destrozó su corazón, tras despedirse con un beso de sus ejecutores, sosteniendo la tradición que los doce matarifes dispararon con los ojos vendados para evitar desviaciones del punto de mira ante su belleza.

Como sucedía con los ajusticiados, su cuerpo decapitado fue donado a la Facultad de Medicina para estudios anatómicos, conservándose embalsamada su cabeza en el Museo de Criminales de Francia hasta 1958 en que fue robada por algún póstumo enamorado de la bella Margarita Gertrudis Zelle.

Su delito fue enamorarse de un joven soldado ruso, su castigo ser falsamente delatada por los alemanes y su desgracia ser hermosa bailarina de cautivadora belleza, lujosa meretriz y amante de poderosos, millonarios y políticos por sus habilidades amatorias orientales aprendidas en Java, tras el envenenamiento de su hijo y entre borracheras continuas del marido que mantuvo la custodia de su hija por la vida licenciosa que llevaba la actriz.

Un falso mensaje alemán cifrado denunciando a la espía H-21 puso en estado de alerta a los franceses, que decidieron acusarla de espionaje a favor de los mismos delatores, pagando con su vida las críticas recibidas por los militares franceses para compensar sus errores en el campo de batalla, convirtiendo en mito de leyenda a quien fue una simple ramera algo cotilla.

TANQUE, NO DE AGUA SINO DE MUERTE

TANQUE, NO DE AGUA SINO DE MUERTE

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La imaginación británica llevó a los ingleses a inventar un artilugio del infierno forrado de hierro, que se desplazaba lentamente sobre unas cadenas metálicas a tres kilómetros por hora, pero con fuerza para llevarse por delante árboles, paredes y trincheras como si fueran de cartón, provisto de unos pequeños ventanucos por donde salían certeros disparos contra las tropas enemigas durante la sangrienta batalla del río Somme, en la Primera Barbarie Mundial, para romper las líneas defensivas alemanas.

Es fácil imaginar la cara de asombro de los militares alemanes cuando vieron acercarse aquellos invencibles monstruos de acero hacia ellos por primera vez el 15 de septiembre de 1916 en Flers-Courcelette, como gigantes que aplastaban a manotazo limpio las alambradas de espino y los cráteres de impacto del campo de batalla, sin que los soldados fueran capaces de responder a la furia de aquel caballo metálico que pateaba sus asentamientos dándoles mortales coces y protegiendo a la infantería que iba con ellos.

Parapetados en su interior iban soldados británicos ensordecidos por el rugido de aquel engendro arrollador, protegidos por la coraza de hierro blindado donde rebotaban las balas de los máuseres, se mellaban las bayonetas caladas, quedaban aplastados los proyectiles Luger, se afogonaban los lanzallamas y eran rechazadas las ráfagas de metralleta.

La construcción de arma tan letal fue alto secreto para los obreros que soldaban las piezas, hasta el punto de creer que estaban fabricando “tanques” móviles para que los soldados británicos pudieran transportar el agua de un sitio para otro en el macabro teatro de operaciones donde se jugaban la vida, quedando así bautizado el artilugio con ese nombre para siempre.