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Etiqueta: alcobas

MECEDORA VOZ DE MADRE

MECEDORA VOZ DE MADRE

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Habla la madre con voz templada por la madurez de los años, dejándose llevar juventud abajo desde la pasión primera a la serenidad de un amor pleno de certidumbre en íntimo maridaje perpetuo, sin firmar pliego alguno ni sellar requerimientos formales o protocolos congelados en las carpetas.

Palabras menudas con flecos de volantes blancos como vestido de novia y pétalos de azahar volando desde las almenas juveniles al otoño pedregoso de vida, que pretende enronquecer su garganta sin conseguirlo, porque la voz esperanzada de la madre no se deja amedrentar por el aviso taciturno de las agujas del reloj, fortalecida por el amor que golpea las penas sobre el yunque de la vida.

Escrupulosos velos del misterio son rasgados con sus palabras a ritmo del badajo en las espadañas rurales, donde los pajares asistieron un día el encuentro furtivo de dos almas gemelas que más tarde se perpetuarían en la cuna infantil con susurros de amor y placenteras nanas enlagrimadas de felicidad por el beso de los labios que solo enmudecieron al silbo de los pañales.

Voz de miel, adormecedora del llanto en las noches de insomnio, cuando el marfil pugnaba por blanquear el perfil de una boca balbuceante que ignoraba el diccionario, suspendiendo la incredulidad con hilos de felicidad compartida en las alcobas, donde las palabras maternales sustentaban pilares de conformidad, sin pedir nada a cambio.

Años después continúa hablando lentamente para evitar que las palabras tropiecen entre ellas y se lastimen en el aire antes de llegar a su destino viento arriba, donde solo alcanzan los susurros entrecortados, quedando él mirándola, reenamorado de su voz callada, recogida y oracionera, como diluvio de bondad adormecedora del alma

BUSCONES PÚBLICOS

BUSCONES PÚBLICOS

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Al decir «buscones públicos» no me refiero a varones homologados con busconas y meretrices que venden su cuerpo, sino a los que prostituyen la administración pública y las entidades financieras convirtiendo los despachos en alcobas de mancebía, donde la ética se arrastra por los desagües camino del vertedero social y la moral pública huye espantada ante descaradas mentiras oficiales.

Hablo, pues, de personas que venden su alma por una lenteja. Incluyo en ese colectivo de buscones a los que ponen en almoneda su conciencia y con ella la conciencia ciudadana que a todos pertenece, comerciando con bienes ajenos sin escrúpulo alguno. Es decir, describo personas que tienen emputecida la ética por una detestable codicia que hincha sus venas y enrojece sus pupilas de tanto jugar con el futuro que a los demás pertenece.

El profeta predijo en el libro sagrado que el número de tontos en la tierra sería infinito, sin tener en cuenta que los usureros, explotadores, mangantes y corruptos multiplicarían esa cantidad en tiempos insolidarios, haciendo de las Escrituras un pasatiempo para sus golpes de pecho, sin compromiso con la doctrina que lucen en bandolera los sepulcros blanqueados que van en procesión por despachos oficiales, consejos de administración de entidades financieras y sacristías políticas.