ENCUENTRO TARDÍO DE AMIGOS JUVENILES

ENCUENTRO TARDÍO DE AMIGOS JUVENILES

–          Pero Guti, qué alegría verte. ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo te va la vida?

–          ¡Psch! Pasable. O sea, mal. Bueno, bien. No lo sé.  ¿Y a ti?

–          Pues eso. Como a ti. Ni mal ni bien, sino todo lo contrario.

–          Estás igual, no has cambiado nada. Más viejo como yo, pero bueno.

–          Sí, los dos estamos bien de carrocería pero la procesión va por dentro.

–          A todos nos pasa igual. El otro día estuve con Núñez y andaba jodido.

–          ¿Y Crespo? ¿Sabes algo de él? No lo he vuelto a ver desde el colegio.

–          Pues anda así el hombre, ya sabes, mal y con ganas de jubilarse ya.

–          Tampoco le va bien al «Rosca», aquel que se pasaba el día cantando.

–          ¡Ah! Sí, ya lo recuerdo, y Collado que se ha quedado viudo.

–          ¿Qué habrá sido del rubio y alto, que era el empollón de la clase?

–          Creo que falleció después de pasarlo mal con la enfermedad.

–          ¿Y Rodri? ¿Te acuerdas de Rodri, el del chicle bazoka y el regaliz?

–          Sí, claro. Y también de Ruiz, que era hermano del «Porrión».

–          ¿Se casó Jiménez con aquella chavala tan guapa del barrio?

–          Sí, y Marín con su hermana, pero acabaron separándose.

–          Bueno, siento dejarte pero tengo una cita con el médico.

–          Yo debo recoger a los nietos que salen de la escuela.

–          Dame tu número de teléfono que te llamaré algún día para vernos.

–          Vale, de acuerdo, hasta la próxima y que sea pronto.

ELECCIONES A LA VISTA

ELECCIONES A LA VISTA

Gallegos y vascos están convocados a las urnas, y los aspirantes a poltronas institucionales de todos los partidos han comenzado a cargar su artillería contra los enemigos políticos sin previo aviso, en el mismo escenario teatral  de elecciones precedentes, con idénticos protagonistas, semejantes amenazas mutuas, parecidos atrezzos y análogas mentiras.

Ganarán los actores que mejor engañen al pueblo. Los que tengan mayores habilidades para no decir lo que piensan hacer. Los que finjan ser lo que no son. Aquellos que prometan lo que no van a cumplir. Y quienes mejor representen su papel de salvadores del pueblo, cuando en realidad sólo les interesa su propia salvación.

Sabiendo todo esto, el pueblo hará cola en los colegios electorales con la esperanza de lograr lo que sabe de antemano que será imposible conseguir: que los elegidos se pongan al servicio de los ciudadanos, sometiendo sus intereses personales al bien común. Que los dirigentes superen la mediocridad que invade los cargos públicos. Que la incompetencia y que el carnet del partido no sea el banderín de enganche a la poltrona. Que las mentiras y falsas promesas no queden impunes ante los tribunales.

Pero no os hagáis ilusiones, porque nada de esto será posible.

ARGUMENTOS PARA LA FE

ARGUMENTOS PARA LA FE

No fueron las “las cinco vías de Santo Tomás”, ni las historias contadas por los evangelistas, ni las decisiones conciliares, ni tampoco las catequesis infantiles, los argumentos que convencieron a muchos creyentes de los dogmas y la doctrina católica, sino el fuego eterno del  infierno aderezado con la felicidad perpetua del cielo, junto al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo, los ángeles y los familiares muertos que allí esperaban.

Seis siglos de Inquisición hicieron el trabajo sucio de la fe llevando al redil del buen pastor las incrédulas, desobedientes y rebeldes ovejas que iban por la senda del vicio, decretando los capelos impositivas páginas contra herejes, insumisos, brujas, homosexuales y paganos, que ardían en hogueras públicas presididas por la autoridad eclesiástica.

Los argumentos empleados por inquisidores para convencer incrédulos, obtener reconversiones a la fe y autoinculpaciones de pecadores, eran muy variados en sus “razones”, pues iban desde los collares de púas hasta péndulos rompehuesos, pasando por torniquetes estrujadedos, planchas aplastacabezas y sillas con pinchos.

A tan persuasivos métodos se añadían las garras de hierro para desgarrar la carne, agujas que penetraban lunares, tenazas al rojo vivo, camas que se estiraban hasta descoyuntar piernas y brazos, fuego en los pies y toneles llenos de excrementos donde sumergían a los indeseables.

Los herejes, homosexuales y putas tenían reservada la “pera” que dilataba las bocas de los blasfemos, el ano de los sodomitas y la vulva de las amantes de satanás, hasta desgarrar fauces, anos y vaginas, mientras que las adúlteras eran mejor tratadas pues los verdugos se conformaban con triturarles las tetas y pezones con unas pinzas, para que confesaran o se convirtieran a la fe.

 Sencillos métodos empleados por sayones para conseguir que el torturado dijera lo que el martirizador quería oírle decir, si deseaba salir del sótano inquisitorial con la bendición apostólica en el cuerpo destrozado, el rosario en una mano y el cielo en la otra.

DIARIO DE UNA JOVEN SECRETARIA

DIARIO DE UNA JOVEN SECRETARIA

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Dándole forma literaria como diario apócrifo, os cuento la historia real de unos hechos sucedidos en plena crisis y cercano despacho, que nos devuelven a tiempos no lejanos de siervos, pernadas, abusos y amenazas  para complacer falos insatisfechos, sometiendo voluntades y quebrando dignidades, a cambio de supervivencia.

Primer día: Llego a mi nuevo empleo como administrativa a las ocho de la mañana, respondo a treinta cartas, resumo cinco informes, preparo dos balances y salgo una hora más tarde.

Segundo día: Don Antonio, mi jefe, debe ser buena gente. He llegado a las ocho y media y no me ha llamado la atención por el retraso. He respondido a veinte cartas.

Tercer día: Me he retrasado otra vez. Respondo a quince cartas y resumo tres informes. Don Antonio se ha ofrecido para ayudarme en todo lo que necesite.

Cuarto día: He llegado a las nueve, redactado diez cartas y preparado dos balances, además don Antonio me ha dicho que necesita una secretaria particular.

Quinto día: He llegado a las nueve y media, y al final de la jornada el jefe me ha ordenado que a partir de mañana pase a trabajar todos los días en su despacho.

 Sexto día: He llegado a las diez y no he tenido que hacer balances ni informes. Don Antonio me ha comentado que tengo un nombre muy bonito y buen gusto para vestir.

Séptimo día: Sólo he tenido que responder a cinco cartas y me ha sonrojado el jefe diciéndome que estaba muy guapa, poniendo una flor sobre mi mesa.

Octavo día: Hoy no he tenido cartas que contestar ni informes que resumir. He estado casi toda la mañana hablando con don Antonio y me ha pedido que le llame Tony.

Noveno día: A partir de hoy sólo debo contestar al teléfono porque Concha se encargará de todo lo demás. Al acabar he tomado con Tony una bebida muy rara en un pub.

Décimo día: Tony me ha invitado a cenar esta noche en su apartamento y se ha enfadado conmigo por negarme a ir, alegando que no me gusta y que estoy feliz con mi chico.

Undécimo día: El jefe no es tan simpático como me creía. Hoy no me ha hablado, he contestado a veinte cartas, redactado cinco informes y salido dos horas tarde.

Duodécimo día: He llegado a las nueve al despacho y me ha reñido por el retraso, antes de advertirme que está pensando cambiar de secretaria particular.

Decimotercer día: Hoy he currado como una mula y realizado el trabajo de Concha, pero don Antonio me ha dicho que no le parezco muy adecuada para el puesto de trabajo.

Decimocuarto día:  Tony ha estado toda la cena supersimpático y su apartamento huele a azufre.

WALT WHITMAN

WALT WHITMAN

Sabed que soy muy mal lector de novedades, pero excelente relector de obras que me dejaron huella. Es decir, que me interesan poco las primicias literarias y vuelvo tantas veces como deseo a las páginas que deleitan mi espíritu.

Este perpetuo retorno a la complaciente literatura que me satisface me ha llevado a pasar dos días con Walt Whitman en West Hills, una aldea que empezaba a crecer frente a Nueva York en 1819, donde he sido bien recibido por el más grande poeta que Norteamérica ha dado al mundo.

Sentado sobre sus refrescante “Hojas de hierba” he gozado nuevamente del verdor de la vida en este caluroso, seco y agostado agosto, sin otra pretensión que la de abandonarme en los versos de la frustrada vida del poeta.

Walt había perdido su trabajo unos meses antes de que sus “hojas” aparecieran en las librerías, con el desgraciado mérito de saber ocultar entre sus versos lo prohibido en una sociedad cínicamente puritana. Poemario que insinúa tímidamente lo intolerable, sin vulnerar los límites de la libertad impuesta en un país  que supeditaba la libertad a la castidad.

Mucho debió sufrir Walt al verse obligado a cambiar en sus versos el vocablo “él” por el de “ella” para no ofender la falsa pureza de los inquisidores sociales de la época. Grande debió ser la frustración de fingir aventuras amorosas con mujeres que nunca existieron en su vida. Mucho debió padecer aparentando ser lo que no era. Y eterna la culpa de una sociedad que le obligó a inventar seis hijos que nunca tuvo.

IGUALAR A LA BAJA

IGUALAR A LA BAJA

Estamos donde estamos, sin comerlo ni beberlo, por voluntad de quienes nos han empujado al hondón del pozo, mientras ellos se asoman sonrientes al brocal para ver como desaparecemos de la superficie, sin posibilidades de salir a flote pues los que tendrían que reflotarnos carecen del talento, valor y honradez que se necesita para ello.

Es el precio que pagamos por sostener con nuestros votos un sistema caduco donde predomina los sinvergüenzas que tienen la desvergüenza de ocupar portadas de periódicos y carteles electorales, mientras nosotros pastamos adormecidos y a la intemperie en esta decrépita pseudodemocracia.

La decadencia de la vida pública española tiene mucho que ver con la falta de ciudadanos honrados y capacitados para ocupar cargos representativos, ya que los partidos políticos han apostado por la incondicional fidelidad partidista, considerando que administran una finca privada y no el territorio común de cuarenta millones de ciudadanos.

En ese afán dominante han igualado a los cargos públicos por abajo, según el diminuto rasero de familiares, amigos y militantes que se arrastran por el suelo suplicando un sillón que llevarse a las nalgas, sin apartar de sus dientes el carnet del partido.

Esto es lo que pasa cuando se pone un país en manos de políticos desvalidos y desvaídos, permitiéndoles acomodar mediocres posaderas de personas incompetentes y sin escrúpulos en rentables poltronas institucionales, haciendo de la piel de toro un trapo raído e inservible.

ANIVERSARIO DEL EXTERMINIO

ANIVERSARIO DEL EXTERMINIO

 En agosto de 1945 la guadaña radiactiva que transportaba Enola Gay en su vientre aceleró el parto de Little Boy, una guadaña radiactiva de tres metros de longitud y cuatro toneladas de peso que cayó a las ocho y cuarto de la mañana sobre Hiroshima, esparciendo muerte por la ciudad a manos llenas con los cuarenta millones de cartuchos de dinamita que representaba la explosión que no dejó piedra sobre piedra en cientos de kilómetros a la redonda.

Cuando el fotógrafo militar George Caron disparó su cámara desde la cola del B-29, perdió el habla al ver la inmensa nube atómica, compendio de todas las plagas bíblicas, que se alzaba como sanguinario hongo gigantesco, jamás visto por el ojo humano.

Pareciéndole a Truman pequeño este regalo para los japoneses, decidió eliminar el desencanto nipón enviándoles tres días después un nuevo obsequio llamado Fat Man con plutonio en las venas, pues el uranio abandonado en el primer viaje no complació al presidente por su baja calidad.

 Su destino: Kokura, pero las nubes taparon la ciudad y sus vecinos se quedaron sin el presente, pues  tras dar el bombardero tres vueltas en vano, puso rumbo a Nagasaky, sin avisar a los vecinos para que salieran a recibir el obsequio.

Resumen: miles de muertos en el acto, miles de muertos durante los años que siguieron al acto y miles de japoneses a los que espera la muerte anticipada porque la radiación es duradera, mientras los analistas del exterminio aseguran que fue lo mejor que pudo ocurrir. Curioso.