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CAMINO DE LA FELICIDAD

CAMINO DE LA FELICIDAD

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La felicidad es quimera inalcanzable para las almas dormidas, empeño inútil de añejos espíritus, aspiración frustrante de los desesperanzados, presea infecunda de los farsantes, ambición estéril de maliciosos y desengaño para codiciosos que pretenden comprarla en una taquilla, ignorando que la insolidaridad, el orgullo, la ambición y el desamor condenan a la infelicidad.

Tampoco basta el deseo de ser feliz para conseguir serlo, pues hay que remangarse y tirar de la felicidad hacia sí con fuerza de portor amarrado a maroma, porque no es dócil a mandatos ni supersticiones, por mucho que la presenten sonriente junto a deidades de diferente naturaleza y procedencia.

La felicidad no llega siempre vestida de novia, ni con un título académico en el bolsillo, ni con el certificado de nacimiento de la mano, ni con el primer beso enamorado, porque a veces se presenta inesperadamente tras un fracaso, un golpe de muerte, un abandono o entre lágrimas reconfortantes por el desgarro amoroso.

Pero es más fácil encontrar la felicidad en la indulgencia del perdón; en la renuncia a beneficio propio por el bienestar ajeno; en la lealtad a ideas y personas; en el encuentro enamorado; en el pan compartido; en la esperanzada entrega; en el viaje interior; y en el amor a la vida, que el más grande enamoramiento que tenemos, porque la muerte posterga todos los amores.

HINTELEZTUHALES

HINTELEZTUHALES

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El doctorado honoris causa es el máximo grado académico que otorgan las universidades españolas desde 1920, a personas públicas eminentes que han destacado por sus méritos profesionales, relevancia intelectual y científica, o especiales contribuciones al desarrollo de la sociedad y el bienestar común.

Pero no siempre los doctorados honoríficos se otorgan a ciudadanos merecedores de ello, sino a hinteleztuhales éticamente frágiles como la porcelana, histriónicos personajes que a todos engañan, mercachifles que mancillan la honradez y turbios personajes que pastan en alcantarillas morales.

Así sucedió con el antiguo cobrador del autobús familiar que su padre conducía por las carreteras gallegas, don Gerardo, distinguido en 2008 con el doctorado honoris causa por la Universidad ilicitana “Miguel Hernández”, sin otro mérito hinteleztuhal que tomar cañas de cerveza en la cafetería de la Escuela de Ingenieros Industriales, hasta que pasó a ser “el Ferrán” en el hospedaje público de Soto del Real, donde el honorífico doctorado universitario le fue cambiado en 2013 por el meritorio doctorado en estafa pública, con alzamiento de bienes, blanqueo de dinero y fraude impositivo a los ciudadanos.

Otro destacado hinteleztuhal, frustrado clérigo y médico sin oficio, ha ostentado varios doctorados universitarios honoríficos que recibía con la mano derecha, mientras por la izquierda estuvo durante treinta años estafando a los ciudadanos envuelto en la protectora señera, hasta que el molt honorable Pujol pasó a ser el molt depredador de bienes ajenos, por obra y gracia del 3 %, grave problema que contaminó sus papilas políticas con ambición enfermiza.

Con toga, muceta, cara dura, pelo engominado, Gaudeamos, Laudatio y rey por testigo, don Mario Conde fue investido doctor honorífico de la Complutense por el rector Villapalos el 9 de junio de 1993, siendo experto en meter mano en caja ajena, sin mover un pelo de su cabello, hasta ser inquilino a gastos pagados durante años en el hotel de Alcalá Meco.

Este hermoso ratero de Argentia Trust, concluyó su discurso de investidura en la Universidad Complutense, diciendo: «El gran desafío consiste en dotar de humanismo nuestros proyectos colectivos. En recuperar al hombre. En recuperar el pensamiento humanista como definidor de la arquitectura de todo modelo social”. Tras sus palabras, Pinocho se hizo hombre…