BALÓN ANTIRREGLAMENTARIO
Comienza la liga de fútbol profesional en los estadios, jugándose los partidos con el balón reglamentario aprobado por la UEFA, y coincidiendo esta inauguración con el inicio de la liga política donde los equipos juegan sus partidos en Instituciones públicas jaleados por medios de comunicación, disputándola con unas reglas contrarias a las del fútbol convencional, y con balón reglamentario aprobado solamente por los protagonistas del derbi parlamentario.
En este penoso juego, los principales aspirantes al título electoral se disputan el esférico del pueblo a patada limpia, tratando de introducirlo en portería propia ante la oposición del equipo contrario que lucha por impedirlo, consciente cada uno de ellos que si el balón es atrapado en su red, quedará retenido cuatro años bajo la caprichosa custodia del vencedor.
Es el balón quien recibe los punterazos en silencio, con resignación y desinflándose, permitiendo que sigan jugando con él “hunos” y “hotros”, zarandeándolo a su antojo y dándole puntapiés, mientras tres árbitros observan con vistas tomar partido por alguno de los dos grupos de gladiadores que se fajan en el terreno social de juego.
Para impedir los remates con el balón cada jugador pone planchazos al cuero, sin resistencia alguna por parte del balón, que se deja cimbrear por los de cada bando, sin animarse a exigirles mejor trato, porque ese balón nació para ser niño yuntero como predijo el cabrero de Orihuela.
Los tres árbitros que vigilan son recién llegados y sin experiencia en este tipo de partidos, atreviéndose a sancionar el juego sucio de ambas cuadrillas, sacando tarjetas rojas a diestro y siniestro, levantando acta de sus malas acciones y deseando expulsar a todos los jugadores del campo para llevarse el balón, que terminará igualmente pateado en sus manos, como el delantero Tsipras ha demostrado.