MENTIRAS FOTOGÉNICAS ELECTORALES
Sabíamos que ciertos mandatarios movían las fichas a su antojo en el tablero político, sin respetar las reglas del juego. También teníamos noticias confirmadas por teléfono desde Valencia que muchos habían llegado a la política para “llevárselo”. Hemos confirmado en sucesivas elecciones que las promesas electorales van a la papelera junto a las papeletas de votación unos segundos después de terminar el recuento. Y hemos visto a políticos responder sobre la emigración de las aves cuando se le preguntaba por la corrupción de sus correligionarios.
Ahora el CIS nos confirma que los ciudadanos estamos más preocupados por la clase política que por el terrorismo. Pero todo esto no inquieta a nuestros protagonistas, ocupados tradicionalmente en engañarnos de palabra, obra y omisión, porque antes no era posible hacerlo con el ojo de una cámara fotográfica.
Fue en la década de los años noventa cuando surgieron los primeros retoques fotográficos y comenzaron a transformarse en milagros fotogénicos de largo alcance, las arrugas y rostros deformados.
Así se ilustraron con trucajes las fotos en los escaparates de moda, se camuflaron las patas de gallo en las vallas publicitarias y se rejuvenecieron ancianas en los productos de belleza, para seducir a mentes ingenuas.
Viendo los resultados comerciales del engaño, los profesionales de la mentira se fueron montando progresivamente en el carro de la nueva farsa, insultando nuestro sentido común con fotos de candidatos políticos en los carteles electorales, como hizo la presidenta de la Comunidad de Madrid en las pasadas elecciones autonómicas, popularizando a su hija entre los vecinos sin guardar un mínimo respeto a la intimidad de la chiquilla.
Ejemplo seguido en la propaganda electoral de las próximas elecciones, donde se hace ostensible la mentira de una fingida juventud, pretendiendo esconder las arrugas, para negarle a la experiencia el mérito, sabiduría, prudencia, temple, tolerancia y buen sentido, que nunca tendrá la juventud.