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Mes: diciembre 2018

RECUEDO SOLIDARIO

RECUEDO SOLIDARIO

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Mi condición de lujoso emigrante en lejanas tierras durante años, me obliga a enviar un recuerdo en vísperas de Nochebuena, a todos los vecinos llegados desde la hambruna al suelo español de promisión, aunque no siempre la acogida facilite la redención.

Inmigrantes llegados con la angustia en sus cuerpos, lágrimas en la mirada, bocas resecas y profunda soledad en el alma, huyendo del hambre y dispuestos a sudar por la patria que el monarca ensalzará mañana en su predicación.

Inmigrantes llegados en busca del pan que no pudieron amasar en sus países de origen, castigados por la vida sin haber cometido más pecado que nacer en chozas y chabolas al sur de la vida.

Seres condenados por fatal infortunio de la cuna, que hace ricos a unos y a la mayoría esclavos de la miseria, sin merecer unos ni otros la suerte o desgracia que les ha tocado en el reparto.

Nadie se juega la vida en una patera para hacer turismo. Nadie cruza el Atlántico en la bodega en un barco si no es para sobrevivir. Nadie altera sus costumbres y cultura si la hambruna no llama a la puerta. Nadie abandona su familia para refugiarse en la soledad de una habitación decorada con fotos de los que dejó abandonados en su tierra natal, para ganar el futuro de todos.

A estas solitarias personas, desarraigadas del paisaje que les vio nacer, trabajadores obligados a demostrar cada día su competencia, les envío mi recuerdo. A estos seres humanos sin protección que les asista, contratados para realizar esfuerzos que sólo a ellos se les pide, acompaña mi solidaridad.

A quienes realizan detestables tareas rechazadas en muchos casos por quienes piden diariamente su expulsión.

A quienes sienten en sus carnes el injusto arañazo del racismo y el mordisco de la xenofobia por cometer el delito de querer liberarse de la pobreza y miseria.

A todos ellos envía un abrazo solidario quien gozó en tierra extraña de privilegios inalcanzables para ellos, sin poderse desprender de nostalgias infantiles cuando pasó las fiestas navideñas recogido en la solitaria isla familiar, lejos de su patria, su gente, su cultura y sus tradiciones.

FIN DE AÑO ¿UNIVERSITARIO?

FIN DE AÑO ¿UNIVERSITARIO?

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Es difícil estar de acuerdo con una fiesta universitaria tan alejada de la vida intelectual propia de la Universidad como la celebrada el pasado jueves, porque nuestro centenario Estudio nada tiene que ver con tales saturnales, exigiendo este hecho eliminar de la convocatoria la atribución universitaria que la define.

Es difícil compartir la noche con amigos, vecinos y foráneos, entre drogas, orines, vomitonas, intoxicaciones etílicas, provocaciones a los agentes de la autoridad, borracheras prefabricadas y veinte toneladas de residuos, por mucho que se endulce el ambiente con gominolas.

Es difícil disfrutar del merecido descanso nocturno de los ciudadanos, cuando los gritos, cláxones, cánticos, golpes, roturas, peleas callejeras, destrozo de mobiliario urbano, caprichosos ruidos excesivos y juergas en pisos juveniles, obliga a intervenir a la policía para desalojarlos.

Es difícil aceptar una fiesta universitaria patrocinada por una bebida energizante, un jarabe gaseoso refrescante con extractos no alcaloides de hojas de coca y un ron corsario que obsequia con rojos gorros de bucanero a los participantes, no encontrándose tales productos catalogados en biblioteca universitaria alguna.

Es difícil comprender una tradición como esta en la culta ciudad salmantina, que esa noche transforma su barroca Plaza Mayor en la Plaza Europa de Salou o en Plaza Pitiusas de la calviense Magaluf, convirtiéndose la “pequeña Roma” en centro de peregrinación verbenera, donde a los orgiásticos romeros les importa un pimiento morrón el paseo turístico por el monumental museo salmantino.

Es difícil transigir con un pseudofestejo que en pocas horas multiplica los delitos en la ciudad, incrementando sensiblemente el consumo de drogas, los hurtos de carteras, robos teléfonos móviles, timos y “simpas”, obligando a un importante gasto en seguridad y limpieza que pagamos todos, sin tener claro quién o quiénes son los beneficiarios de tal desmadre.

¡Apretad!

¡Apretad!

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“¡Apretad!”, dijo el blandense Torra a los violentos encapuchado hace unos días, completando ahora la frase, diciendo: “¡Apretad, sin miedo, que yo sujeto en un rincón del cuadrilátero a los mossos para que les amoratéis la cara a puñetazo limpio y pedrada seca”, en un alarde de vesánica irresponsabilidad, propia de quien vive obsesionado por la abducción ideológica que padece, origen de su patología independentista.

En todo caso, los arrebatados vehementes deben tener cuidado con los apretones súbitos inducidos por alimentos ideológicos contaminados, porque pueden acabar corriendo al íntimo escusado con los pantalones en los tobillos, si quienes aprietan son los mossos, hartos de comentarios y tratamiento que están recibiendo por quienes tienen que protegerlos y defender la paz que desean todos los catalanes, a excepción de la notoria minoría empeñada en violentar la civilizada sociedad catalana.

No debemos identificar al monárquico “king” con el republicano Quim, a pesar de la coincidencia fonética de ambos, porque el segundo se opone frontalmente al primero y trata de eliminarlo del diccionario político. Algo legítimo si ello se hace conforme al ordenamiento jurídico vigente, con métodos democráticos, respeto a los disidentes y aplicando el sentido común de los mortales.

Tampoco “Quim Torra” –sectario presidente de la Generalitat catalana-, es lo mismo que “Quim, torra”, exaltado secesionista que pone a los Comités de Defensa de la República en la lumbre para que se torren tomando color de violenta bandera segregacionista. Por cierto, los CDR deben añadir una “C” a sus siglas, y escribir: CDRC, para aclarar que son Comités de Defensa de la República Catalana solamente, evitando con ello incluirnos en su violento proyecto a los muchos republicanos que aspiramos a cambiar la organización del Estado en una República, por métodos democráticos, legales y pacíficos.

Finalmente, no conviene tampoco confundir “Quim” con “quin”, aunque Quim haga quines animando a los CDR a taladrar con su punta de hierro candente las cabezas de los Mossos y de los hispano-catalanes, pidiéndoles que “aprieten” con actos violentos, para que el poder ejecutivo contamine con sus presiones al judicial, que mantiene encarcelados a los líderes separatistas, patrocinadores del movimiento violento que pretende hacer de su juicio, un juicio a todo el pueblo catalán, incluida la mayoría que está en contra de su proyecto.

La cachada no parece el método más adecuado para conseguir objetivos políticos en un Estado democrático de derecho, ni es coherente exigir a los Mossos que permitan ilegales actos violentos, arrojando sus defensas personales al suelo y quitándose los cascos, hasta convertirse en muñecos pim-pam-pum de los violentos encapuchados, que jueguen con ellos a la cachada hasta romperles la cabeza.

MEMORIA DE UNA MADRE EN INCIVIL GUERRA

MEMORIA DE UNA MADRE EN INCIVIL GUERRA

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Con premio en el VI Concurso Literario Internacional “Memoria del corazón”, convocado por La Gaceta de Salamanca y titulando su narración como “Recuerdos de una niña de la guerra y de la post-guerra civil española”, describe Mercedes lo que fue la represión en Salamanca, mojando su pluma en la dolorida memoria de su madre.

Sin valorar la calidad literaria del relato sobre la historia personal vivida por una niña de seis años en años de barbarie, resulta sobrecogedora la descripción real de los hechos acontecidos en nuestra ciudad en aquellos días negros, donde no hubo guerra pero sí una represión implacable y despiadada contra los disidentes del golpe militar, como escribió Unamuno a su amigo Quintín de Torre el 13 de diciembre de 1933:

Me dice usted que esta Salamanca es más tranquila, pues aquí está el caudillo. ¿Tranquila? ¡Quiá! Aquí no hay refriegas de campos de guerra, ni se hacen prisioneros de ellas, pero hay la más bestial persecución y asesinatos sin justificación. Y encarcelan e imponen multas –que son verdaderos robos- y hasta confiscaciones, y luego dicen que juzgan y fusilan. También fusilan sin juicio alguno.

La denuncia de un vecino llevó al abuelo de la narradora a la cárcel por ser de izquierdas, no tener bautizados a sus hijos y ser acusado de manchar con tinta la placa que daba nombre a la calle Generalísimo. En la prisión de la Aldehuela vino el tormento de la incertidumbre por el fusilamiento, si el caprichoso azar decidía que le tocaba al abuelo formar parte del grupo de fusilados que esperaban “en capilla” turno de matanza al día siguiente, acabando en la basura la cacerolita de comida que su esposa le llevaba cada día.

Jornadas de racionamiento donde la familia del encarcelado tenía que subsistir con una panilla de aceite, algo de azúcar, un poco de harina y el bollito de pan diario, para sobrevivir malamente hasta que el detenido salió de la cárcel y volvió a su empleo en la RENFE, con la oportunidad de encontrar un escondite donde guardar la comida, que la madre de Mercedes llevaba en un pucherito para despistar a los vigilantes con su infancia.

Estremecedor relato extensivo a tantas familias salmantinas que pasaron por similar trance, muchas de ellas con peor desenlace del que la autora del relato nos cuenta en dos páginas cargadas de vida, historia y dolor, que nunca debieron producirse y que jamás deben repetirse en nuestra ciudad, ni en cualquier otra parte del planeta donde continúan hoy sucediendo hechos semejantes.