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Mes: noviembre 2016

EL POETA COLINAS

EL POETA COLINAS

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La reina-madre, Sofía, acomodó anteayer el laurel de su premio en la cabeza doblemente despejada del poeta iberoamericano Antonio Colinas, mejorando tal galardón la eterna fama del poeta, junto a su Premio Nacional de Literatura, al de la Crítica y al de Castilla y León de las Letras, todos ellos merecidos por el versificador de la armonía y el equilibrio.

El poeta Colinas eclipsa al novelista, al ensayista, al traductor y articulista, que ha pasado setenta años de vida soñando versos, acompañando soledades de anónimos lectores, consolando desconocidas tristezas, estimulando almas adormecidas y haciendo del verso cotidiano afán y dulce costumbre revivida cada jornada.

Certero sabedor de que la poesía es el genero literario por excelencia; la mejor vía hacia el conocimiento; el medio más eficaz para sentirnos cómplices dichosos; la fuerza para despreciar el innecesario lastre vital; la clave para interpretar la realidad; y el impulso para redimir del tedio la fugaz existencia humana, Antonio de dedicó a concebir poemarios desde su primer balbuceo, con sabiduría propia de seres privilegiado por gracia de singular misterio.

Sin estancar su memoria en la vulgaridad poética, ha subido Colinas al parnaso exclusivo de los privilegiados donde solo llegan quienes hacen de los versos deleitosa tarea; de las estrofas milagro; y de la poesía virtud inalcanzable para el resto de los mortales poetas que en el mundo han sido.

Un poema sin palabra nueva, no es poema, dice el poeta con el alma en bandolera, armonizando belleza y reflexión, sentimiento y pensamiento, literatura y vida, emoción y recogimiento con actual clasicismo poético, hermanando dualidades transcendentes, hasta fundir los versos en densa unidad poética.

Poética universal que sobrevuela fronteras con los pies en tierras bautismales bañezanas, peregrinaciones ibicencas y liturgias salmantinas, desde que en el verano de 1998 decidió clavar su estaca con María José en la ciudad del Tormes, echando el ancla en ella como hizo Unamuno, maridando sus almas y versos, sin más pretensión que darse vida mutua, sabedores que el amor enciende más amor.

Poesía excelsa como acreditan sus “poemas de la tierra y de la sangre”, escritos en la “noche más allá de la noche” “donde la luz llora la luz”, en “hora interior”, “tiempo y abismo”, libando en “la viña salvaje” “desiertos de luz” entre “preludios a una noche total” y “truenos y flautas del templo” con “diapasón infinito” y “silencios de fuego”, junto a interminables “sepulcros en Tarquinia” y con el “astrolabio” en la mano para fijar su posición y altura en las estrellas de la bóveda poética.

Es Antonio humilde amigo, erudito en la tribuna, alma grande, bondad plena y destacado intelectual que da fama, prestigio y brillo a la ciudad de acogida, como hicieron Nebrija, Fray Luis, Brocense y Unamuno con el alto soto de torres, donde los pasos de Colinas deambulan con humilde sordina sobre el granito de la Plaza Grande, perdiéndose entre rúas, plazuelas y callejas, para dejarnos dulces ecos de sabiduría, bondad, mansedumbre, … y generosidad.

NECESIDAD DE LA CRÍTICA

NECESIDAD DE LA CRÍTICA

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Hablar en voz alta tiene su riesgo, cuando las opiniones vertidas van contra del poder instituido, se oponen a decisiones caprichosas, contradicen falsos argumentos, critican arbitrariedades, delatan a granujas emboscados, condenan abusos o denuncian ideologías perniciosas para la salud mental de los humanos.

Toca, pues, defender la necesidad de la censura pública y el valor que tienen las críticas honestas y desinteresadas, porque son el único camino a seguir para la regeneración social y el rearme moral que nos libere de la sumisión incondicional al poderoso, de la explotación, de la injusticia y de la manipulación mental que lleva al suicidio de los ignorantes.

A pesar del castigo que la sociedad reserva al discrepante, debemos mantener enarbolada la bandera del inconformismo por encima de toda componenda, conscientes que en esa lucha por la verdad nos dejaremos jirones de piel, y que la libertad no habitará entre nosotros si bajamos las manos y cerramos los ojos a la injusticia.

La explicación a la condena social del divergente hay que buscarla en la precariedad cultural de los criticados, en su pobreza intelectual crónica y en la inseguridad personal que se esconde tras sus intimidaciones y amenazas, porque en el fondo subyace la desconfianza patológica a perder lo que se tiene. Nada más.

El miedo a la pedrada o al fuego inquisitorial, hace que la sociedad esté llena de cómplices ocultando delitos que conocen, silenciando errores manifiestos, enmascarando la verdad, encubriendo corruptelas, camuflando sucias negociaciones o disimulando cambalaches, como forma de cobardía social que sólo favorece a quienes se aprovechan de su silencio, recibiendo a cambio deshonrosas migajas.

Los españoles acostumbramos a hablar en los pasillos, por la calle, en las reboticas, mentideros y bares. Esas son nuestras oficinas de quejas y los confesonarios sociales que visitamos. Y es que confundimos el detestable chivateo, con la denuncia de abusos, arbitrariedades, trampas e injusticias, permitiendo con el silencio que los ladrones de guante blanco, sinvergüenzas de terciopelo y trileros de Armani, sean los grandes beneficiarios de la situación.

Sería triste concluir que las personas con espíritu libre, no tienen espacio en las organizaciones humanas, ya sean políticas, religiosas, sociales, profesionales o comerciales, porque los corazones rebeldes molestan más que una piedra en el zapato, y el “patrón” los quiere tener en un radio de dimensiones semejantes a los anillos de Saturno, sin darse cuenta que son los críticos quienes le harán mejorar y mantendrán estado de alerta.

PODER FÁCTICO

PODER FÁCTICO

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Nadie ignora que a los tres poderes del Estado: ejecutivo, legislativo y judicial, se añaden otros poderes en la sombra que influyen decisivamente sobre ministros, parlamentarios y jueces, afectando a las resoluciones que toman los miembros de esos tres colectivos.

No es intención del poder fáctico gobernar de iure porque le basta con ejercer el poder de facto, usurpando voluntades democráticas con su enorme capacidad de penetración en órganos de poder, algo que le permite maniobrar y presionar en su propio beneficio, influyendo en las decisiones de gobierno, provocando leyes favorables a ellos, contaminando sentencias y estimulando mandatos a su favor en quienes están autorizados por el voto ciudadano para dictarlos.

Ejercer este poder al margen de los cauces democráticos es un vicio viciado en sí mismo, haciendo a los viciadores y viciados merecedores del mayor desprecio social, aunque las leyes lo permitan y el ultraje moral no afecte a los protagonistas, al ver cumplidas sus ambiciosas aspiraciones y codiciosas pretensiones.

Banca, empresa, sindicatos, iglesia y medios de comunicación son cinco “lobitos” destacados, a quienes se suman lobbies y cabildeos menores, como gremios profesionales, patronales, ecologistas, fundaciones, homosexuales, foreros y wikipedistas sesgadores de información en beneficio propio.

Cometen los poderes fácticos pecados comunitarios impunes a todo castigo, en una sociedad maniatada por normas dictadas por ellos al oído de los legisladores, mientras los “dictadores” permanecen escondidos en la sombra de las urnas para no ser vistos, ocultando su vocación de gobierno en las alfombras de los despachos, donde compran voluntades de quienes deben gobernar en beneficio del pueblo que los ha elegido para ello.

De tal situación resulta que los poderes fácticos representan una de las grandes perversiones del sistema democrático, que lleva a la corrupción en puertas giratorias, consejos de administración, bajo palio, detrás de las pancartas y en infracabeceras informativas, con poco esfuerzo y contrastada eficacia, a base de cinismo, usurpación, opacidad y cobardía, porque niegan apocadamente ejercer un poder ilegítimo, -de facto y en la sombra-, que no merecen ni les corresponde, violando sin violencia física aquello que se opone a sus deseos, desde invisibles tronos plutocráticos, eclesiales, informativos y mercantiles.

DEBER DE LOS «DEBERES»

DEBER DE LOS «DEBERES»

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Los padres de alumnos han abierto la veda a la caza de los “deberes” escolares negándose a ellos con una huelga, para regocijo de los hijos-alumnos que una vez más se complacen con el enfrentamiento entre padres y profesores, los dos elementos básicos “represores” de los jóvenes estudiantes, sin que los progenitores huelguistas se den cuenta del daño que hacen con ese enfrentamiento.

Tengamos claro que los “deberes” son ejercicios adicionales y complementarios que deben realizar los alumnos fuera del aula con el fin de consolidar, reforzar, aclarar y autoevaluar la calidad de los aprendizajes significativos realizados, en aspectos conceptuales, procedimentales y actitudinales. Algo que deberían saber los huelguistas cuando gritan “¡Deberes fuera!”

Muchos de tales detractores argumentan que dichas tareas restan tiempo a la convivencia familiar, algo contradictorio con el gran número de padres que al terminar la jornada escolar llevan a sus hijos a música, idiomas, judo, cerámica y macramé, pretendiendo hacer de ellos un ser humano conjunción de Santo Dominguito el Sabio, Robert Redford y Supermán.

Sepan estos díscolos padres, que los “deberes” son obligados en todo proceso de enseñanza-aprendizaje, sea este escolástico, social, profesional o recreativo, porque ayudan y facilitan la instrucción en el área formativa correspondiente, consolidando lo aprendido, fomentando la autonomía del aprendiz, desarrollando su creatividad, estimulando la autodisciplina y facilitando la evaluación individualizada y formativa, tan alejada del modelo normativo y sancionador dominante.

Todo individuo adulto en proceso de aprendizaje profesional se lleva “deberes” para su casa, como le sucede al médico novato, al abogado neófito, al bancario principiante, al periodista novel, al empleado inexperto, al novicio del convento y al estudiante universitario. Pero con la diferencia de que tales situaciones de aprendizaje complementario están autoimpuestas por los propios sujetos, siendo los “deberes” escolares de los alumnos no universitarios proposiciones de los profesores, únicos sabedores de sus necesidades educativas.

Otra cosa es que dicha propuesta de tareas cumpla -o no cumpla- las condiciones necesarias para satisfacer los objetivos educativos encomendados a tales “deberes” extraescolares, que los profesores deben asignar a cada alumno particular en función de sus necesidades educativas concretas, algo imposible de conseguir en un sistema educativo recortado, con precarios recursos humanos, aulas masificadas y profesorado carente de formación inicial para la función que desarrolla, porque la carrera docente sigue siendo la gran asignatura pendiente en cada nuevo Sistema Educativo, donde la docencia puede ser ejercida por licenciados, abogados, médicos, ingenieros y otros titulados, sin conocimientos pedagógicos para desarrollar satisfactoriamente la función que realizan, puesto que en las Facultades y Escuelas técnicas solo han sido nutridos intelectualmente de conocimientos conceptuales propios de cada especialidad, teniendo que llevarse estos profesores “deberes” a su casa para formarse en las disciplinas pedagógicas que el propio sistema les ha negado.