ESTAMOS SIN CANDIDATO
En vista de los sucesivos fracasos en las negociaciones que están teniendo los diferentes aspirantes al inquilinato monclovita, muchos ciudadanos piensan que no hay un candidato al palacete, sin darse cuenta que aunque hubiera pretendiente, nunca habría candidato.
La palabra candidato viene de cándido, que significa blanco, puro, limpio e inmaculado, siendo persona que por sus cualidades morales reúne las condiciones necesarias para ocupar cargos públicos, algo que no parece suceder entre los postulantes a tal honor.
Por eso, en la antigua Roma, los candidatos a dirigir el país lucían togas blancas, y se presentaban con ellas abiertas para que los ciudadanos pudieran ver sus cicatrices de guerra como símbolo del valor demostrado en la lucha, lo que en nuestros tiempos se traduciría en exhibir una limpieza moral acreditada para ejercer el cargo con absoluta honradez.
Esto es algo que no sucede entre los aspirantes a dirigir nuestras vidas, pues como ya hemos repetido muchas veces, en la vida pública no basta con ser honesto, sino que es obligado exigir que los demás también lo sean aunque se trate de compañeros de partido, denunciando públicamente a los malhechores que comparten el despacho de al lado, porque de no hacerlo se convierte el mudo en cómplice por omisión.
Entre el blanco mate procedente del latín albus y el blanco brillante derivado de candidus, hay la misma diferencia que entre el aspirante mate, sin brillo ético ni compromiso real con el pueblo; y el candidato brillante, honrado, competente, veraz y moralmente cuajado que los españoles buscamos por los rincones, para nos guíe con su luminosa candela.