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¿ SENTIRÁN VERGÜENZA ?

¿ SENTIRÁN VERGÜENZA ?

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Me preguntaba ayer un amigo si Xavier Trias, Ana Botella y Rita Barberá sentirían vergüenza al ver que han estado llevándose de la hucha que llenamos los demás un sueldazo asignado por ellos mismos, varias veces superior al que se han autoimpuesto Ada Colau, Manuela Carmena y Joan Ribó, por hacer las mismas funciones y asumir idénticas responsabilidades.

Mi respuesta fue que el castizo alcalde y las populares alcaldesas no han sentido el menor pudor ni cargo de mala conciencia, por esa estafa disfrazada con una legalidad impuesta por ellos mismos en los reglamentos internos municipales y en decisiones tomadas por la mayoría dominada por él y ellas.

Tampoco creo que su cara de cemento armado sufra rasguño alguno por la incompetencia demostrada al necesitar cientos de asesores para su gestión, cuando los sucesores prescinde de la mayoría de ellos, empleando el dinero que se llevaban los amigos chupaeuros, en asuntos que benefician directamente a los ciudadanos.

Algo se mueve, amigos, cuando el coche oficial y chófer usado por el alcalde y las alcaldesas cesantes para ir a la peluquería y a fiestas privadas en hoteles de lujo que pagábamos todos, ha quedado aparcado en el garaje, y los nuevos jefes van al trabajo andando, en metro o bicicleta.

Algo se mueve, amigos, cuando se declara públicamente la vocación de servicio a la comunidad, se paran desahucios, se pide trato familiar con ellos y se pretenden cambiar las paredes de granito en los ayuntamientos por mamparas de cristal para que los vecinos podamos ver qué hacen los gestores con el dinero que les entregamos.

Eso sí, que se anden con cuidado los nuevos ediles porque el día que dejen la bici, el Metro o no paren un desahucio, serán acusados de demagogos, farsantes y cínicos, por quienes permanecen impasibles ante la salvaje corrupción que pasa delante de ellos, haciendo realidad aquella broma del Perich exigiéndoles que no denuncien las vigas que vean en ojos ajenos porque los perdedores les recordarán que en los suyos tienen una paja.

14 DE ABRIL

14 DE ABRIL

Hace hoy ochenta y un años que Unamuno proclamó la 2ª República española en Salamanca desde el balcón del Ayuntamiento, poco antes de ser nombrado Alcalde Honorífico a perpetuidad por todos los concejales asistentes al pleno municipal.

Título honorario del que fue desposeído la tarde del 13 de octubre de 1936 tras el incidente con Millán Astray en el Paraninfo de la Universidad, regida por don Miguel. Han pasado los años y, finalmente, el sentido común ha ocupado el lugar que corresponde en las cabezas de nuestros ediles, y por unanimidad han decidido este año restituirle el acta de concejal, entregarle la medalla de oro de la ciudad y nombrarle hijo adoptivo de la villa salmantina.

Algo bueno se mueve en el Consistorio charro desde que lideran gobierno y oposición personas inteligentes, dialogantes y sensatas, después pasar un seco desierto democrático, con enfrentamientos vecinales provocados por quien tenía la obligación de evitarlos y con un despotismo en la gestión digno del sectario que ahora disfruta la canonjía senatorial.

Hace un año inserté en este blog el histórico discurso pronunciado por Unamuno a las seis de la tarde del 14 de abril de 1931, que concluyó diciéndole a los  salmantinos: “Permitidme la arrogancia de que sea yo quien proclame la República, en esta Plaza”.

Cierro el aniversario con la misma reflexión, porque aún hoy existen españoles que asocian el régimen republicano a la izquierda revolucionaria, al vandalismo y al desorden, sin percibir que la República no es más una forma de organizar el Estado cuya máxima autoridad es elegida por los ciudadanos de izquierdas y derechas, eliminando privilegios hereditarios propios de poblados medievales, donde la cultura no alcanzaba y la madurez faltaba.

LISTAS ABIERTAS

LISTAS ABIERTAS

Versodiario 8 :

Dadnos la oportunidad                                                                                                                        de elegir representantes,                                                                                                                  sin proponernos en listas                                                                                                                  vuestros fieles militantes

LISTAS ABIERTAS

A primera vista, en democracia somos los ciudadanos quienes decidimos los representantes que a nuestro juicio merecen sentarse en el concejo o en los distintos parlamentos, pero no es así. Se vota a los partidos, no a las personas, olvidando que son éstas las que hacen posibles los cambios y el progreso. Pero quienes deciden los ediles y congresistas en nombre del pueblo son los partidos políticos, presentando listas cerradas y bloqueadas, por riguroso orden de codazos, según establece la ley para las elecciones al Congreso, sedes autonómicas y concejos.

Sistema de listas cerradas que no tuvo sentido siquiera a finales de los años setenta cuando se estableció para fortalecer los partidos políticos, después de su larga travesía de cuarenta años por el desierto. Pero hoy habría que dar opción a los ciudadanos de escoger nominalmente a sus representantes, con un sistema que permitiera a los sufridores votantes elegir los candidatos que le recomendara su buen sentido.

No hablo de listas abiertas convencionales – tan cerradas como las que así se llaman -, que dejan en manos de los partidos la selección de aspirantes, en una grosera maniobra intelectual de manejo político, que niega a los ciudadanos la verdadera soberanía que se mantiene en poder los partidos, al ser éstos quienes deciden los candidatos. Relación de poder descendente, cuando deberían ser los votantes protagonistas de listas realmente abiertas en las que pudiera figurar cualquier ciudadano, por quimérico que esto parezca.

Las listas abiertas a que me refiero pondrían la partitocracia en su sitio y a los partitócratas en remojo; implicarían a los representantes elegidos con sus electores; las órdenes del jefe se sustituirían por los deseos populares; se limpiarían las instituciones de personas no deseables por los ciudadanos; estimularían la presencia de votantes en las urnas; desaparecerían las luchas internas por ocupar puestos de salida; corresponsabilizarían a los electores en la gestión que hicieran los elegidos; y los procesados, corruptos, enviciados, tramposos y embusteros, tendrían su espacio en el fango pestilente de pozos residuales abandonados en islas desiertas.