Una vez más he comprobado que la soberbia conduce al egotismo, a la falta de autocrítica, el endiosamiento, la altanería, el dogmatismo, la intolerancia, el desprecio a los demás, la ofensa gratuita y – en casos de patológica inflamación aguda- los secuestros emocionales que genera la prepotencia pueden llegar a la venganza, sin que los tóxicos sujetos que padecen tan grave dolencia moral sean conscientes del hedor que despide su alma.