ABRASADORA GUERRA FRÍA
El enfrentamiento político, económico y social surgido al final de la segunda barbarie mundial, fue una guerra fría tan ardiente como la bayoneta calada, el mortero, la bomba y el misil, por mucho que los mandamases políticos, económicos y sociales que juegan con nosotros, se empeñen en hacernos creer lo contrario.
Hipotéticamente, el fin de la guerra fría concluyó en 1989 con el derrumbe del sistema comunista ruso, la independencia de algunas de sus repúblicas, la caída del muro de Berlín, la unificación alemana, el ficticio fin de la carrera armamentística y la firma de la Carta de París, que permitió a Bush decir: «Hemos cerrado un capítulo de la historia. La guerra fría ha terminado».
Hecha tan cínica declaración de paz, ninguno de los países que podrían llevar la paz hasta el último rincón del mundo se ha ocupado de ello, sino todo lo contrario, llevados por una irracional codicia propia con rugido de marabunta que amenaza con el exterminio de la raza humana.
En vez de pacificar el mundo, distribuir la riqueza, ayudar a los pueblos subdesarrollados, luchar contra el hambre, industrializar territorios abandonados y hermanar a los seres de la misma raza, comenzó una guerra congelada en los tratados, pero abrasadora en espiral sangrienta.
La OTAN se merendó con dos firmas el Pacto de Varsovia, el orden mundial establecido en Yalta pasó a mejor vida, los falsos tratados STAR I y II ocuparon primeros planos sin contabilizar vehículos y cabezas atómica, terminando por reducir arsenales nucleares, pero sin tocar pieza alguna.
Con este panorama en las mesas de negociación, comenzó la guerra en el Golfo para desalojar a los iraquíes de las zonas petrolíferas kuwatíes propiedad de los estadounidenses, se invadió Irak y se ocupó Afganistán, hasta llegar a Siria, donde nos encontramos con millones de muertos en plana guerra congelada.