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Mes: septiembre 2017

TRATAR CON TRATANTES

TRATAR CON TRATANTES

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Salamanca muestra en sus Fiestas y Ferias, muchos festejos musicales, pasacalles, gigantones, mercadillos y charangas, junto a ferias de toros, carruseles, casetas y feria especial para deleite de agricultores y ganaderos, sumándose a ella una caravana vehiculizada de visitantes, que pasan unas horas entremezclados con charoleses, limusines, moruchas, equinos, aves, ovinos, tractores, cosechadoras, sembradoras, alimentos, regalos, merenderos, capotes taurinos, …. y empujones, polvo, olores, colas y salpicaduras, pues de todo hay en la Feria Agropecuaria.

Bueno, todo no, porque según información de dos comerciales ganaderos presentes en la subasta de ganado, algunas seculares tradiciones han desaparecido del mercado de ganados, como es la compraventa de animales entre el ganadero que vendía su ternero a otro que lo compraba, cerrándose la operación -tras regateos- con un apretón de manos, de superior valor a un acta notarial, donde la palabra dada era el contrato que rubricaba la compraventa.

Hoy día los “tratantes” son personas que actúan como profesionales de la compraventa de ganado, que han tomado las riendas del negocio, comprando y vendiendo los animales entre ellos, cobrando fuerza entre los negociadores algunos grupos concretos que han sido bautizados con nombres poco especiales por el resto de tratantes.

También con este cambio de protagonistas y de estrategia comercial se ha evitado la picaresca y el engaño al vendedor ingenuo que caía en manos de granujillas aprovechados de su ignorancia, pues hoy los que venden saben bien lo que venden y los que compran también saben bien lo que compran.

Por otro lado, la presencia de tratantes ha desterrado también el llamado “trato de oído”, en el que participaba un cómplice del vendedor para obligar al comprador a cerrar el precio del animal en la ficticia tasación que habían tenido el vendedor y el “gancho”.

AYUDA Y COMPRENSIÓN

AYUDA Y COMPRENSIÓN

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Un joven, con el atrevimiento de la ignorancia, recriminaba en las ondas a una persona nonagenaria su falta de adaptación a los nuevos tiempos, dominados por culturas políticas y sociales alejadas de las que en otro tiempo vivió el veterano interlocutor que pacientemente y con humildad franciscana guardó silencio ante los reproches del inmaduro conversador, dándome oportunidad de responderle abiertamente en nombre del «inadaptado» veterano.

Quienes han pasado la vida entera reciclándose de forma continua, como le sucede a todos los ancianos que viven entre nosotros, merecen indulgencia, tolerancia, benevolencia y recuerdo de todos los cambios que han hecho en su larga existencia, estando ya hartos de modificaciones y sin fuerzas para renovarse otra vez asumiendo las nuevas culturas dominantes.

Recordemos a los jóvenes que los veteranos nacieron con la monarquía de Alfonso XIII a la espalda, se reciclaron a la república de don Niceto, cambiaron con la guerra civil, modificaron su actitud ante la dictadura de Franco, evolucionaron a la democracia y se acomodaron a la monarquía, requiriendo cada circunstancia las transformaciones y el desgaste correspondiente.

En el orden religioso, llegó el Vaticano II a cambiarles los esquemas apuntalados por el catecismo del padre Astete. La televisión modificó sus hábitos de vida y horarios. Los supermercados desterraron la vecinal tienda de ultramarinos donde compraban alimentos. Vivieron duros a tiempos de estraperlo, escasez y hambruna de posguerra, les quitaron infierno, purgatorio y limbo, los tradicionales valores pasaron a la almoneda moral y nada es para ellos lo que fue.

Internet se ha metido en sus alcobas. La libertad sexual no baila tangos en París. El dominio laico ha vaciado iglesias y seminarios. Los teléfonos móviles han sustituido a la baquelita negra de las demoras telefónicas. El respeto social se balancea. Y las nuevas leyes han destrozado todos sus esquemas con el divorcio, el aborto, la libertad religiosa, el matrimonio homosexual y toda la normativa que ha desterrado las añejas leyes que ordenaron su vida durante décadas.

Todo ello y más, ha sido soportado por nuestros mayores con resignación cristiana, llegando al lógico cansancio que les incapacita para asumir las nuevas culturas urbanas que han brotado como las setas en otoño, porque la sociedad intertextual fruto de la posmodernidad, no es apta para quienes tanto han pasado, sabedores que los jóvenes reprochadores no hubieran aguantado todo lo que ellos han soportado.

Ayudar debemos pues a nuestros veteranos patriarcas y comprensión merece su incapacidad para hablar por teléfono con una máquina, mover sus cuentas bancarias con el ordenador, manejar las teclas del móvil, hacer gestiones informáticas, asumir los cambios estructurales y adaptarse a las nueva cultura política, social, periodística, judicial, comunicativa, sanitaria, empresarial, educativa, sindical, laboral, urbana, …. y hasta ¡nueva cultura cultural!