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Autor: Francisco Blanco Prieto

MENDOZA: SABIDURÍA, HUMOR Y SENCILLEZ

MENDOZA: SABIDURÍA, HUMOR Y SENCILLEZ

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En el «Día del libro» nos unimos en el tiempo y  la distancia con los amigos que hicieron la ola a Eduardo Mendoza en la Universidad alcalaína, mientras él sonreía con ojos achinados mirando a quienes admiramos su sabiduría humorística, tras alcanzar aquello que se propuso de niño, con solo pretenderlo.

Vocación literaria temprana la de este “relojero de las palabras”, como “árbol con muchas hojas, poco tronco y ninguna raíz”, considerado cervantista, quijotista y modelo de sensatez, que considera a los demás como regaderas ambulantes, permitiéndole esto vivir “perplejo, atemorizado y descontento de cómo va el mundo”.

Este escritor por obra y gracia de su pluma ha sido laureado con el Premio Cervantes por su magistral sencillez literaria, lenguaje directo y divulgación de la expresión popular, llevada a cabo con elegancia expresiva en protagonistas marginales, abandonados al pairo por una sociedad que camina con orejeras sin percibir a quienes sobreviven en el abandono y la miseria.

Eduardo Mendoza mira al mundo desde sus setenta y cuatro años, recordando que con la muerte del dictador nació su primera novela ambientada en la Barcelona natal, describiendo la ciudad condal antes de la incivil guerra y contando a los lectores toda La verdad sobre el caso Savolta, envuelta en luchas sindicales, y merecedora del Premio de la Crítica, antes de entregarnos otras novelas, relatos cortos y ensayos, que le llevaron en 2010 al comercial Premio Planeta, por su madrileña Riña de gatos en el Madrid de 1936.

Como dijo en su comunicado el jurado que le otorgó el premio, fue honrado y dignificado Mendoza con el máximo galardón de las letras españolas por desarrollar su obra “en la estela de la mejor tradición cervantina, con una lengua literaria llena de sutilezas e ironía”, puesta de manifiesto en sus cinematográficas obras La ciudad de los prodigios de Mario Camus o El año del diluvio de Chávarri.

Obra literaria transparente y abierta la de este escritor, limpia, humilde, humorística y popular en el sentido cervantino, que este abogado ya viudo y antiguo traductor, ha puesto en nuestras manos para deleite de quienes nos hemos acercado a sus páginas con espíritu desenfadado y divertido, no exento de anhelo literario, profundidad de pensamiento y valiente contenido.

Mendoza hace suyas las palabras que Ortega dedicó a Cervantes afirmando que el padre del Quijote simpatizaba con todo por haber sufrido sin guardar rencor a nadie, mostrando Eduardo una decencia, rigor, seriedad y compromiso que a todos nos complace, incluso al propio Cervantes, aunque no haya podido entregarle su premio.

¡FELICES PASCUAS!

¡FELICES PASCUAS!

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Cabe desear felices pascuas a todos los creyentes católicos que hoy celebran su más importante y florida fiesta, en memoria de la resurrección de Jesucristo en cuerpo y alma al tercer día de ser crucificado, como dijeron los evangelistas en sus crónicas, transformadas en libros sagrados por la bendición papal.

Una vez muertos los cronistas, se reunieron en el año 325 de nuestra era en Nicea los santos, sabios y virtuosos padres de la Iglesia para decidir que tal conmemoración pascual se celebrara el primer domingo que siguiera a la luna llena, tras el equinoccio de primavera.

La resurrección del Hijo del Hombre pertenece en exclusiva al ámbito de fe religiosa y justifica ésta, porque como dijo Pablo de Tarso: sin la resurrección, vana sería la religión cristiana. Aunque la realidad sea que nunca llegó a probarse la resurrección como hecho histórico, quedando la Iglesia como fedataria de un hecho por demostrar.

De igual manera, los incrédulos tampoco han podido demostrar sus afirmaciones de que Jesucristo no muriera en el Gólgota, que curara sus heridas en casa de Magdalena y terminara emigrando a la India, donde casó con mujer nativa, muriendo de viejo rodeado de hijos y nietos.

En todo caso, parece claro que Jesucristo no resucitó con el rostro y cuerpo que vivió y murió, algo que explica que sus seguidores no le reconocieran cuando se presentó ante ellos, como le sucedió a los dos amigos que fueron conversando con él hacia Emaús. Ni que su enamorada Magdalena le confundiera con un hortelano cuando se presentó ante ella. Ni que a los discípulos tuviera que mostrarles sus manos y costado para que le reconocieran. Ni que Tomás se viera obligado a meter la mano en la herida. Ni que los pescadores del Tiberiades sólo le reconocieran al sacar las redes llenas de peces siguiendo las instrucciones del “aparecido”, y no cuando se acercó a ellos.

Es la fe responsable de que las montañas se muevan y de hacer creer a los fieles lo que no han visto, como es el caso de la resurrección, fundamento, justificación y sostén de la doctrina cristiana.

MUERTE ANTICIPADA

MUERTE ANTICIPADA

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Con el alma entumecida tras ver las últimas imágenes televisadas de la ruinosa vida física, moral y familiar llevada por José Antonio Arrabal desde que le diagnosticaron Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), no queda otra opción que aceptar sus palabras y compartir con él la libertad alcanzada con la muerte, tras el suicidio voluntario en soledad y de forma clandestina, realizado el pasado 2 de abril, reclamando con ello la legalización de la eutanasia en nuestro país, siguiendo los pasos de Suiza, Bélgica y Holanda.

No autorizar el suicidio asistido, exigiendo a los ciudadanos seguir viviendo hasta que el tránsito natural llame a la puerta, ha significado para José Antonio un anticipo en su defunción, porque de existir la muerte asistida hubiera prolongado la vida más allá de la inmovilidad que le impidiera suicidarse, contradiciendo con ello la intención de moralistas y legisladores de prolongar la existencia hasta que la parca llame a la puerta.

Todos estamos sentenciados a muerte, y a quienes exigen el derecho a morir dignamente, debe concedérsele hacerlo en manos de profesionales que les ayuden a dar el paso fatal de la forma más pacífica, dulce y serena que sea posible, y no ilegalmente, lejos de la familia para evitarle el castigo de complicidad y con dudosos fármacos adquiridos a través de Internet.

José Antonio deseaba suicidarse con dignidad porque amaba la vida, extraña paradoja que a todos nos conmueve y alienta a pedir la eliminación del artículo 143 del Código Penal, permitiendo a profesionales sacar del infierno a los enfermos terminales que soliciten ser liberados con la muerte de su calvario.

A ello unimos nuestro profundo respeto hacia los enfermos terminales que prefieran vivir hasta que la innombrada se los lleve, pareciéndonos tan legítima la actitud de quienes piden ayuda para acabar con su vida, como la de aquellos que prefieren mantenerse en ella por razones ideológicas, religiosas, familiares o esperanzadoras en un tratamiento sanador de su dolencia

DE LA GUERRA A LA PAZ, PASANDO POR LA VICTORIA

DE LA GUERRA A LA PAZ, PASANDO POR LA VICTORIA

Se cumplió ayer el septuagésimo octavo aniversario del término de la incivil guerra española iniciada en 1936, al ser cautivado y desarmado el ejército rojo tras alcanzar las tropas nacionales los últimos objetivos militares, como dijo el último parte de guerra que partió a España en dos, entre banderas victoriosas al paso alegre de su paz.

Ese día no comenzó entre los españoles la paz, sino la victoria, que duró treinta y nueve años, hasta que las dos Españas heladoras del corazón españolito, se descongelaron y abrazaron juntas en la democrática Constitución, modelo de reconciliación y acuerdo, aunque hoy ciertas páginas permanecen sin estrenar, otras sean poco leídas, bastantes trasnochadas y muchas mal entendidas.

Pero los textos del anverso y reverso de la Carta Magna fueron escritos con pluma compartida en pacífico consenso, diluido hoy como azucarillo en leche democrática procedente de la vaca ordeñada por corruptos de todo pelaje, filiación y procedencia, que roban y evaden las cántaras de bienestar que al pueblo pertenecen.

Contra la opinión de quienes prefieren olvidar la salvaje contienda vecinal borrándola de la memoria colectiva, otros apostamos por mantener su recuerdo permanente durante varias generaciones, con el lema «Recordar para evitar», impidiendo olvidar aquella barbarie, para que nuestros herederos no repitan en el futuro la locura de las trincheras.

El primero de abril, que estuvimos obligados a celebrar durante décadas los de mi generación, como “Día de la victoria”, debe transformarse en el “Día nacional en memoria de todas las víctimas de la guerra”, como hizo la ONU en 2005 con los judíos muertos en el holocausto, para que nadie lo olvide el exterminio, con el título “Educar para un futuro mejor”, que se celebra cada primero de noviembre en recuerdo a la liberación del matadero instalado en Auschwitz.

GENERACIÓN

GENERACIÓN

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En el tren de la vida que camina hacia la estación término, ocupamos el vagón de cabeza las personas que llegamos al mundo en el furgón de cola, cuando la hambruna, escasez, miseria y pobreza derivadas de la incivil guerra, era el plato nuestro de cada día, sin que ello sea hoy motivo de sonrojo, sino de humilde presunción.

No hay tinte vanidoso en el orgullo de pertenecer a una generación ya jubilada y sustituida por el colectivo de ciudadanos que forma la nueva savia bruta que circula por los vasos leñosos de una sociedad vertiginosa, que camina con rumbo marcado por los hacedores de vidas ajenas.

Orgullo de ser miembro de una gran familia generacional que trabajó con austeridad, sacrificio y generosidad en la construcción de su propia vida, en medio de un camino empedrado y lleno de trampas, donde una caída significaba el quebranto de la esperanza.

Combate diario tuvimos, no agotado en nuestra propia salvación, ya que prolongamos la lucha más allá de la autorredención, haciendo por nuestros hijos el trabajo que a ellos correspondía, en un intento de evitarles lo que debíamos promover, dándoles la protección, estabilidad y caprichos que a nosotros nos faltaron.

Tantas dificultades, renuncias, privaciones y sacrificios, nos hicieron jurar ante Dios que nuestros hijos no pasarían por semejante calvario, y no estoy seguro del acierto, pues con tal decisión eliminamos en ellos los valores  que a nosotros nos permitieron salir del pozo en que nos abandonó la posguerra.

A SU EMINENCIA SEBASTIÁN

A SU EMINENCIA SEBASTIÁN

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Desde la descreencia, pero con agradecido afecto personal de quien tiene espejo moral donde mirarse y hermano espiritual cercano a la bondad, amor y generosidad, presentó sus memorias el pasado jueves en el Aula Magna de la Universidad Pontificia, el cardenal Fernando Sebastián, testimonio de fe cristiana y compromiso evangélico, que nos honra a quienes seguimos creyendo en valores eternos compartidos por la religiosidad laica que guía las acciones.

Vaya esta página con lagunas en la memoria olvidando las negras palabras del cardenal hacia los gays y lesbianas, así como sus elogios a Falange Española y Alternativa Española, porque solo quiero recordar al teólogo comprometido con la democracia española en convulsos tiempos transitorios; evocar al dirigente obrero de la JOC y de la HOAC; al crítico con el franquismo y al promotor de la separación de la Iglesia de la Iglesia del Estado, tras un maridaje de cuarenta años.

Opto por recordar la comprometida hermandad que Fernando mantuvo con mi querido Olegario, con Setién, con Alberdi, Belda, Velasco, Patino, Cebrián, Nasarre y tantos otros, a las respetuosas órdenes del cardenal Tarancón, en los inolvidables “consejillos” de las Benedictinas madrileñas.

Prefiero quedarme con el autor de la histórica homilía que pronunció el cardenal Tarancón en la misa de coronación de Juan Carlos en la iglesia de los Jerónimos, por ser pieza oratoria excepcional, merecedora de un espacio privilegiado en la moderna historia de España. Quédome, pues, con su afán por la reconciliación, la justicia y la paz, en una sociedad libre

Solo queda agradecer a Sebastián la humildad con que ostenta su sede, la templanza de sus palabras, la sabiduría del pensamiento, la bondad de sus gestos, la grandeza de su corazón, la transparencia de su verdad, y darle las gracias por su compromiso con la democracia en momentos muy difíciles de nuestra historia donde vesánicos gritos pedían el paredón para su querido Tarancón, mientras el piso de Atocha salpicaba de sangre inocente sus paredes.

Agradecerle al cardenal la generosidad por desnudar su alma en la plaza pública, con humilde descaro caritativo al servicio de quienes sigan creyendo que en la vida hay algo más que vanidades de porcelana, soberbia plastificada, solidaridad de escaparate, amor de media vuelta y prójimos maculados, interpretando patéticamente el penoso oficio de ser titiriteros de la moral.

Solo queda enviarle un abrazo de este amigo, que sin haberle convivido, -como le dijo el cardenal Francisco-Bergoglio-, lo conoce bien por sus escritos.