DIÁLOGO EN COLLIURE
Comenzó don Antonio su camino por este mundo en un patio de Sevilla, junto a un claro huerto donde maduraba un limonero, y concluyó la andadura en Colliure el 22 de febrero de 1939, donde llegó desnudo y sin aliento para dejar en tierra extraña su último verso, dolorido y exiliado por la barbarie de una guerra incivil.
En este pueblo costero echó el ancla Machado, sin más equipaje que tus sueños, ni más patria que el reducido espacio de su tumba, lecho de sus pies camineros y tapiz nostálgico de recuerdos abandonados en el viento mediterráneo donde quedaron sus restos sin billete de vuelta, en humilde cementerio.
Enmudeció Mairena, se dispersaron los versos, cesó la canción, se encendieron los cirios, repicaron campanarios, se desangraron los olmos y el buen amigo Palacio renunció a la primavera soriana donde Leonor descansaba, antes que Guiomar aventara el crespón negro de su anticipada viudedad castellana.
Pero el viento, ¡siempre el viento!, derrama sobre la losa cada año aroma de romero y recuerdos abandonados en el patio sevillano de sus juegos infantiles, eternizando la memoria sobre la tumba que guarda en silencio el cuerpo dormido de don Antonio, el bueno.