Entre hijos y buenos amigos anda el juego, porque todos han empujado lo suyo para sacar adelante este blog, cada uno según su audacia y posibilidades. Curro aportando la idea y estimulando mi ánimo; algunos compañeros cercanos, colaborando en el proyecto; muchos otros, facilitando el camino; y Mario, haciendo lo que ninguno sabíamos: estructurar el blog y colgarlo en la red. Ahora le toca trabajar a quien escribe esta presentación, y prometo que lo hará con gusto.

A todos, mi cariño, estima y gratitud.

“Escribo para que me quieran”, decía Lorca, y añadió García Márquez años después: “Escribo para que me quieran más mis amigos”.

No sé si este cuaderno de bitácora busca lo mismo o si la intención del autor queda satisfecha con saber que hay personas en rincones perdidos del mundo asomándose a la ventana del ordenador para leer estas páginas virtuales, escritas con pluma sincera y firme libertad, sin ataduras de signo alguno ni compromisos formales, salvo el de respetar personas, sentimientos e ideas, por muy alejadas que estén de las propias.

En las categorías del blog van páginas importantes de mi vida, donde verteré opiniones con la misma lealtad que durante años he mantenido en las columnas de opinión de diferentes periódicos, especialmente del salmantino El Adelanto, hasta que razones de fuerza mayor que nunca me fueron explicadas, pero conocidas por todos, me alejaron de la casa que ocupé semanalmente durante años.

Tantos años dedicados a escribir libros sobre los temas diversos, han acreditado méritos suficientes a los textos para ocupar el espacio dedicado a ellos. Algo parecido ocurre con el hueco merecido de los poemas, porque llevan conmigo tanto tiempo que no puedo siquiera recordar los inicios.

Las carpetas de pintura y escultura se explican solas, pero en ellas irán las muestras que lucieron sus galas en varias exposiciones, aunque muchas de ellas decoren ahora las paredes y repisas de quienes se fijaron en ellas más que otros visitantes.

Dicen que amar es ver algo hermoso y querer compartirlo. ¿Cómo voy a excluir del blog a quien ha sido mi maestro durante más de treinta años? Tanto he aprendido con él en sus artículos, conferencias, discursos y epistolario, que estoy obligado a mostrárselo a quienes estimo y a todos los que abran su ventana. Sólo el compromiso de Unamuno con la verdad, justifica su presencia.

Saber que alguien está ahí detrás es lo único que me reconfortará y animará a dar el siguiente paso, aceptando como necesaria la lógica discrepancia que acompaña el pensamiento humano porque somos distintos, y esa diferencia nos enriquece y alienta más allá de la complacencia ingenua y la entrega incondicional. Digo esto consciente de que no es mejor amigo el que siempre elogia y enaltece, ni más leal quien pasa por nuestra vida dándonos palmadas en la espalda, pues crecemos tanto por los consejos como por las críticas, aunque nos conmueva más el ánimo la censura que el aplauso.

Esto espero que se haga con las opiniones, libros, cuadros, esculturas, poemas y aficiones que figuran en este diario virtual. Páginas de una vida y confidencias de medianoche, que ya vuelan de pantalla en pantalla, perteneciendo desde ahora a quienes les den cobijo, porque al echarlas a volar han dejado de ser mías.

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