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Día: 31 de marzo de 2011

¿CULPABLES?

¿CULPABLES?

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Cobra fuerza la teoría de que son “culpables” los chinos de la crisis económica que estamos padeciendo en el mundo occidental, y tal vez sea verdad. No porque los chinos sean culpables de nada, sino por la lección de economía y  trabajo que la dictadura del proletariado está dando a las democracias occidentales.

Todo viene de la persistencia en el tiempo de bajos intereses  bancarios, provocándose con ello desmedidas inversiones empresariales en construcciones a granel y concesiones masivas de créditos hipotecarios a los ciudadanos para comprar chaletes, bemeuves, cruceiros, tomtones, ipades, aifones y tuveplasmas, sin el debido control por parte de nadie, entre otras cosas porque no fue posible hacerlo ya que los chinos impedían la subida de intereses comprando deuda americana.

Es decir: superinversión + hipotecas basura y complementos = crisis de 2008.

La historia es que el enorme déficit público de los Estados Unidos obligó a este país a emitir deuda pública a elevado interés que fue adquirida en su mayoría por Hu Jintao, al tiempo que maridaba el yuan con el dólar hasta la muerte, para favorecer las exportaciones chinas.

Si a esto añadimos que los chinos trabajan como chinos, no como los occidentales; que tienen sueldos chinos, no occidentales; que los productos que fabrican y venden son chinos, no importados; que las grandes multinacionales exponen con orgullo el “made in China” en sus productos; y que todo el dinero que ganan los chinos lo ingresan en bancos chinos, es fácil comprender que cualquier día compren el mundo con los tres billones de dólares que tienen en divisas extranjeras, ganadas una a una con su esfuerzo mientras nosotros llamamos a restaurantes chinos para reservar mesa y acudimos a las nueve de la tarde los domingos a bazares chinos para comprar un sacapuntas.

 

SIN INTENCIÓN

SIN INTENCIÓN

También en la convivencia diaria se producen daños colaterales a terceras personas, – sin intención de causarlos -, que pueden afectar severamente el estado de ánimo de quienes los sufren, especialmente si éstos son amigos a los que no se quiere perjudicar, sino todo lo contrario.

A veces, la precipitación y el excesivo celo por la verdad, – aunque se trate de cosas menores -,  se ponen de acuerdo para estimular acciones que el sosiego y la meditación desaconsejarían.

A veces, las vísceras se adelantan unos pasos al cerebro, pulverizando gotas de sangre sobre personas inocentes, que no merecen las salpicaduras que les llegan.

A veces, la lectura precipitada de un artículo que llega de improviso, impide ver el nombre del autor que lo firma, y las inexactitudes que contiene hacen presa de la voluntad del lector, cegando su cordura.

A veces, somos tan torpes y tan radicalmente humanos, que sobre nosotros domina la cualidad que menos espacio debía tener entre nosotros. Porque el error que con tanta frecuencia acompaña nuestras acciones, es el peor compañero de viaje.

Pero es entonces cuando el diálogo se abre paso; el perdón viene a repararlo todo; y la presencia del olvido aleja de nosotros las sombras, restaurando las heridas que dejó el yerro.

De nada valdría caminar juntos en esta vida, Antonio, si no fuera posible la redención. Gracias.