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CARIDAD ACONFESIONAL

CARIDAD ACONFESIONAL

Mientras los españoles estábamos ocupados en no atragantarnos con las uvas el día de nochevieja, el Gobierno publicaba en el Boletín Oficial del Estado del 31 de diciembre el Real Decreto Ley 20/2011 con las medidas urgentes para recortar el déficit público, estableciendo en su séptima Disposición Adicional que la Iglesia Católica, – sólo la Católica, claro – recibirá mensualmente del Estado durante el año 2012, la cantidad de 13.266.216, 12 euros, – más de 2.200 millones de pesetas -, que al año suman 160 millones de euros o, si se prefiere, ¡27.000 millones! “de las antiguas pesetas”.

Esto, que no tiene visos de normalidad en un estado aconfesional discriminatorio con el resto de las creencias religiosas, resulta enojante cuando en el mismo Boletín se recortan servicios básicos como sanidad y enseñanza, fijándose al mismo tiempo el salario mínimo interprofesional para 2012 en 641,40 euros/mes, es decir, ¡21,38! euros/día.

Pero hay más, porque en la siguiente Disposición Adicional del mismo R.D., o sea, en la octava, referidas a los Bienes de las Instituciones eclesiásticas, se prorroga por un año el plazo sobre modificación de tasas y beneficios fiscales de acontecimientos considerados de interés público.

Esto significa que todas las voces disidentes con las Jornadas Mundiales de la Juventud, entre las que estuvo este blog, han ido directamente al cubo de la basura, porque se mantienen los mismos beneficios fiscales para posibles eventos religiosos, visitas papales o ceremonias populares, al tiempo que se aumentan los impuestos directos, indirectos y circunstanciales para los pecadores, herejes, iconoclastas y apóstatas, ya me entendéis.

Esta caridad de un Estado aconfesional con la teramillonaria Iglesia Católica no encuentra explicación en mentes laicas ni en corazones ético-proféticos de la propia Iglesia que se están desangrando en la liberación de quienes no llegan al salario mínimo, mientras la Iglesia estructura luce casullas bordadas en oro y anillos en ceremonias públicas y exhibiciones propagandísticas de una fe que debería alejarse de oropeles y comprometerse con los despreciados, en vez de pasearse por las alfombras mientras muchos de sus fieles mueren de hambre y sed en el desierto de la vida.