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GUERRA INTERMINABLE

GUERRA INTERMINABLE

paz

Nadie se creyó el final de la Primera Guerra Mundial con la firma de la paz en el Salón de los Espejos del Palacio de Versalles, que abrió años después las puertas a la mayor locura colectiva que persona alguna pudo imaginar, llevándose por delante a ¡cincuenta millones! de seres humanos, antes de concluir aparentemente con la redención alemana.

Esta guerra caliente se transformó más tarde en fría durante largos años, hasta llegar al momento actual en la que los promotores y perdedores de dos guerras mundiales, han guardado sus misiles bélicos en la memoria de Peenemünde, y apuntan con monedas de euro a la cabeza de quienes fueron indulgentes y generosos con ellos.

Urge finalizar con esta guerra mundial interminable dándola verdaderamente por terminada, sin arañazos abiertos ni heridas por cicatrizar, cauterizando la piel en carne viva y lavando los restos de sangre que puedan haber dejado en el rostro de los pueblos tales contiendas ya embalsamadas en la historia.

Es lamentable que en momentos de unificación europea, mestización y mundialización de la especie, se le esté negando una nueva oportunidad a la paz, por cuestión de mayor o menor liquidez bancaria de unos países sobre otros, cuando lo que está en juego es el futuro de la Humanidad, la dignidad de las personas y la supervivencia del género humano, imposible de sostenerse sin el esfuerzo de la mayoría, porque la minoría poderosa jamás podrá sobrevivir si aniquila a quienes los sustentan en el poder.

No podemos cruzar nuestros brazos en el pecho y mirar con indiferencia la tragedia de otro pueblo que puede ser nuestra, si un malhadado golpe de suerte nos lleva al matadero, como tantas veces la historia nos recuerda para que no olvidemos que ningún pueblo está exento de la tragedia, por lo que todos debemos unirnos hasta lograr una paz interminable.

INSOLIDARIA AMNESIA ALEMANA

INSOLIDARIA AMNESIA ALEMANA

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Alemania insiste en seguir dándonos cuartos de vuelta con más recortes hasta que a muchos no les quede ni gota de esperanza en la redención de la miseria donde habitan, desde que los teutones se apropiaron del torniquete, olvidando que en tiempos no muy lejanos se tuvo con ellos la generosidad y la clemencia que hoy niegan a los demás.

Efectivamente, el 27 de febrero de 1953 se inició en Londres el proceso de acuerdo sobre la deuda externa alemana para resolver el enorme endeudamiento de los alemanes, sin aplicarle medidas restrictivas ni políticas de austeridad que hubieran desencadenado una reducción del comercio, decrecimiento de la producción y bajada del consumo, como ellos hacen ahora con varios países europeos.

Se les facilitó a los alemanes el desarrollo y el comercio exterior sin desestabilizar su economía, anulándoles los 25 países acreedores el 62,6 % de la deuda, evitando al mismo tiempo el anatocismo, es decir, el cobro de intereses sobre intereses, y se hizo con la generosidad de olvidar que semejante deuda había sido contraída con motivo de las dos guerras mundiales que promovieron en 1914 y 1939.

La deuda contraída por Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial era de 22.600 millones de marcos y la deuda de posguerra ascendía a 16.200 millones, dando un total de ¡38.800 millones marcos! de 1945, que debían pagar a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Bélgica, Canadá, Ceilán, Dinamarca, Grecia, Irán, Irlanda, Italia, Liechtenstein, Luxemburgo, Noruega, Pakistán, España, Suecia, Suiza, la Unión de Sudáfrica y Yugoslavia, entre otros.

Pero todos estos países le perdonaron 24.300 millones, permitiendo así la pronta recuperación de Alemania, al quedarle solamente una deuda de 14.500 millones pagadera en 57 años, que liquidó el 3 de octubre de 2010, recuperada ya de la ruina y pisando fuerte en todas las instituciones y entidades financieras europeas y mundiales.

El famoso milagro alemán tuvo mucho que ver con la indulgencia y solidaridad de los países acreedores, muchos de los cuales sufren ahora la ingrata amnesia de los alemanes, su escasa generosidad, nula solidaridad y detestable codicia al pretender que Grecia venda el Partenón para enjugar la deuda.