DIMISIÓN Y DECEPCIÓN
Mi estimado Juan Velasco acaba de comunicarme a través de Facebook que el señor Camps ha dimitido como Presidente de la Generalidad Valenciana, y no siento alegría alguna por la noticia, sino todo lo contrario. Una tristeza embarga todavía mi ánimo por la extraordinaria noticia, que nada tiene de bueno pues mi decepción es mayor.
Decepcionado porque un representante del pueblo, elegido por el pueblo y que debía estar al servicio del pueblo, sea procesado por traicionar la confianza del pueblo.
Decepcionado porque miles de ciudadanos dieran su confianza en las urnas a un personaje imputado en un proceso de corrupción política y algunos de ellos lamenten su dimisión.
Decepcionado porque los dirigentes del Partido Popular no cortasen por lo sano las aspiraciones de quien era sospechoso de adulteración política.
Decepcionado porque sean los jueces quienes pongan a los politiqueros en el sitio que les corresponde, cuando podían dedicar sus energías y tiempo a delitos comunes.
Decepcionado por las mentiras públicas iniciales del ya ciudadano Paco Camps y la falsedad con que ha presentado su dimisión, afirmando que lo hace por voluntad propia.
Decepcionado por el silencio que ha mantenido desde que se supo su procesamiento, y el mutismo de los responsables nacionales y valencianos del Partido Popular.
Decepcionado por la prepotencia, risas y delirio con que ha presentado la dimisión y por los aplausos que ha recibido de la concurrencia política que le rodeaba.
Decepcionado por las declaraciones posteriores de Costa, Barberá, Pons y otros dirigentes populares y por el silencio de la mayoría de ellos.
Decepcionado con Rajoy por mantenerlo en los carteles, sabiendo que hubiera ganado las elecciones en Valencia con Juanito el de la Noria o Perico de la Romería.
Decepcionado porque no se le pueda aplicar al procesado la reforma del código penal, que añadiría a la inhabilitación, la cárcel.
Decepcionado por el victimismo con que un procesado judicial se ha presentado ante los ciudadanos, que no comprenden como declarándose inocente, dimite.
Decepcionado por el cinismo de afirmar que dimite para beneficiar a Rajoy, cuando más hubiera beneficiado al líder y al partido renunciando a presentarse a las elecciones.
Decepcionado porque haya optado por la dimisión en vez de aceptar su culpabilidad como han hechos sus socios y compañeros de viaje, aunque no se libren del banquillo.
Decepcionado porque un político de alto nivel tenga como “amigo del alma” al Bigotes, hasta confesarle que le amaba “un huevo”.
Este es el estado de ánimo que me ha llevado a escribir la entrada de hoy, sin esperanza alguna en que los políticos resuelvan los problemas de corrupción desterrando a los enviciados de sus filas y de las instituciones, lo que nos obliga a depositar la confianza en los jueces para conseguir el rearme moral que necesita la vida pública.