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Día: 22 de febrero de 2016

PUNTUALIDAD

PUNTUALIDAD

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Pocas actitudes expresan mejor el respeto que nos debemos unos a otros, como llegar puntuales a las citas concertadas. Y nada hay más considerado hacia un colectivo, como satisfacer el compromiso contraído con él en relación a la hora establecida para el inicio de la actividad, ya se trate de una reunión, un concierto, la salida de un tren, el comienzo de un espectáculo o cualquier hecho que congregue personas a una hora prefijada de antemano.

En puntualidad, los españoles no ocupamos posiciones aventajadas en el ranking mundial, ni apuntamos maneras que justifiquen optimismo en este aspecto, pues no parecemos dispuestos a mejorar para erradicar el sambenito que tanto castiga a las personas que sufrimos esperas injustificadas de quienes pretender justificar lo injustificable con justificaciones que nada justifican.

Confieso incomodarme más de lo conveniente cuando espero en las citas concertadas, porque siento que el tardío compareciente me roba un tiempo del que nunca voy sobrado, sabiendo que nada tiene más valor que el tiempo, haciendo imperdonable dicho hurto, por mucho arrepentimiento que muestre quien se retrasa, resistiéndome a tolerar la impunidad de los retrasados, porque no existe despilfarro mayor que perder el tiempo o “matarlo” esperando a quien no comparece a la hora convenida.

Esto sucede en todas las esperas, porque el tiempo que se dedica a menester tan detestable, no puede emplearse en nada útil ni existe posibilidad de recuperarlo o de reciclarlo para otros usos, porque el tiempo pasa, es único, irreversible e irrepetible, como la vida. Por eso, cuando se pierde va directamente a la papelera de Cronos junto a los hijos devorados por éste, convirtiendo en desperdicio uno de los valores más preciados.

Si bien es cierto que sólo pierde el tiempo el que no lo aprovecha, no es menos cierto que cada uno utiliza su tiempo según le conviene, pero siempre aprovechándolo a su gusto para realizar la actividad que le venga en gana. Pero todos estamos de acuerdo que cuando se está esperando, lo único que se hace es esperar, y el tiempo se va irremediable por el sumidero de la vida, ante la imprevisible llegada del “esperado”.