NO ME QUEDAN VESTIDURAS QUE RASGAR

NO ME QUEDAN VESTIDURAS QUE RASGAR

La pérdida de los derechos sociales conquistados tras muchos años de luchas y desvelos, obliga a recomenzar de nuevo el camino hacia la recuperación de lo perdido, aunque en ello dejemos juventud y canas en la gatera.

“Hemos vuelto al siglo XVIII”, me decía mi querido Juan con la indignación propia de quien está siendo testigo en primera línea del abuso y desprecio de una minoritaria clase dominante, que amenaza con devastar todo lo que se encuentra a su paso, como caballo de Atila disfrazado de pervertida democracia.

Al hijo de Juan nada le vale el título universitario que tiene para que le obliguen a perforar el suelo con un martillo neumático abriendo una zanja que nada tiene que ver con el oficio para el que le han contratado. O que le reconozca el patrón que tiene derecho a 15 días de vacaciones, pero que si los toma no vuelva por la oficina.

Peor beneficio ha tenido su mujer, licenciada en medicina, a quien le han aplicado al pie de la letra la reforma laboral, enviándola al paro de la noche a la mañana, sin indemnización alguna y después de llevar 23 años resolviendo los problemas sanitarios de la empresa propietaria de un borracho, al que tuvo que atender muchas veces para aliviarle la embriaguez crónica que padecía.

Triste estampa que hoy denuncio indignado en mi bitácora, convencido que cualquiera de los lectores podría referir casos semejantes de amigos o familiares que están pasando por situaciones análogas, sin rodearse el cuerpo de cartuchos y abrazar a los responsables de su desgracia, antes de explosionarlos, porque el cariño y apoyo de familiares y amigos amortigua la tragedia que les ha tocado vivir, sin tener culpa alguna en la desgracia.

EL CALATRAVEÑO

EL CALATRAVEÑO

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Al hablar del calatraveño no me refiero al camino recorrido por el enamorado de la vaquera de la Finojosa, poetizado felizmente por Íñigo López de Mendoza, sino al patriotero don Santiago que esquilmó las arcas valencianas en connivencia con su “amiguito del alma”. Sí, el mismo que fue absuelto por un inculto jurado popular, como evidenciaba la caligrafía y faltas de ortografía de la sentencia escrita por uno de sus miembros y aprobada por la mayoría de ellos.

Déjenme decirles que españolear es diferente a españolizar, como emigrar es polo opuesto a calatravear. Emigra quien suda en paisajes alejados de su infancia; y calatravean los socios del C.C.V., “Club Calatrava Evasor”, fundado por este megalómano arquitecto valenciano, al que se han sumado grandes patrioteros de este país llevándose sus fortunas a paraísos fiscales, en un repugnante gesto de insolidaridad y aprovechamiento de servicios públicos pagados con nuestros tributos.

Urge, pues, retirar el premio Príncipe de Asturias del salón de trofeos de caza que el calatraveño tiene en la casa de Zúrich, donde este ladrillero de lujo ha trasladado su millonaria fortuna, para eludir el pago de impuestos en España.

Semejante chorizo, que ha multiplicado los presupuestos una vez aprobados los proyectos de obras, que está imputado en el caso “Palma Arena”, que se llevó un millón de euros por el anteproyecto de un palacio de la ópera que no se construyó y dos millones y medio por el Centro de Convenciones de Castellón no realizado, ha decidido meter el dinero en la mochila y abandonarnos en plena crisis, en busca de frescos aires evasivos. Pues que bendito de Dios vaya y no vuelva.

Eso sí, pedimos al Gobierno que distribuya su foto en las fronteras y le impida poner su pie sobre el asfalto que pagamos los demás, exigiéndole que devuelva el nombramiento de Embajador Honorario de la “Marca España” porque nos avergüenza su representación.

MENDOZA CUMPLE AÑOS

MENDOZA CUMPLE AÑOS

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Tal día como hoy de hace setenta años, el barcelonés Eduardo Mendoza vino al mundo con el arte de la pluma bajo el brazo para vivir en la ciudad de los prodigios despistando a la censura franquista con la verdad del caso Savolta, que ocultaba los soldados de Cataluña.

Cansado de traducir palabras de otros por Nueva York, Ginebra y Viena decidió volver a sus rincones infantiles y habitar la isla inaudita, conciliando la comedia ligera con sus clases en la Universidad Pompeu Fabra, mientras compartía la aventura del tocador de señoras, sabiendo que una pésima novela hace malas todas las anteriores.

Cumple años Eduardo, viviendo a ras de suelo y sujetando las puertas de su casa con los premios literarios que ha recibido, haciendo gala de sus cinco mandamientos: sencillez, trabajo, constancia, humor y pragmatismo. Cóctel que le hace gran persona y escritor vocacional, alejado de las togas y los pleitos para los que fue formado en la Facultad de Derecho.

Su gusto por ser el más extranjero de todos los extranjeros, le lleva disfrutar paseando por ciudades donde no es reconocido, gritando con un megáfono que estamos como estamos porque los bancos nos dieron propinas innecesarias y sobradas para hipotecar nuestra vida.

PATRIOTAS Y PATRIOTEROS

PATRIOTAS Y PATRIOTEROS

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El penoso manoseo que están haciendo con el patriotismo los patrioteros sin escrúpulos, presentándose ante nosotros como lo que no son y pervirtiendo la dignidad del sentimiento patriótico, me invita a decir que patriota es el ciudadano que demuestra amor a la patria, y patriotero quien agota sus compromisos con ella en palabras demagógicas y calderilla moral, mostrando actitudes nocivas para su tierra natal.

De aquí que el patrioterismo no sea más que un alarde gratuito del patriotero o, si se prefiere, un cínico brindis al sol de la verdad y de la honestidad social, diferente al patriotismo que procura hacer el mayor bien al país con actos patrióticos, que son adjetivación de patria y patriota.

El patriotero ha sido tradicionalmente histriónico, peliculero y tragicómico, basando su engaño en la retórica del gesto sin compromiso real, sino todo lo contrario. Así lo ha mostrado la historia, exhibiendo actitudes manidas del tradicionalismo añejo e impositivo, abanderado por salvapatrias, que han usurpado festejos, tradiciones y banderas a los patriotas que sudan en silencio por engrandecer la tierra común.

Patriota es quien da su vida por la patria, no su muerte. Quien se sacrifica por el embellecer el paisaje que le vio nacer. Quien renuncia a privilegios propios que perjudican a sus vecinos. Quien evita la corrupción, el despilfarro, la prevaricación y el nepotismo. Quien critica lo que puede ser mejorable en su patria.

El patriota no se enorgullece con necios mitos y risorios emblemas, ni endiosa héroes de pacotilla o lagrimea con los éxitos deportivos nacionales. Tampoco se emociona creyendo que su país es el mejor, el más serio, trabajador, responsable, puro y casto, mientras pide eliminar el IVA de la factura.

El patriota no elogia la prosperidad de la minoría privilegiada, ni adora ídolos de barro, ni se le hinchan las venas viendo ondear la bandera en lo alto de grandes empresas y bancos, ni se enorgullece al ver a un español en la lista de Forbes.

El patriota mantiene la conciencia ética en el ámbito social, traducida en un proyecto de desarrollo humano solidario, inclusivo, fraternal, respetuoso y profesional, que concluya en una justicia social sin diferencias por razones de cultura, sexo, raza o religión.

Todos seremos patriotas el día que formamos parte de un país que no es grande por haber ganado un mundial de fútbol, sino por ser paradigma de honradez. Por superar la pobreza, eliminar las desigualdades, desterrar la mediocridad, promover la tolerancia, limpiar la corrupción, liberar la justicia, superar la incultura, practicar la autocrítica y erradicar el patrioterismo.

Seremos un país de patriotas cuando no circule el dinero negro por nuestras manos, ni haya subsidio laboral, ni trabajo encubierto, ni economía sumergida, ni trampas fiscales, ni rendijas judiciales. Cuando vivamos en un país donde los partidos políticos no sean cobijo de incompetentes, trepas y lameculos. Un país cumplidor de promesas electorales que expulsa de su territorio a los hipócritas y estafadores patrioteros.

SAN JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

SAN JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

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De no haberse producido la fatal desgracia que acompaña a todos los mortales,  – por más que numerarios, supernumerarios y “clase de tropa” rogaran a Dios para que prolongara su vida -, este santo barbastrense de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, cumpliría hoy 111 años.

Nunca la Iglesia se dio tanta prisa para acreditar la beatitud de uno de sus fieles, ni la “Obra” pagó tanto dinero para conseguirla, ya que en palabras del sucesor Portillo, la beatificación del III Marqués de Peralta supuso para las arcas de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, la fruslería de treinta millones de pesetas a lo largo de los once años que los tribunales emplearon en las seiscientas reuniones que mantuvieron para dar luz verde a los milagros que beatificarían al futuro San José María Escrivá de Balaguer, el 17 de mayo de 1992, de la mano del futuro San Juan Pablo II.

A partir de ese momento, la Iglesia puso en marcha la turbosantidad del beato, canonizando al abogado diez años después, cuando habían pasado ochenta y cuatro de la visita que Dios le hizo al de Barbastro pidiéndole que llamara a la santidad a todos los hombres, – y mujeres, claro -, abriendo un nuevo camino en la Iglesia con la santificación del trabajo de cada día.

Así fue como emprendió su tarea de llevar al “camino” a todo el que asistía a sus familiares charlas, hasta convertirse en el santo que ahora rezamos todos para que nos libre de algunos extraños miembros de su obra que nos gobiernan, administran, instruyen, enjuician y sanan, aunque no sean todos los que están en la faena de utilizar el gran peldaño de su Obra para subir a la cumbre con su falta de compromiso evangélico, porque también hay santos cotidianos entre ellos.

HÉROES Y ASESINOS

HÉROES Y ASESINOS

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Al héroe y al cobarde no los separa el filo de una navaja, pero al héroe y al asesino los distingue el jefe que da la orden de matanza. Si el patrón tiene medallas en la pechera, el asesino se convierte en héroe por obra y gracia de la ley; pero si ordena la muerte alguien desprovisto de condecoraciones, el matarife es condenado por asesino.

Tal es el caso del exótico príncipe Enrique, nietísimo de su graciosa majestad Isabel II, que puede ser declarado héroe nacional de guerra por matar a un talibán en Afganistán, lugar donde se encuentra madurando este joven bebedor y juerguista, que se niega a llevar fotos de mamá Diana en la cartera militar.

La heroicidad de “Big H” ha consistido en disparar contra el afgano varios misiles desde un helicóptero Apache, cuando el talibán corría a campo abierto por la zona de Helmand, mientras el hijo de Carlos patrullaba con un grupo de amigos por aquellos parajes.

Acto heroico sin precedentes en la historia militar inglesa, en la que el heredero a la corona ha dado al pueblo un ejemplo de valentía, jugándose la vida mientras liquidaba una pulga a cañonazos para hacerse merecedor de condecoraciones y honores por parte de su abuela.

Lo que está en juego no es el asesinato, ni la “heroicidad” en acto de guerra, protagonizada por este miembro de la Familia Real, sino la legitimidad establecida legalmente y aceptada socialmente, que autoriza a rendir honores a quien mata en nombre de grandes palabras usadas como calderilla por los administradores de la paz. Los mismos que fabrican armas y las venden a quienes ponen en las dianas de sus mortíferas pantallas, antes de apretar el botón rojo de la consola, sin riesgo alguno para el matarife.

REBAJAS MORALES

REBAJAS MORALES

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El comienzo de las rebajas comerciales me da pie a reflexionar sobre el escaso parecido que éstas tienen con las rebajas morales que se expanden por la sociedad como mancha de aceite, sin que nadie se ocupe de aplicarle un antigrasa para evitar la pandemia de inmoralidad política, financiera y mercantil de amenaza con llevarse por delante la escasa salud ética que nos queda.

Hoy harán cola en los grandes almacenes muchas personas ávidas por comprar a bajo precio la blusa o chaqueta que vieron en el escaparate días antes, etiquetada con un precio muy superior al de la oferta que hoy hace el vendedor, rebajando sus beneficios para evitar quedarse con la mercancía en el almacén.

Con igual deseo, pero intención diferente, llevan años acudiendo los depredadores sociales a las rebajas morales puestas en venta por politiqueros y usureros, dejándose en la gatera la dicha que persiguen, pues la felicidad no puede comprarse en taquilla alguna, por mucho que se empeñen los propietarios del negocio democrático en poner a la venta en almoneda valores eternos que no admiten rebaja alguna.